Un soleado sábado de otoño acompañó a los cientos de lectores que colmaron la Sala José Hernández de la Feria del Libro para asistir a la presentación de las dos últimas «novelas de isla» de Arturo Pérez-Reverte: La isla de la mujer dormida (Alfaguara, 2024) y El problema final (Alfaguara, 2023). El autor español, de 74 años, compartió el escenario con su amigo y colega Jorge Fernández Díaz, en una charla donde hablaron de literatura, guerras, mujeres e imperios.
«Vendió veintisiete millones de libros en todo el mundo, fue traducido a cuarenta idiomas, le dio una nueva dimensión al género de la épica en español y se convirtió en el escritor de aventuras más importante de su época», lo presentó Fernández Díaz. «Larga vida al rey Arturo», celebró ante un público que incluía a figuras como Eduardo Álvarez Tuñón, Josefina Delgado y Oscar Conde.
«Me alegra estar de nuevo en Buenos Aires», saludó Pérez-Reverte, quien firmó ejemplares en el stand de Penguin Random House ante largas filas de lectores. Algunos le llevaron regalos: cuadros con frases suyas, cartas, y expresiones de afecto como un sencillo «lo amamos», escuchado entre el público.
El autor de El club Dumas, Territorio comanche y La Reina del Sur reflexionó sobre su oficio: «Una novela es un problema que uno debe resolver aplicando herramientas profesionales; ese es el tipo de novelista que soy». Para él, escribir es un juego, pero también un entrenamiento vital: «La literatura me capacitó para enfrentar la vida».
Veterano corresponsal de guerra, Reverte evocó su experiencia: «Ir a la guerra es como ir al mar. He ido a Beirut con mi mochila y el mundo quedaba atrás: no importaban la familia ni los amigos, sólo el momento. Ahora, cuando la política, Europa, Putin o Trump me saturan, me voy a navegar. La vida terrícola queda atrás».
Fernández Díaz subrayó su papel en la recuperación de géneros considerados menores en lengua española: la novela de aventuras, el western, el policial. «Hay un tipo de escritor que reescribe los libros que amó, filtrados por su propia biografía», dijo Pérez-Reverte. «Cuando salía al mundo, iba a confirmar lo que había leído y visto de joven».
También habló de sus personajes femeninos, «nietas de Milady de Winter», de Los tres mosqueteros: «Cuando escribo, también me disfrazo de Milady», confesó.
Al recordar a su amigo Javier Marías, compartió una imagen íntima: «Javier era un niño que jugaba. Tenía la obligación de mostrarse serio, pero era un crío. Por eso éramos tan amigos». Los imaginó, juntos, como «niños» jugando con armas antiguas en los salones de la Real Academia Española.
Sobre El problema final, narró que se sumergió en el universo holmesiano rodeándose de libros de Arthur Conan Doyle. Con humor y vehemencia criticó el prejuicio literario: «Hubo una banda de boludos que dijeron que Conan Doyle, Hammett y Christie eran baja literatura, y Steinbeck, Faulkner y Joyce, alta literatura. Eso es mentira». Anticipó además que El problema final será adaptado por Netflix en España, con José Coronado como protagonista, y que El italiano tendrá su versión italiana.
Hacia el final, el tono del encuentro viró hacia lo crepuscular. Pérez-Reverte confesó sentirse cansado: «No es pedantería; me siento fuera. Vengo de una biblioteca ligada a los griegos, los latinos, Dante, Cervantes, Dostoievski, Borges». Para él, las guerras fueron un aprendizaje útil: «Me dieron una especie de estoicismo frente a la adversidad. Nada me sorprende».
Observó con amargura la decadencia cultural de Occidente: «La sociedad, al privarse de los mecanismos de lucidez, enfrenta la vida con mayor desconcierto. No puedo ser solidario de un mundo que se suicida culturalmente de forma tan vulgar».
La historia, dijo, «no cambia: cruje, y da paso a otra historia». Y concluyó: «Tengo la fortuna de estar asistiendo al fin de una civilización, y de ser consciente de ello. Tras haber leído tantos finales de imperios, ahora me toca ver desaparecer el mío».