NI UNA MUERTE MÁS

Los acontecimiento que transcurren hoy en Ucrania dejan expuestas facetas de la condición humana en plena expansión del siglo XXI: por un lado, hoy gracias a la redes y la existencia de un mundo, por una otra razón más integrado, no sólo producto de la globalización, sobre todo por una gran curiosidad, una avidez por conocer y una disposición de los pueblos a integrarse a una humanidad que busca acomodar los valores acordes a los tiempo modernos, predominio de la cultura, la integración y  los derechos que indefectiblemente avanzan en la conciencia y en la práctica.  Los intereses de una humanidad integrada y dispuesta a mejorar las condiciones de vida en el plano local y global. 

La guerra una vez más deja expuesta  su crueldad y despropósito,  los hechos que se observan se alejan  de cualquier razonabilidad que los justifique. Los estallidos, bombardeos, y metrallas que caen sobre poblaciones de inocentes obligados a arrastrarse a las madrigueras para resguardarse de la prepotencia de los bombardeos que diezman la población sin considerar las consecuencias de sus estallidos, señala la faceta más oscura, más brutal de la condición humana, la misma humanidad que busca encontrar caminos de reconciliación:  las migraciones masivas en busca de mejores condicciones de vida, las epidemias y pandemias con su secuela de muertes y aislamientos, ha demostrado la posibilidad de abordar otra lado de esa condición y demostrar que aun conservamos un espirito empático que trasforma el dolor del otro, en nuestro propio dolor, “Las campanas doblan por ti” decía Ernest  Hemingway, en su ya clásica novela, “Por quién doblan las campana” que narra  los padecimientos  de la guerra civil española. 

Llegamos hasta acá luego de varios días de conflicto, en donde los Ucranianos defienden con hidalguía su tierra sin medir costos ante un enemigo implacable que lleva en su bandera el orgullo caduco de una imperio perimido por el tiempo y derrotado por su atemporalidad y despropósito. Llegamos hasta acá cansados de escuchar a una izquierda también caduca y perimida sosteniendo cientos de argumentación para justificar la agresión, alegando  como justificación, los padecimientos  sufridas por los Afganos, Iraquíes, Panameños, Vietnamitas por  parte de los norteamericanos, en sus tantas incursiones militares en el mundo, (cosa que también repudiamos) como si una cosa justificara la otra.  Así nos formamos, insensibles ante la muerte, calculadores ante los hechos  políticos, sin ideologías, sin principios, ni códigos. Un niño gritando, un hombre sepultado por la nieve, mujeres solas cruzando las fronteras, dejando atrás a sus parejas que deciden quedarse a luchar, no se conmueven, no les importa, tiñen todo de enmarañadas argumentaciones justificativos, si tan solo nos concentramos en los hechos, alcanzaría para ejercitar nuestros sentimientos, y atesorar el dolor del otro, como nuestro propio dolor. 

Putin  se resiste a comprender que los pueblos tienen derecho a determinar su destino, a establecer sus prioridades y a proyectar su vida como les plazca en una comunidad armónica en donde la inclusión y la solidaridad toma cuerpo en las acciones del gobierno. Ucrania eligió democráticamente a su presidente, solo aspira a vivir en paz y si por alguna razón persiste en ser parte de la comunidad Europea, es porque el registro de su historia le anunciaba este desenlace, a la vista está las razones de sus temores y la justificación de su persistencia, Rusia arremete sobre los civiles como Stalin lo hizo en su época, con todo aquel que se oponían a sus política de integración diezmando con su represión,  comunidades que consideraba peligrosa para sus fines, los genocidios producidos en Ucrania contra comunidades enteras es un firme argumento de los temores vigentes., de un pueblo vulnerable ante el mundo. 

Que haríamos nosotros, argentinos, si estuviéramos en la misma situación, evaluar los hechos en la comodidad de una vida sin sobresaltos es no solo facilista, sino de cobardes. Cuando están en juego las vidas humanas, en Ucrania, Afganistán, Palestina, Irak, Vietnam, Crimea, Hong Kong, Siria, China, Venezuela, no existe  consideración política, si la política, o las ideologías justifican la muerte es un claro indicativo de por donde no debemos transitar. En el siglo XXI el oscurantismo y la cancelación son retrógrados y muestra cabal de las míseras que aún anidan en nuestro corazón. 

Decir no a la Guerra, en donde ella suceda, es decir si a la vida donde está este en peligro. Decir no al atropello de los poderosos contra poblaciones indefensas es el camino que la humanidad debe transitar para que otra nueva oportunidad  de avanzar por la reconciliación de los pueblos  sea posible, en donde los valores humanos sean central y los derechos sociales imprescindibles,   es momento de construir un canal de diálogo en donde estos valores, (núcleos de la condición humana) sean establecidos y sostenidos por todas la comunidad internacional. Ni una muerte más 

OGI – Escritor.

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