El fallecimiento en la prisión ártica de Alexei Navalny, destacado opositor ruso y principal adversario del presidente Vladimir Putin, ha desencadenado reacciones a nivel mundial. Mientras el Kremlin se mantiene cauteloso sobre las causas de la muerte, representantes occidentales y de Ucrania sugieren una posible conexión del gobierno ruso con el deceso del activista de 47 años, condenado por extremismo.
Dmitri Peskov, portavoz de Rusia, limitó sus declaraciones a confirmar que el presidente había sido informado, mientras que la agencia oficialista RT citó a una fuente del servicio secreto que mencionó un posible coágulo sanguíneo como causa de la muerte de Navalny. La Comisión de Investigación rusa anunció el inicio de una investigación sobre el caso.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, desde Alemania, afirmó que es “obvio” que Putin estuvo directamente detrás de la muerte de Navalny, instando a que el mandatario ruso rinda cuentas. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, expresó su “profunda tristeza y preocupación”, destacando que Rusia tiene “serias preguntas que contestar”. La Unión Europea responsabilizó al “régimen ruso” por la muerte, subrayando que Navalny luchó por los valores de la libertad y la democracia.
Líderes internacionales, como el primer ministro británico Rishi Sunak, calificaron la muerte como una “inmensa tragedia”. El canciller francés Stéphane Séjourné mencionó que Navalny pagó con su vida su resistencia a un sistema de opresión en Rusia. El sueco Tobias Billström consideró el hecho como otro “terrible crimen del régimen de Putin”.
José Manuel Albares, jefe de la diplomacia española, exigió aclarar las circunstancias de la muerte, denunciando el encarcelamiento injusto del opositor por motivos políticos. Dmitri Muratov, premio Nobel de la Paz, calificó la muerte como un “asesinato” y sugirió que las condiciones de la prisión podrían haber provocado el fatal desenlace. Muratov, conocido periodista y fundador del diario independiente Nóvaya Gazeta Europe, fue incluido por el Kremlin en la lista de “agentes extranjeros” el año pasado.
