Hugo Alconada Mon es abogado, prosecretario de redacción del diario argentino ‘La Nación’ y miembro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.
En un gran evento, desde un estrado con escenografía ad hoc y varias pantallas, el presidente de la Argentina, Alberto Fernández, anunció el lanzamiento del nuevo diseño del mismo peso argentino de siempre. Ahora tendrán los rostros de próceres en vez de los animalitos que insertó su antecesor, Mauricio Macri. Pero ni uno ni otro han resuelto el problema que hunde a millones de argentinos en la pobreza: la inflación.
Este anuncio presidencial del 23 de mayo dice mucho sobre la política argentina. En vez de abordar los problemas de fondo, como la escalada galopante de precios, la pauperización social y la economía distorsionada, los dirigentes promueven medidas cosméticas, erróneas o que distan de resultar esenciales, pero que llevan a la Argentina a ahondar su camino descendente.
ejemplo suficiente, incluyen que el gobierno quiere reforzar las retenciones a las exportaciones, convencido de que desacoplan los precios internos de los internacionales y reducen la inflación. Pero obvia que resultan contraproducentes porque desalientan la producción y, a la larga, no sirven para erradicar la inflación. ¿Un ejemplo? Las exportaciones de carne cayeron 14% en abril de este año en comparación con el mismo mes de 2021, pero su precio subió más de 50%, según datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna. ¿Otro ejemplo? En plena crisis alimentaria global por la invasión de Rusia a Ucrania, la Argentina reducirá 3% el área sembrada con trigo en la campaña agrícola 22/23 respecto del ciclo anterior, según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. Son oportunidades billonarias que pierde el país.
Las medidas que distan de ser esenciales muestran que el oficialismo impulsa ampliar la Corte Suprema de Justicia y una de las opciones analizadas es que cada provincia designe a un integrante. Eso llevaría al tribunal a sumar dos docenas de jueces y elevaría su politización a extremos jamás vistos en la Argentina. El objetivo declamado es mejorar su eficiencia y darle una impronta más federal. Pero modificar el número de integrantes no influye en sus resultados. A lo largo de más de un siglo funcionó con cinco, siete, nueve y también con tres y eso resultó irrelevante. Por el contrario, los expertos y funcionarios judiciales consideran que para mejorar la administración de justicia es esencial instrumentar las reformas ya aprobadas, pero que no se aplican —como activar el sistema procesal acusatorio en el fuero federal de todo el país— o designar cientos de jueces y fiscales en los estrados disponibles pero vacantes y que en ciertas provincias llega a 50%, según remarcó el presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, hace unos días.
Este énfasis de la clase dirigente por centrarse en lo cosmético, lo irrelevante o lo que dista de ser esencial ocurre, además, en momentos en que 60% de las y los argentinos señala a la inflación como su principal preocupación, seguido por la corrupción, el desempleo, la inseguridad, la educación y el narcotráfico, en medio de un contexto gravísimo: sin planes sociales, la mitad de los argentinos sería pobre, según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina. ¿Y cuál fue una de las últimas iniciativas del presidente? Convocó a un equipo de expertos para analizar otro tema: una eventual reforma del sistema de salud. ¿Y a quién designó para liderar a ese equipo? A quien fue su ministro de Salud hasta que debió echarlo del gobierno por montar un vacunatorio VIP durante la pandemia.
Mientras tanto, y volviendo a la moneda argentina, recordemos lo esencial: no es una cuestión de billetes con animalitos o próceres. Pasa por sostener su poder adquisitivo. A lo largo de la historia argentina, el peso perdió 13 ceros (sí, leyó bien: 13). ¿Un último ejemplo? Cuando se lanzó la última versión del peso argentino, en 1992, San Martín aparecía en el billete de cinco pesos, que equivalía entonces a cinco dólares. 30 años después reaparecerá en el billete de 1,000 pesos, que en el mercado negro equivale hoy a cinco dólares. ¿Abordaremos algún día lo esencial en la Argentina en vez de quedarnos en lo anecdótico?
Por Hugo Alconada Mon
Fuente: The Washington Post, EEUU