Debate y Convergencia

El Peronismo: Una Melancolía Persistente Aferrada a su Historia

En un tiempo en que el hombre aún no había alzado dioses, un espacio temporal anterior al nacimiento de Cristo y posterior al ocaso de las deidades greco-romanas, un emperador romano reflexionaba sobre la existencia humana, subrayando la capacidad del hombre para superar su soledad y enfrentar su destino. Sin embargo, todo cambió con el nacimiento de Jesús y la astuta predicación de San Pablo y San Pedro, que sentaron las bases del cristianismo. Este fenómeno, analizado desde una perspectiva filosófica y metafísica, se vio respaldado por la corriente de pensamiento conocida como Escolástica, liderada por figuras como Santo Tomás de Aquino.

Similar a cómo el cristianismo buscó explicaciones científicas, fusionando las enseñanzas de Platón y Aristóteles, el peronismo también se erigió como una especie de religión, arraigada en una coyuntura social específica. En sus inicios, el movimiento surgió como respuesta a las necesidades de las masas campesinas y la emergente fuerza laboral, principalmente inmigrante, congregadas en pequeños talleres y fábricas. La Argentina, a pesar de los avances en el ámbito agrícola-ganadero, requería desarrollar su industria pesada y promover una industria local robusta capaz de producir y exportar productos de calidad al mundo.

Las reformas implementadas en ese contexto mejoraron significativamente las condiciones de vida de muchos, crearon una sólida clase media y dieron origen a movimientos sindicales fuertes. Sin embargo, estas mejoras se fueron desvaneciendo con el tiempo. Después de 18 años de proscripción y con el país sumido en crisis lideradas por gobiernos militares, el retorno de Perón no marcó el renacer del peronismo en su forma original. Factores geopolíticos, como la guerra fría y la disputa entre el capitalismo y el socialismo, influyeron en su evolución, y el peronismo fue perdiendo su capacidad original para mejorar la situación del pueblo.

A medida que el tiempo avanzaba, el peronismo dejó de ser la fuerza transformadora que una vez fue. Tras el gobierno de Isabel Perón y los intentos fallidos de ordenar la situación política, el peronismo ingresó en una fase de decadencia, desviándose de sus objetivos originales. La política se llenó de consignas melancólicas, alimentadas por la nostalgia de un pasado dorado, recordando los momentos de bonanza y las reformas que mejoraron la vida de muchos.

La trama de la historia

En la compleja trama de la historia argentina, el peronismo se erige como un fenómeno multifacético que va más allá de la esfera política, adquiriendo tintes de una auténtica religión social. Su surgimiento se remonta a una época de cambios sociales y económicos, donde las masas campesinas y la emergente fuerza laboral inmigrante encontraron en este movimiento una voz y una identidad.

Cuando el peronismo hizo su entrada en escena, las pequeñas fábricas y talleres artesanales se convirtieron en epicentros de una nueva realidad. A pesar de las anteriores predicas de dirigentes como Palacios y el crecimiento en el sector agrícola-ganadero, Argentina aún carecía de una estructura industrial robusta. Fue en este contexto que surgió la necesidad imperante de impulsar el desarrollo de la industria pesada y construir una infraestructura capaz de generar productos de calidad para la exportación, inyectando recursos y fortaleciendo el crecimiento nacional.

Las bases del peronismo se cimentaron en una conexión profunda con las clases trabajadoras y los estratos sociales menos privilegiados. Este movimiento no solo buscaba representar sus intereses, sino que se erigió como un refugio para aquellos que anhelaban un cambio palpable en sus condiciones de vida. En muchos aspectos, el peronismo se convirtió en una suerte de religión social, proporcionando esperanza y sentido de pertenencia a una población ansiosa de mejoras.

Si bien el peronismo se nutría de una realidad social urgente, también adoptó una dimensión religiosa en su narrativa. Al igual que en la antigüedad, donde las condiciones sociales dieron lugar al pensamiento cristiano, el peronismo se erige como una especie de credo en el que sus líderes, desde Juan Perón hasta Eva Perón, adquieren un estatus casi divino para sus seguidores.

El legado del peronismo, más allá de su faceta política, se ha convertido en una narrativa sagrada para muchos argentinos. A través de las décadas, ha atravesado momentos de esplendor y otros de declive, pero su influencia persiste, alimentada por una amalgama de nostalgia, mito y anhelo de justicia social.

El fenómeno peronista no solo ha dejado huellas en la política argentina, sino que ha permeado en la cultura y la identidad nacional. Es un capítulo complejo y en constante evolución que sigue generando debates y reflexiones sobre su impacto en la construcción de la Argentina moderna.

Utilización de su mística para explotar sentimientos legítimos con fines electoralistas

Hoy, el peronismo se asemeja a la antigua mitología, donde los dioses ofrecían parámetros morales para guiar la vida. Sin embargo, en lugar de presentar un camino claro hacia el progreso y la dignidad, la política peronista, especialmente durante los gobiernos kirchneristas, ha abusado de la mística religiosa, mezclando figuras como Perón, Evita, Cámpora, Néstor y Cristina. Esta amalgama de líderes ha llevado a una distorsión de la realidad, convirtiendo la promesa de desarrollo en una sombra de lo que alguna vez fue. La sociedad argentina, inmersa en la incertidumbre y la nostalgia, busca respuestas y soluciones que le permitan superar la melancolía de un pasado idealizado.

Osvaldo González Iglesias – Escritor – Editor

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