Como notarán, tenemos un gobierno conformado por fantasmas, un inframundo del que nadie quiere salir, pero del que nadie se hace cargo. Los hechos que día a día transcurren afectando nuestra existencia parecen no ser responsabilidad de nadie, y por ello nadie se siente con la obligación de intervenir. El dólar estalla y con él la inflación se acelera; cada vez somos más pobres y nuestro dinero, cada día que pasa, pierde su valor de uso. En ese proceso, vamos postergando cosas, priorizando urgencias, viviendo al día.
Saqueos, robos y asesinatos en las barriadas suburbanas y no tan lejanas afectan nuestras vidas al punto de no saber qué hacer para resguardarnos. Nadie está ahí para protegernos; nadie parece tener jurisdicción sobre el área en donde estos hechos suceden.
Un gobierno de fantasmas de lujo vive con privilegios y hace uso del poder para mantenerse en el mismo lugar. Parece que ser fantasma es hoy en Argentina un buen negocio. Massa es el Ministro, el Presidente que conduce al bardo del gran inframundo. Navegan por un mar gris ocre, prometiéndonos sacarnos del pozo, acabar con la inflación, mientras distribuyen unos pesos por aquí y otros por allá como migajas a los mendigos. En plena campaña electoral, nadie se da cuenta y todos pueden suponer que estaremos mejor. Es decir, en estos días en los que nuestro salario perdió un 20%, podremos quizás con esa limosna que nos da, comprar un kilo de papa más (a 550 el kilo). Es decir, el Ministro, el Presidente ayuda a que cada día seamos más pobres, pero nos arroja una moneda para que quizás eso no se note tanto.
Este gobierno de fantasmas festeja sus logros. Hoy somos más pobres. Si el 45% de la población es pobre y el 20% vive en la marginalidad, el mayor logro fue igualarnos a todos, dado que aquellos que son quizás un poquito menos pobres pueden quedarse tranquilos que pronto lo serán, tan pobres como ese 45%. Pero eso no es un problema. El Papa apuntó en su evangelio el lugar que ocupan los pobres; todos iremos al cielo. Lástima que el Santo Padre no estará ahí.
Tengo muchos años. Toda mi vida participé en los distintos acontecimientos que tuvo este país y que lo llevaron a que hoy tengamos los dirigentes que nos damos. Nosotros los votamos; no nos hagamos los distraídos. La política se degradó; las ideas se achicharraron. El facilismo, el no comprometerse, el dejar que otros resuelvan nuestros problemas, nos dio un ámbito en donde ya nadie discute el significado de las palabras, en mantener una actitud lineal, un comportamiento que refleje nuestra conducta, la que ante la sociedad es puesta en cuestión y que nos define. Define nuestras intenciones, dado que es lo único que tenemos, ese andar por la vida que nos define como humanos íntegros, sinceros, respetuosos de las ideas y con la capacidad de mejorar y superarnos.
¿Cómo puede ser que desde el fútbol provengan estos ejemplos? Honestidad, esfuerzo, cooperativismo, empatía, sacrificio. Cómo Messi pudo lograr un comportamiento homogéneo en esos jugadores, en donde la camaradería, la humildad y el mérito se consolidaron para poder terminar de conducir un equipo que, a pesar de las cientos de contingencias desfavorables, logró traerles a los argentinos no solo una alegría, sino sobre todo un mensaje, aquel que nos dice por dónde hay que ir.
Usted, lector, compañero de infortunios, sabe de lo que estoy hablando. ¿Acaso ve en nuestra clase política algún mérito, o acaso vislumbra como yo, cómo estos hombres y mujeres que han perdido el valor de la palabra, su sustento, solo piensan en cómo arribar y mantenerse en el poder? Fijémonos entonces cómo acomodan sus discursos, cambian de fuerza política, de ideas; van y vienen, nos mienten frente a las evidencias. Un solo caso como ejemplo: Cerruti: “No hay saqueos”; otro, Massa: “Voy a acabar con la inflación, ellos nos endeudaron”. Es necesario aclarar que, a esta altura, Massa nos endeudó por más de setenta mil millones de dólares. Y ¿saben por qué mienten, amigo lector? Porque creen que somos estúpidos. Nos tratan así porque hasta ahora les ha ido bien. Si no, ¿de dónde salieron esos 27% que logró como candidato de TxP en las PASO?
No solo estamos mal económicamente; estamos peor en nuestra capacidad de analizar los hechos. Esa angustia de llegar a fin de mes nos aleja de nuestra comprensión. Son los que piensan en cómo engañarnos, viven en la comodidad de sus entornos, envueltos en servidumbre de todo tipo y privilegios desmesurados. Son impunes, saben, como así les ha indicado la evidencia, que no somos capaces de censurar, no solo con la palabra, sino también con los hechos. El hecho por ahora más contundente es intentar reflejar en las urnas nuestro perenne desprecio hacia un tipo de acción que nos subestima año tras año.
El llamado a la acción está ante nosotros, en cada elección, en cada decisión. Es tiempo de elevar nuestras voces y de ejercer nuestro poder como ciudadanos. Siempre hay un camino que nos permite ser la voz de cambio, el impulso de la transformación. No podemos permitir que el discurso vacío y las promesas vacías sigan dominando nuestro futuro. La lucha por una política más honesta, transparente y comprometida está en nuestras manos.
La historia nos ha enseñado que el cambio no llega solo. Depende de cada uno de nosotros, de nuestra capacidad para discernir entre las falsas promesas y las verdaderas soluciones. Cuestionemos, analicemos y exijamos responsabilidad. Solo así podremos construir un futuro en el que nuestras voces sean escuchadas, donde la política sea un reflejo auténtico de nuestras necesidades y aspiraciones.
No permitamos que los fantasmas del poder sigan dominando nuestra realidad. Reclamemos nuestro espacio y nuestro derecho a un gobierno que realmente nos represente. El camino es difícil, pero la esperanza y la determinación pueden superar cualquier obstáculo. En nuestras manos está la oportunidad de escribir una nueva historia, una en la que seamos los protagonistas de un cambio verdadero.
Osvaldo González Iglesias – Editor
