Numerosos escritores han estado inmersos en el mundo del alcohol, algunos encontrando en él una fuente de inspiración y otros, un abismo de peligro y tragedia. Este vínculo entre la bebida y la literatura se extiende a lo largo de la historia, y autores de renombre como Charles Bukowski, Jack London, Marguerite Duras, Burroughs, John Cheever, y muchos más, han experimentado de diferentes maneras con el alcohol en sus vidas.
Incluso algunos galardonados con el Premio Nobel de Literatura, como Hemingway, Sinclair Lewis, Faulkner, Eugene O’Neill, Steinbeck y Jon Fosse, han sido conocidos por su relación con el alcohol. El último mencionado, Jon Fosse, ha declarado que la escritura es su nueva forma de consuelo tras años de lucha contra el alcoholismo, habiéndose convertido al catolicismo en el proceso.
El escritor francés Michel Houellebecq ha señalado que los escritores beben en parte debido a la intensidad requerida por el oficio de escribir. Esta tendencia abarca una amplia gama de casos, desde Samuel Beckett, amante del whisky, hasta Graham Greene, quien escribía con un daiquiri en la mano. Jack London, autor de aventuras como “Colmillo blanco”, incluso escribió una novela autobiográfica titulada “Memorias alcohólicas”.
En el ámbito rioplatense, Juan Onetti y Pablo Ramos, entre otros, también se adentraron en la creación literaria bajo la influencia del alcohol. La lucha contra el alcoholismo ha sido un tema recurrente en la literatura, como se puede ver en los Diarios de Castillo, publicados póstumamente.
El alcoholismo también se ha abordado desde una perspectiva autobiográfica, como en el libro “Black Out” de María Moreno, quien describe al alcohol como una “patria” arraigada en su vida. Esta patria, sin embargo, ha llevado a la pérdida de amigos con los que compartía esta adicción.
Algunos escritores, como Alfredo Bryce Echenique, se han enorgullecido de su relación con el alcohol, mientras que otros, como Oscar Wilde, se han perdido en las palabras bajo su influencia, junto a surrealistas franceses.
La autora argentina Sofía Balbuena, en su libro “Doce pasos hacia mí”, explora cómo el alcoholismo se entrelaza con la literatura y advierte contra romanticizar el consumo de alcohol.
El escritor Mauro Libertella, por su parte, escribió “Mi libro enterrado”, un retrato del alcoholismo de su padre, el destacado Héctor Libertella, en la literatura argentina.
El escritor español Carlos Janin aborda este tema en su libro “Excelentísimos borrachos”, explorando la relación entre la cultura y el consumo de diferentes tipos de alcohol. Janin señala que el prestigio social puede eximir a ciertos bebedores famosos de culpa, especialmente en el campo literario, donde se puede expresar la relación del autor con su adicción con dramatismo, humor o fantasía.
La relación entre el alcohol y la creatividad es un mito popular, pero algunos autores, como John Cheever, han demostrado que el alcohol también puede ser destructivo. Otros, como Friedrich Nietzsche, optaron por la sobriedad. El escritor español considera que la literatura ofrece un testimonio más directo de esta relación que otras formas artísticas.
El alcohol ha estado ligado al deseo y la pasión desde la antigüedad, y algunos autores han asociado el deseo con la bebida. Este vínculo puede desinhibir y acercar a los amantes de la literatura a una placentera locura.
La relación entre el alcohol y la literatura es compleja y diversa, y sigue siendo un tema de reflexión en la cultura contemporánea.