“Vivimos un tiempo en el que se exige que uno tome una posición, que se sitúe en una línea, bien o mal, a favor o en contra, y la vida no es eso”. Así lo afirma Arturo Pérez-Reverte en una reciente entrevista con el periódico mexicano Milenio. A punto de cumplir 73 años, el escritor español reconoce que con el tiempo ha acumulado más incertidumbres que certezas. “Me gusta ver que el mundo es un lugar ambiguo donde el bien y el mal, el blanco y el negro, el rojo y el azul, son relativos, que todo es cambiante y no hay fronteras claras sino más bien líneas difusas. Creo que pensar así es mucho más fértil”, sostiene.
Esta postura, aunque provocativa, refleja una tendencia creciente que desafía la rigidez argumentativa imperante en las redes sociales, donde predomina lo tajante, lo rápido y lo categórico. Éric Sadin lo describió como el fenómeno del “individuo tirano”: la reafirmación constante de certezas que bloquean cualquier posibilidad de duda.
La duda como virtud intelectual
El libro Por qué cambié de opinión, editado por Nicolás Artusi, Fernando Duclós, Diego Golombek, Liliana Heker, Federico Kukso, entre otros, explora esta idea. A través de sus páginas, los autores reflexionan sobre el poder transformador de la duda y el valor de reconocer que uno puede estar equivocado.
En esta misma línea, Ángel Martínez-Hernáez publicó Elogio de la incertidumbre, donde analiza las limitaciones epistemológicas y éticas en el ámbito de la salud mental. Martínez-Hernáez sugiere que la cerrazón metodológica puede deshumanizar a los pacientes y aboga por un enfoque más abierto al cambio.
Anne Dufourmantelle, en su obra Elogio del riesgo, también aborda este tema desde una perspectiva filosófica. Alexandra Kohan, en una reseña titulada Elogio de lo incierto, rescata la idea de que el riesgo implica aceptar lo inédito, aquello que escapa a las certezas preestablecidas.
La ambigüedad como refugio
“Cuando uno tiene certezas, su vida se vuelve muy aburrida y monótona, y puede caer en el fanatismo”, advierte Pérez-Reverte. Para él, el fanatismo es el preludio de la Inquisición y del exterminio del adversario. Sin embargo, aclara: “No soy equidistante, soy ecuánime. Acepto que puedo estar equivocado y que mi enemigo puede tener razón algunas veces. Eso es saludable y, lamentablemente, ocurre muy poco hoy en día”.
El mundo contemporáneo, marcado por la sobreinformación y el vértigo tecnológico, parece favorecer la inmediatez por sobre la reflexión. Las redes sociales premian lo rápido, lo breve y lo estruendoso, creando un ecosistema donde las certezas inamovibles son la norma.
El eco de Sócrates
El legado de Sócrates resuena en este debate. Aunque no dejó escritos propios, su famosa máxima —“Solo sé que no sé nada”—, recogida por Platón en Apología de Sócrates, nos recuerda que la verdadera sabiduría reside en reconocer los límites del conocimiento. Michael Stokes, en su traducción de la obra, sugiere que no se trata de aceptar la ignorancia como un destino inevitable, sino de comprender que no existe una certeza absoluta.
En un mundo cada vez más polarizado, Pérez-Reverte, Martínez-Hernáez, Dufourmantelle y otros pensadores nos invitan a reflexionar sobre la importancia de la duda, la ambigüedad y la disposición al cambio. Tal vez, como concluye Pérez-Reverte, sea hora de aceptar que “las líneas difusas son más fértiles que las fronteras rígidas”.
Fuente: infobae