Lo primero que puede sorprender al lector que quiera entender, en líneas generales, de qué va este nuevo proyecto Metaverse de Zuckerberg, es que la idea no va a parecerle, en principio, nada nuevo. Las élites de Silicon Valley siempre han soñado con un mundo virtual, hiperreal y personalizado, una especie de zona de confort colectiva que complemente y por momentos sustituya o reemplace la vida real. Ocurre que la gente común suele frustrar las expectativas de quienes han intentado ofrecerles estas utopías virtuales: para la mayoría de nosotros, los ciudadanos de a pie, ya es suficiente con tener que sumergirnos diariamente en los desafíos del mundo real. Es precisamente la primera crítica que recibió el Metaverse: sólo una pequeña parte de la comunidad de FB, en principio, podría entusiasmarse con la experiencia inmersiva que se le propone.
De modo que las mil y un promesas que hizo el CEO de Facebook al presentar su idea como “the big thing” para los próximos años, no garantizan una adopción automática por parte del grueso de los usuarios de Facebook. No olvidemos que el gran capital que tiene Zuckerberg es precisamente ese: su incomparable lista de contactos, que disuade a otros emprendedores de crear plataformas que compitan con el laberinto azul de Mark. A fin de cuentas ¿para qué cambiar de red social si todos mis amigos ya están en Facebook?
Para los escépticos también hay otro problema: a menos que el Metaverso constituya un salto tecnológico de enormes proporciones (lo cual debería cambiar los hábitos de uso de millones de personas en muy poco tiempo), la propuesta de la flamante empresa Meta sólo resultará atractiva para quienes realmente estén acostumbrados a explorar las nuevas tecnologías. Pero ni siquiera esa proporción minoritaria de la población virtual está asegurada: recordemos que los fans de la realidad virtual, los geeks ávidos de experiencias inmersivas y los gamers ya están acostumbrados a este tipo de juegos de inmersión virtual, y para eso ya hay un (meta)universo menos conocido pero muy sofisticado. Ni esa mínima parte de la población está garantizada, de modo que la de Zuckerberg parece una apuesta en extremo arriesgada. Un “big leap” que ningún experto en comportamiento social podría predecir respecto de los usuarios de redes sociales.
El Metaverso podría definirse en estas cuatro palabras: Facebook en realidad virtual. Pero detrás de la promesa de encuentros casi reales con tus amigos, de la posibilidad de establecer contacto visual con interlocutores ubicados a millas de distancia o la chance de hacer compras de supermercado desde casa –pero como si estuvieras allí- parece haber una cara menos luminosa en la (cripto)moneda que nos ofrece Mark. No hace falta ser muy suspicaz para no relacionar este abrupto rebranding de la marca Facebook de las interminables polémicas que Facebook ha tenido desde su utilización en los años de la primavera árabe hasta los días del affair con Cambridge Analitysc, y el dolor de cabeza que ha tenido para Zuckerberg la lluvia de críticas hacia su política de privacidad, los criterios que tiene la empresa para censurar contenidos, las dificultades de la plataforma para lidiar con las noticias falsas, el acoso virtual o el lenguaje de odio.
Nada nos dice el CEO de Meta sobre los problemas que no sólo van a seguir presentes, sino que probablemente van a aumentar. Huir hacia adelante parece una buena escapatoria a corto plazo, pero no resuelve ninguno de los interrogantes que Facebook ha planteado en los últimos años.
De todos modos ya había una erosión en el gigante de las redes sociales que tarde o temprano iba a obligar a su CEO a reaccionar. Zuckerberg venía perdiendo muchos de sus usuarios, y ya era hora de ofrecer alguna opción a sus población más joven, que ya había mudado sus perfiles a Instagram, transformando a FB en una plataforma más interesante para mayores de 50, pero a la cual los jóvenes difícilmente quisieran retornar.
“La élite Tech de la costa oeste quiere escapar del mundo que arruinó”, dicen los críticos, y algunos por derecha y otros por izquierda encuentran por lo menos inquietante la perspectiva que ya había sido mencionada por las élites globalistas en el Foro Económico Mundial: “no tendrás nada y serás feliz”. La frase parece ineludible si pensamos en Metaverse: algunos sueñan con hacernos vivir –y vendernos productos y servicios- en un mundo paralelo. Pero ese lado oscuro de la moneda quedará para otro momento.
El desafío para Zuckerberg, sin dudas, será convencer a sus usuarios cautivos de que el modelo de negocios ofrecido por la nueva plataforma es atractivo y seguro, para lo cual todo lo concerniente a los problemas de seguridad y privacidad será clave. Y el as en la manga –o la trampa escondida en este nuevo proyecto- tal vez sea conocer quién monopolizará la (cripto)moneda que circulará en el universo alternativo que Zuckerberg nos promete para la década que recién empieza.
To be continued…
Especialista en temas Internacionas.