Un informe del Mossad reveló quién fue el conductor suicida en el atentado a la Embajada de Israel. Muhammad Nur Al-Din Nuer Al-Din fue el nombre de la persona que condujo el coche bomba. El atroz episodio, que tuvo lugar el 17 de marzo de 1992, provocó 22 muertes y causó heridas a otras 242 personas.
De acuerdo a ese documento, el hombre, de origen libanés, tenía 24 años al momento del ataque a la sede diplomática. Además, precisó que fue reclutado en Foz de Iguazú, en la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, por una persona con vínculos cercanos con Hezbollah.
Según reveló el sitio Infobae, “la Unidad Yihad Islámica/910 de Hezbolla (sic), responsable de llevar a cabo atentados terroristas en el Globo por parte de Hezbollah e Irán, cometió el atentado de la embajada de Israel en la Argentina (y el de la AMIA), bajo orden del Régimen Iraní”.
Los puntos más importantes del informe del Mossad sobre el atentado a la Embajada de Israel
El régimen iraní y la organización Hezbollah a través de Yihad Islámica son los responsables únicos del atentado.
La infraestructura del atentado (también el de la AMIA) fue creada en Argentina y Brasil a partir de 1988.
Todos los miembros operativos involucrados en el atentado fueron identificados por nombre, apellido y fotografía (Al igual que los participantes en el atentado de la AMIA), y residen en el Líbano y en Irán.
No hubo participación alguna de ciudadanos argentinos en el atentado contra la embajada de Israel.
Todos los miembros de la célula que perpetraron ambos atentados en la Argentina, estuvieron involucrados en atentados adicionales o en la preparación de otras infraestructuras terroristas en otras partes del mundo, incluso en los últimos años.
El dossier del Mossad asegura que el operativo se llevó adelante en dos etapas: una a finales de los 80, en la que se preparó el material y el terreno a cargo de Salman Raouf Salman (conocido bajo su nombre colombiano “Samuel Salman –El Reda”); y otra de mera operación, en la que la célula de cuatro o cinco miembros perpetuó el ataque habiendo arribado días previos al país desde El Líbano, pasando por la triple frontera como medio de ingreso a la Argentina.
Tras el atentado, comenzó una fase de “borrado de huellas” que consistió en la absoluta negación del involucramiento de terroristas en el hecho y para la cual se utilizaron documentos falsos tanto para la movilización en el país como la interacción con ciudadanos locales.