El INDEC difundirá hoy a las 16 el dato de inflación de febrero, que se ubicaría en alrededor de 4% por la renovada presión de los precios de los alimentos y el incremento de los combustibles. Las miradas, sin embargo, están puestas en marzo, donde se habría verificado un pico inflacionario que podría llevar el índice al 5%, por el fuerte impacto provocado por la suba de las materias primas en medio de la guerra de Rusia y Ucrania.
El mes pasado la inflación tuvo un comportamiento bastante parecido al de enero, que arrojó un incremento de 3,9%. En febrero se sumó el incremento de las naftas que agregó algunas décimas al índice. Con el acumulado en el primer bimestre la inflación habrá superado el 9%, es decir más alta que el registro de la mayoría de los países latinoamericanos en todo el año. Incluso Venezuela, que durante varios años sufrió hiperinflación muestra mejores datos que la Argentina. En febrero, en el país caribeño la inflación ascendió a 2,9%.
Al revés de lo que había sucedido en los últimos meses de 2021, ahora lo que más está impulsando la inflación son los precios de los alimentos, con el consiguiente impacto en la canasta básica. Ya en enero el ajuste había llegado casi al 5% y algo parecido habría sucedido en febrero. Además, marzo presenta fuerte estacionalidad por el inicio de las clases y el cambio de temporada en vestimenta y calzado.
Se confirman así los temores de otro año muy complicado en materia de precios, que se agravará en este mes de marzo. Los analistas están aguardando que este mes registre un pico a partir de las subas en los precios de las materias primas a causa de la guerra entre Rusia y Ucrania. Ayer, sin ir más lejos, aumentaron las naftas 9,5% en promedio. Y también se registran fuertes incrementos en productos como harinas y aceites. El propio Martín Guzmán reconoció ayer en el Senado que el conflicto bélico “ya está impactando en los precios en la Argentina”.
No obstante, ya desde antes de que estallara la guerra la inflación venía acelerándose de manera peligrosa. Es cierto que la situación internacional agrega presión por todos lados. Los textiles se quejan del aumento del algodón, la industria en general sufre fuertes aumentos de las materias primas para la producción y también volvieron a subir los precios de los fletes a nivel internacional. La preocupación en las empresas pasa, por lo tanto, en los fuertes costos en los insumos, más allá de lo que ya está ocurriendo con alimentos. El incremento del níquel y otros metales, por ejemplo, ya se hace sentir en los procesos productivos y se va trasladando al consumidor final.
El acuerdo con el FMI establece como una de las prioridades la baja de la inflación. Para eso, el Gobierno se compromete en reducir gradualmente el déficit fiscal y ponerle un freno a la emisión monetaria, que ya este año debería bajar del 3,7% a sólo el 1%.
Se trata de metas complejas de alcanzar y los mercados desconfían que realmente se cumplan. Pero aún en el caso que así sea, la reducción de la inflación será muy gradual y los efectos positivos recién llegarían más cerca de fin de año.
El último Relevamiento de Expectativas de Mercado arrojó un cálculo de inflación anual de 55%. Sin embargo, la estimación de los consultores económicos no había contemplado en aquella estimación el impacto de la guerra sobre el precio de las materias primas, que ya se siente con fuerza este mismo mes. Por lo tanto, no sería extraño que la próxima estimación ya se sitúe más cerca del 60% para 2022.
La suba de las tarifas también agregará presión sobre los precios, teniendo en cuenta que el aumento promedio para los hogares de AMBA no bajaría del 45%. En cuanto a la suba del dólar oficial, el Banco Central parece haber encontrado una velocidad crucero de 3% mensual, que también tendrá un impacto en la inflación con el paso de los meses.