El 17 de abril de 2015 el presidente ruso Vladimir Putin decidió ahorrar. Justo ese día, poco más de un año después de la anexión de Crimea a la Federación Rusa, las reservas internacionales de su banco central tocaron mínimos de ocho años (350.500 millones de dólares).
Pero a partir de ahí el Banco de Rusia ha ido engordando esa cartera hasta los 643.000 millones de dólares, un máximo histórico. La razón de este gigantesco ejercicio de austeridad, equivalente al 38% de su PIB de 2021, la hemos visto esta misma semana: acumular un colchón financiero suficiente para resistir las sanciones económicas de una agresión militar a Ucrania.
Se trata de un búnker financiero cuidadosamente construido por Putin a lo largo de siete años al que, paradójicamente, han contribuido decisivamente las compras de gas y petróleo de la Unión Europea. ¿El problema para el mandatario ruso? Que Occidente, en un gesto inesperado, se ha conjurado para inutilizarlo. Y según los análisis preliminares, podría haber reducido de un plumazo al menos dos terceras partes del blindaje del búnker, hasta dejarlo en apenas 243.000 millones.
“Esto congelará sus transacciones. Y hará imposible que su banco central liquide activos”, continuó la lideresa europea
Las reservas internacionales son activos financieros en moneda extranjera y son críticos para la economía de un país. Para calcularla se suelen contabilizar activos como divisas extranjeras, bonos denominados en esas divisas, reservas de oro, derechos especiales de giro y la posición de reserva en el Fondo Monetario Internacional.
Se usan para garantizar las importaciones, para intervenir en los mercados de divisas en defensa de la propia —desde la invasión de Ucrania el rublo ha caído un 6% frente al dólar— y, muy importante en tiempos de divisas fíat, para generar confianza entre los inversores.
Pero ayer mismo, EEUU, la Unión Europea, Canadá y Reino Unido se comprometieron, en palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a “paralizar los activos del Banco de Rusia”. “Esto congelará sus transacciones. Y hará imposible que su banco central liquide activos“, continuó la lideresa europea.
Así lo explicaba una fuente de la Casa Blanca al diario británico ‘Financial Times’: “Sin poder comprar rublos de instituciones financieras occidentales, el banco central de Putin perderá su capacidad de compensar el impacto de nuestras sanciones. El rublo caerá aún más, la inflación se disparará y el banco central quedará indefenso”.
Esos 643.000 millones de dólares son el pulmón artificial con el que Putin pretende suministrar a la economía rusa el oxígeno que, por su parte, le cortaran sus rivales occidentales. Y, con ello, mitigar de algún modo el eventual descontento de la población por las penurias económicas causadas por la intervención militar.
Por supuesto, para ello las medidas deben aplicarse de forma eficaz y Moscú ser incapaz de compensarlas con apoyo de otras potencias internacionales, como puede ser China. Pero hasta el momento, Occidente solo había impuesto sanciones de este calibre a Irán, Venezuela y Corea del Norte, lo que da una idea del nivel de aislamiento en el que se quiere situar a la Rusia de Putin.
Buena parte del daño de las medidas anunciadas ayer, dependen de la composición de la cartera de activos internacionales del Banco de Rusia. Por un lado, hay unos 150.000 millones de dólares en oro custodiados dentro de las fronteras del país y por otro, el equivalente a 91.000 millones de dólares en divisa china (el yuan).
Un análisis conservador de la situación dejaría estos 241.000 millones fuera del alcance de las medidas. Pero luego están el resto de activos, hasta 400.000 millones de dólares, que se corresponden principalmente a economías del G-7. Esta sería la parte que quedaría inutilizada si las medidas anunciadas ayer por EEUU, la UE, Reino Unido y Canadá tienen éxito.
Ahora falta por ver cómo reacciona Rusia ante estas medidas, que ya había prometido sus propias represalias económicas. Por una parte, había una relación de interdependencia: Europa necesita el suministro de gas ruso y la economía rusa necesita esas compras. Pero, por la otra, Occidente quiere impedir que Moscú pueda utilizar plenamente las reservas de divisas que obtiene con la venta de esas materias primas. La batalla será larga.
De momento, el Banco de Rusia está publicando semanalmente, cada jueves, el dato de sus reservas internacionales. La próxima fecha prevista es el 3 de marzo. Apenas dentro de cuatro días. Pero eso solo si el Kremlin decide seguir dando publicidad a ese dato. Desde esta misma semana, las reservas internacionales han dejado de ser una cita exclusiva para inversores, para pasar a serlo de analistas militares y geopolíticos. Es el contador del oxígeno que le queda a Putin antes de sumir la economía rusa en el caos.