El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dejado en claro que no está dispuesto a proporcionar fondos frescos y espera conocer los resultados de las elecciones antes de comprometerse con la ayuda financiera. El promocionado apoyo para estabilizar la economía se limita a saldar el cronograma de pagos original, sin ofrecer soluciones inmediatas.
Los u$s7.500 millones llegarán en agosto, después de las PASO, lo que implica que la negociación podría involucrar a un tercero y depender de quién gobierne a partir de diciembre. Aunque Massa evita el default y asegura ciertas intervenciones en el mercado cambiario, el resto del acuerdo se ajusta a las medidas clásicas del ajuste fondomonetarista, incluyendo subidas de tasas de interés, aceleración del crawling peg, aumento de tarifas y recortes en asistencia social y gastos públicos.
El déficit fiscal es motivo de conflicto, con Massa defendiendo un 1,9% del PBI frente a las exigencias del FMI de reducirlo al 1,5%. El recorte en prestaciones sociales y subsidios a la energía ha generado protestas piqueteras y descontento en la militancia kirchnerista, que ve compromisos con el FMI detrás de estas decisiones.
En el mercado, el acuerdo con el FMI genera poco entusiasmo, ya que no habrá efectivo de corto plazo y se espera que el Gobierno deba continuar buscando soluciones para evitar agotar las reservas líquidas. Aunque algunos consideran que el FMI ha sido blando en ciertos puntos, se prevé una corrección cambiaria posterior al cambio de gobierno, sin un salto devaluatorio hasta enero.
Mientras tanto, Massa sigue buscando reforzar las reservas con medidas como el “dólar maíz”, aunque el acuerdo con el FMI no ofrece el tan anhelado “fondo fresco” para la economía argentina.