Fe en la resistencia: cómo un imán del este de Ucrania tomó las armas

Dejó su mezquita cuando Rusia invadió Ucrania, hace ahora cien días, y se alistó al ejército. Yevhen Hlushchenko es un imán, un representante de la minoría musulmana de Ucrania. Hasta el inicio de la guerra trabajaba en un centro cultural islámico. Es oriundo de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania. Con más de un millón de habitantes, la urbe se halla a tan solo 30 kilómetros de la frontera rusa y es un objetivo cercano para las tropas invasoras.

“Cuando comenzó la invasión, mi familia y yo decidimos que no nos iríamos al extranjero”, relata Hlushchenko a El Independiente. Hlushchenko, en la treintena, es padre de tres niños pequeños. “Los trasladé a un lugar seguro y regresé a casa para unirme al ejército”. Ahora, es un soldado más entre los decenas de miles de voluntarios que se han sumado a la resistencia. “Estamos tratando de luchar contra las emociones destructivas de los soldados”, desliza.

El joven, en realidad, ha estado involucrado en las Fuerzas Armadas de Ucrania desde 2017, cuando se convirtió por primera vez en capellán militar. Un puesto espiritual en el ejército: un capellán adora, brinda orientación ética y apoya moralmente a los soldados cuando necesitan compasión o conversación. El ejército ucraniano tiene al menos cien capellanes a tiempo completo y muchos cientos más voluntarios.

“Antes de 2014, cuando comenzó la guerra en el Donbás, los musulmanes no tenían mucha experiencia con la capellanía en Ucrania”, recuerda. Todo cambió aquel año, cuando Rusia invadió partes del este de Ucrania y se anexionó la península de Crimea. Muchos de los musulmanes ucranianos son tártaros de Crimea. Fueron deportados por la fuerza en 1944 por Stalin y solo pudieron regresar a la península en 1991 cuando Ucrania se independizó. Desde 2014, se enfrentan a la misma discriminación que hace ochenta años.

Hace siete años, obligado por las circunstancias, el ejército ucraniano comenzó a mejorar para responder a la agresión rusa. Los capellanes, en su mayoría sacerdotes de iglesias cristianas, empezaron a seguir a los soldados al frente en gran número. “Había musulmanes en el ejército, pero muchos no practicaban y muchos no buscaban imanes”, admite Hlushenko. “Pero a finales de 2014, recibimos una llamada del Ministerio de Defensa de que un soldado musulmán había muerto. Nos pidieron que realizáramos una ceremonia de entierro adecuada para él, y así fue como nos involucramos”.

De capellán al campo de batalla

El líder religioso se hizo capellán militar en 2017. En calidad de su nuevo puesto, visitó la mayoría de los kilómetros cero del conflicto, como las regiones de Donetsk y Lugansk, en la frontera con Rusia, y trabajó allí codo a codo con uniformados ucranianos. Fue testigo allí de los enfrentamientos más violentos entre las milicias ucranianas y rusas. Una zona que vuelve a estar en el centro de la estrategia rusa, donde concentra la mayor parte de su ejército.

La capellanía en Ucrania es universal: involucra a representantes de todos los credos presentes en el país, como el islam, el cristianismo y el judaísmo. Sirven a los soldados independientemente de su religión y se acercan a sus colegas cuando se requiere un culto específico. Sin embargo, el deber más importante resulta ético: «significa hablar con los militares sobre justicia, bondad y humanidad», estima el joven.

“Estamos tratando de luchar contra esas emociones en el ejército que son destructivas. Explicamos que tenemos que luchar por la justicia de la mejor manera posible, y que una persona desarmada no puede ser objetivo de una agresión”, explica el imán. Un soldado, detalla, no debe matar al enemigo que se rinde, sino hacerlo cautivo. Un principio cuya violación ha sido denunciado ampliamente durante estos largos tres meses de contienda.

En mitad del ardor guerrero, Hlushchenko destila filosofía. Primero como capellán y ahora como soldado, ha visto la guerra de primera mano, por lo que entiende bien cómo los soldados ucranianos comenzaron a odiar a los rusos. “En el islam, para bien o para mal, no tenemos el mandamiento de poner la otra mejilla”, indica el imán. “Entonces, si hay injusticia y violencia, tenemos que detenerla. Si no podemos detenerlo pacíficamente, entonces la persona que cometió un delito debe ser castigada”.

“En la guerra, las personas se vuelven verdaderamente hermanos”

La capellanía de Hlushchenko experimentó una transformación inesperada al lanzar Rusia su invasión a gran escala. En ese instante, todos los capellanes militares eran voluntarios; no pertenecían oficialmente a las Fuerzas Armadas. Como voluntarios tenían cierta libertad de movimiento, pero también los dejaba desprotegidos porque estaban en primera línea por voluntad propia.

En febrero de 2022, el parlamento ucraniano trabajaba precisamente en una ley sobre capellanes militares. La norma fue aprobada finalmente en marzo de 2022, convirtiendo a los capellanes militares en parte oficial de las Fuerzas Armadas. Pero Hlushchenko no esperó a que se implementara. “Decidí enrolarme en las Fuerzas Armadas cuando comenzó la guerra”, apunta. “Nuestros capellanes ya no están desempeñando sus funciones directas. Estoy en el ejército, el líder de nuestra organización de capellanía musulmana también está luchando cerca de Járkov y otro colega está haciendo trabajo voluntario en el suroeste”, alega.

Hlushchenko ha tomado las armas pero sigue cumpliendo con su función de líder religioso. Alterna ambas facetas. Cuando se le requiere, especialmente entre los más jóvenes, brinda apoyo espiritual a los militares y a los civiles que lo necesitan, especialmente a los musulmanes que tuvieron que huir de la zona de guerra. “Vi cómo es una guerra desde los ojos de un soldado”, reflexiona Hlushchenko.

Distintivo del capellán musulmán en las fuerzas armadas ucranianas.

“Me hizo comprender el precio de la paz y cómo criar mejor a mis hijos. Cuando hago el trabajo de capellanía ahora, me resulta más fácil dar sentido a la guerra para la gente y explicar quiénes somos como humanos”. “Es una experiencia muy valiosa para cualquier persona, pero no todos pueden vivirla”, esboza. “No deseo que todos experimenten la guerra, pero es importante verla aunque sea parcialmente para valorar la paz y los combatientes que la defienden”.

Microcosmos bélico

Para el imán, la contienda también es una oportunidad para unir a los ucranianos. Asegura que nunca vio un solo caso de conflicto basado en la religión entre los soldados a pesar de que la mayoría de los ucranianos se identifican como cristianos. «Muchos militares saben o aprenden algo sobre la fe de sus compañeros, y no hay tensiones relacionadas con las creencias de las personas», insiste este padre de familia, que suele tener conversaciones con soldados de diferentes religiones, así como con ateos.

“Tenemos mucho de qué hablar”, dice, “El hecho de que alguien no crea en lo que yo creo no hace que nuestras conversaciones sean menos significativas o atractivas”, declara. “Este microcosmos de guerra crea la noción de una banda de hermanos”, prosigue Hlushchenko, “Estas no son solo palabras. En la guerra, las personas se convierten verdaderamente en camaradas o hermanos. Bromeo diciendo que en la vida civil, hay algunas personas que te disgustarían abiertamente o que evitarías, pero todos cambian y se aceptan unos a otros durante la guerra”.

“Ya no soy capellán, o no solo”, murmura. “Después de todo, los capellanes no pueden portar armas, pero aquí estoy como un soldado del ejército. No esperé a que la ley de capellanes se implementara por completo porque podía llevar mucho tiempo. Decidí empezar a hacer lo que puedo cuando puedo”, concluye.

Fuente: El Independiente, España

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