El directorio del FMI aprobó las metas del cuarto trimestre de 2022 del programa con la Argentina y autorizó el giro por U$S 5.400 millones. Con este desembolso el Gobierno paga vencimientos al Fondo y deja un saldo para las arcas del Central de alrededor de U$S 2.500 millones.
Tras la gira oficial por Estados Unidos y los encuentros de Alberto Fernández con el presidente, Joe Biden, y de Massa con Gita Gopinath, la número dos del FMI, el organismo flexibilizó la meta de acumulación de reservas. A cambio el país del norte se encargó de recordar que objeta la participación de empresas chinas en la licitación de telecomunicación 5G, en la hidrovía, y en la construcción de centrales nucleares.
Los efectos de la sequía y la guerra no fueron suficientes para el Fondo. El directorio del organismo mantuvo firme la meta de déficit fiscal primario (lo considera “esencial”) para este año que deberá caer a 1,9% del PIB en relación al 2,5% pautado en 2022. El Fondo sugiere en el comunicado avanzar con la suba de tarifas de energía para usuarios residenciales y comerciales de altos ingresos e introducir “regulaciones estrictas” en la nueva moratoria de jubilaciones para reducir el “costo fiscal” de la medida, es decir imponer restricciones para que menos personas puedan acceder a una jubilación. También insistió con sus clásicas recetas de subir las tasas de interés para que en términos reales sean positivas, una medida que desacelera la actividad económica porque encarece el crédito productivo y para el consumo, y seguir con las minidevaluaciones del tipo de cambio oficial (“tasa de crawl”), que presionará al alza los precios.
El FMI indicó que “es posible que se requiera un endurecimiento adicional de la política macroeconómica y modificaciones adicionales a la política cambiaria para salvaguardar la estabilidad macroeconómica”. ¿Se refiere a un ajuste mayor o un salto del tipo de cambio? Ambas medidas son parte de su manual. Estas son las consecuencias de seguir bajo el mando del Fondo, quien seguirá con las revisiones trimestrales sobre la economía argentina. Los burócratas del organismo dirán qué está bien y qué está mal con el chantaje permanente de su decisión de mandar fondos frescos para cancelar los pagos comprometidos.
Massa a la caza de dólares
Ante la “falta” de dólares el ministro de Economía rasca otra vez la olla (después de anunciar el manotazo a los recursos de la Anses) y concede un nuevo beneficio para las patronales agrarias, el dólar agro, un tipo de cambio diferencial para la soja y las economías regionales. Se espera la publicación de la letra chica del tipo de cambio diferencial en el Boletín Oficial.
El dólar soja ya tuvo dos versiones. La primera fue en septiembre, a valor de $ 200 por dólar donde se liquidó U$S 8.100 millones, y la segunda versión fue en diciembre y las patronales agrarias liquidaron divisas por U$S 3.155 millones. Esta medida representó una ganancia adicional para el campo de más de $ 200.000 millones y más de $ 130.000 millones, respectivamente. La contracara fue la emisión de una Letra del Tesoro en dólares, a diez años de plazo, para compensar al Banco Central por la diferencia entre la cotización oficial de la divisa y la del “dólar soja”, es decir se generó más deuda.
A la espera de la confirmación oficial de un dólar más alto las agroexportadoras casi no hicieron operaciones, el pasado viernes según publicó la Bolsa de Comercio de Rosario “en el mercado de soja no se registraron ofrecimientos abiertos de compra para la adquisición de mercadería”.
¿Quiénes fueron las empresas que ya ganaron con las versiones anteriores del dólar soja? Cargill, Aceite General Deheza, Viterra, Bunge, Molinos Agro, Cofco, entre otras. En esta nueva versión seguramente se agreguen los grandes bodegueros, los dueños de los ingenios, y otras grandes empresas que exportan productos de las economías regionales. Esta medida también impactará en la suba de otros precios ya que los exportadores priorizarán vender al exterior y esto disminuye la oferta de productos en el mercado interno. Por ejemplo, es probable que aumente el precio de los productos para producir alimentos balanceados para los animales lo que presionará la suba de precios de huevos, leche, lácteos, carne aviar, porcina y vacuna.
Honrar la deuda en un país con más pobres
Massa y sus conejos de la galera solo postergan el problema de los dólares necesarios para afrontar los vencimientos de deuda que el país tiene por delante y que tanto el oficialismo como la oposición patronal pretenden honrar.
Desde que asumió el Gobierno del Frente de Todos se pagaron al FMI U$S 27.816 millones, pero se recibieron desembolsos por U$S 24.322 millones, según respondió la Jefatura de Gabinete de Ministros a la pregunta que realizó el PTS en el Frente de Izquierda sobre los vencimientos y pagos al FMI. Esto quiere decir que se perdieron casi U$S 3.500 millones en lo que va de su gobierno para pagar al Fondo. Según el informe de Jefatura, al 28 de febrero de este año se le debe al organismo internacional U$S 52.990 millones: U$S 42.919 millones de capital y U$S 10.070 millones de intereses con el siguiente cronograma de vencimientos.
Cuadro presentado en el Informe 135 de Jefatura de Gabinete de Ministros.
Para 2023 y 2024 habrá desembolsos del FMI por U$S 16.678 millones y U$S 3.355 millones, respectivamente, aclaró el documento. Este año se paga más de lo que se recibe (-U$S 177 millones), en 2024 el desembolso del organismo solo cubrirá la mitad del vencimiento, y el último giro que hará el Fondo será en septiembre de 2024. A partir de 2025, ¿cómo hará el país para pagar los vencimientos pendientes? Los vencimientos desde ese año representan cuatro veces más que el saldo comercial del país (diferencia entre exportaciones e importaciones).
A esta cuenta hay que sumar el pago a otros organismos multilaterales y la reestructuración de deuda que hizo el exministro Martín Guzmán con los lobos de Wall Street. Según el mismo informe de Jefatura en 2022 se pagaron U$S 896 millones por los bonos Globales y en 2023 y 2024 se pagarán aproximadamente U$S 1.329 millones y U$S 2.601 millones, respectivamente.
“Los requerimientos de divisas para atender la deuda externa son elevados, limitan la posibilidad de dólares para otros usos”, advierte la doctora en Economía Noemí Brenta en su libro Historia de la deuda externa argentina. De la dictadura hasta nuestros días. Este es un problema recurrente en Argentina. La “falta” de dólares o “restricción externa” es un problema estructural de la economía, gran parte de las divisas se van a pagar deuda anterior, para la fuga de capitales y giros de utilidades de las multinacionales.
Gobierno tras gobierno se mantuvo en el negocio de la deuda y se reestructuró para seguir pagando. Esto solo sirvió a los intereses de los sectores del empresariado más concentrado y del capital financiero internacional. Pero la clase trabajadora cargó con los costos de pagar la deuda, y este es de nuevo el plan para cuando no se pueda volver a pagar.
“La deuda externa argentina es un cristal sumamente frágil y peligroso, capaz de arruinar la vida de la inmensa mayoría de los habitantes del país”, sentenció Brenta en el libro ya citado. Esto ya lo vivió el país y se observa en el aumento persistente de la pobreza desde la dictadura a la actualidad o en la suba de la precarización laboral. El rostro más cruel es la pobreza infantil que en 2022 afectó a 6 millones de niños y niñas. Según un informe de la Universidad Católica Argentina, la pobreza infantil desde 1996 a 2019 no perforó el piso del 38% (2013), un porcentaje elevado, incluso en los mejores años de crecimiento económico durante los gobiernos kirchneristas por el boom de los precios de los commodities.
Esta es la decadencia que imponen la clase capitalista y sus partidos políticos, pero hay otra salida. Un conjunto de medidas de otra clase como el desconocimiento soberano de la deuda, la nacionalización del sistema bancario y el comercio exterior bajo gestión de los trabajadores, entre otras. Un programa para que la crisis esta vez la paguen los grandes empresarios.
Fuente: La Izquierda Diaria, Argentina.