Muere Mario Vargas Llosa, el último monstruo sagrado de la literatura latinoamericana

El escritor peruano Mario Vargas Llosa falleció este domingo en Lima a los 89 años, según informaron sus hijos en un comunicado.

Ganador del premio Nobel de Literatura en 2010, Vargas Llosa fue el autor de obras cumbre de la literatura latinoamericana, como “La fiesta del Chivo”, “Conversación en La Catedral” o “La ciudad y los perros”.

“Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera, y deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá”, señalaron en su comunicado los hijos del escritor, Álvaro, Gonzalo y Morgana.

“Procederemos en las próximas horas y días de acuerdo con sus instrucciones. No tendrá lugar ninguna ceremonia pública. Nuestra madre, nuestros hijos y nosotros mismos confiamos en tener el espacio y la privacidad para despedirlo en familia y en compañía de amigos cercanos. Sus restos, como era su voluntad, serán incinerados”, agregaron.

El también ganador del premio Príncipe de Asturias e integrante de la Academia Francesa estuvo acompañado en sus últimos días de vida por sus hijos y la madre de estos, Patricia Llosa Urquidi.

Obra prolífica

Vargas Llosa tuvo claro desde muy joven que quería ser escritor.

Y a eso dedicó su vida con disciplina de picapiedrero, hasta que consiguió el reconocimiento universal como autor y una división de opiniones en torno a su figura pública que quizás no se veía en Occidente desde la época del filósofo Jean Paul Sartre.

Tal vez no es coincidencia: Sartre fue uno de sus primeros modelos (sus compañeros de juventud le decían “el sartrecillo valiente”), y aunque después abjuró de las ideas políticas del francés -y de muchas de las literarias-, hasta el final fue un escritor engagé, comprometido con su realidad, como lo pregonaba el famoso existencialista.

Esa disciplina y compromiso lo llevaron a producir una obra de asombrosa abundancia: 20 novelas, un libro de cuentos, 10 obras de teatro, 14 libros de ensayo, dos de crónicas y uno de memorias, amén de mútiples recopilaciones de sus columnas y escritos sueltos.

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nació el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, la ciudad blanca en el sur de Perú.

Y aunque siempre la ha señalado como su lugar de origen (y ahí, en la casa colonial donde nació, reposa su biblioteca), sólo vivió en ella un año.

En 1937, su abuelo Pedro J. Llosa decidió irse a vivir a Cochabamba, Bolivia, a administrar una hacienda algodonera. Allí, rodeado de mujeres y de la autoridad benigna de su abuelo, Vargas Llosa vivió en lo que él mismo ha descrito como una especie de paraíso.

La caída en la realidad vendría nueve años después, cuando la familia materna había regresado a vivir en Perú, esta vez a la ciudad de Piura, donde su abuelo fue nombrado prefecto.

Una imagen del escritor en 1975.
Pie de foto, Una imagen del escritor en 1975.

La figura paterna

Lo que sucedió allí fue uno de los eventos fundamentales en su vida, tanto, que con él empieza “El pez en el agua”, lo más cercano a una autobiografía que Vargas Llosa llegó a escribir.

“Mi mamá me tomó del brazo y me sacó a la calle por la puerta del servicio de la prefectura. Fuimos caminando hacia el Malecón Eguiguren. Eran los últimos días de 1946 o los primeros de 1947, pues ya habíamos dado los exámenes en el Salesiano, yo había terminado el quinto de primaria y ya estaba allí el verano de Piura, de luz blanca y asfixiante calor.

-Tú ya lo sabes, por supuesto -dijo mi mamá, sin que le temblara la voz-. ¿No es cierto?

-¿Qué cosa?

-Que tu papá no está muerto. ¿No es cierto?

-Por supuesto. Por supuesto.

Pero no lo sabía, ni remotamente lo sospechaba”.

Ernesto Vargas, el hombre que había abandonado a la madre del futuro escritor pocos meses antes de que éste naciera, regresaba para ocupar su patriarcal lugar en el centro de la familia.

Y vaya si lo ocupó: ese mismo día, sin siquiera avisarle a la familia de su esposa, Dora, se los llevó a vivir a Lima.

Es posible que la pulsión de Mario el escritor naciera ahí, en la descomunal y desigual lucha de voluntades que se inició entre ese niño y su tiránico padre.

Lima, la detestable

También en “El pez en el agua” Vargas Llosa dice que detestó a Lima desde el primer momento y se refugió en las revistas de historietas y las novelas de aventuras de Julio Verne, Emilio Salgari y Karl May.

Cuando Mario tenía 14 años su padre cumplió la amenaza de ingresarlo a un colegio militar, el Leoncio Prado.

Mario Vargas Llosa
Pie de foto, Vargas Llosa nunca fue un escritor de torre de marfil. En la foto, durante una visita en 2010 a la zona árabe de Jerusalén para documentar la situación de los palestinos viviendo bajo ocupación israelí.

Allí pasaría cuatro años y, contra lo que su progenitor quería, lo enfrentaría a un microcosmos de lo que era Perú, con jóvenes de todas las clases sociales y razas de Perú, así como a la tremenda violencia que se desataba de ese encuentro. Y lo convencería de su íntimo deseo de ser escritor.

Sobre su experiencia en el colegio militar escribiría, a los 26 años de edad, su primera novela, “La ciudad y los perros”, la cual no sólo lo lanzaría a la fama sino que inauguraría el movimiento literario con el que sería identificado el resto de su vida: el Boom de la literatura latinoamericana.

Pero eso sería un poco más tarde. Antes vendría la experiencia completa de Lima (con un breve interregno en Piura para terminar su bachillerato, escribir su primera obra de teatro, “La huída del inca” y trabajar en la sección policial de un diario) que ya no le parecería tan detestable.

En la capital trabajó en periódicos y como asistente de un historiador, estudió Derecho y Literatura en la Universidad de San Marcos, perteneció brevemente al prohibido partido comunista de Perú, y ganó un viaje de 15 días a Paríspor su relato “El desafío”, que forma parte de su único libro de cuentos, “Los jefes”.

Fue en ese período que conoció la obra de José Carlos Mariátegui, Carlos Marx y Sartre, fundamentales para su pensamiento político temprano, y la del estadounidense William Faulkner, quien lo marcó por su prodigiosa técnica novelística. También leyo con fruición a Alejandro Dumas, Víctor Hugo y Gustave Flaubert, otro de sus grandes maestros.

Fue también cuando, en un caso de rebeldía tribal, se casó, a los 19 años, con su tía materna, Julia Urquidi, 11 años mayor que él y divorciada.

De su relación con ella y su trabajo en Radio Panamericana saldría una de sus novelas más exitosas y graciosas: “La tía Julia y el escribidor”. De su experiencia limeña en tiempos de la dictadura del general Manuel Odría, la monumental “Conversación en la catedral”, y de Piura y dos estadías en el Amazonas peruano, “La casa verde”.

Fuente: BBC

Tags

Compartir post