Debate y Convergencia

Cinco poemas de Alejandra Pizarnik, gran poeta argentina

Alejandra Pizarnik nació un 29 de abril y fue una de las grandes voces de la generación del sesenta. 

Fue poeta y traductora, estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y pintura con Juan Batlle Planas. 

Publicó siete poemarios y se la vinculó sentimentalmente con la escritora Silvina Ocampo, su gran amor imposible.

Pero nada de esto puede contarnos tanto sobre ella como sus propios versos, que estaban llenos de nostalgia, ternura y de una soledad constante.

“Sé que moriré de poesía“, dijo Pizarnik, cuya vida terminó con apenas 36 años, pero que dejó un legado de valor incalculable para la literatura latinoamericana.

Cenizas

La noche se astilló de estrellas

mirándome alucinada

el aire arroja odio

embellecido su rostro

con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño

antepasado de mi sonrisa

el mundo está demacrado

y hay candado pero no llaves

y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te…

La noche sufre.

Cuarto solo

Si te atreves a sorprender

la verdad de esta vieja pared;

y sus fisuras, desgarraduras,

formando rostros, esfinges,

manos, clepsidras,

seguramente vendrá

una presencia para tu sed,

probablemente partirá

esta ausencia que te bebe.

Despedida

Mata su luz un fuego abandonado.

Sube su canto un pájaro enamorado.

Tantas criaturas ávidas en mi silencio

y esta pequeña lluvia que me acompaña.

Exilio

A Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel,

sin edad,

sin muerte en qué vivirme,

sin piedad por mi nombre

ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?

¿Y quién no posee un fuego, una muerte,

un miedo, algo horrible,

aunque fuere con plumas,

aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.

La sombra no muere.

Y mi amor

sólo abraza a lo que fluye

como lava del infierno:

una logia callada,

fantasmas en dulce erección,

sacerdotes de espuma,

y sobre todo ángeles,

ángeles bellos como cuchillos

que se elevan en la noche

y devastan la esperanza.

Hija del viento

Han venido.

Invaden la sangre.

Huelen a plumas,

a carencias,

a llanto.

Pero tú alimentas al miedo

y a la soledad

como a dos animales pequeños

perdidos en el desierto.

Han venido

a incendiar la edad del sueño.

Un adiós es tu vida.

Pero tú te abrazas

como la serpiente loca de movimiento

que sólo se halla a sí misma

porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,

tú abres el cofre de tus deseos

y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad

que las palabras se suicidan.

Fuente: Entre Lineas

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