Aguada, pretenciosa y hueca: Annie Ernaux no es mi Nobel de Literatura

Por

Alberto Olmos

06/10/2022 – 15:09

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Annie Ernaux gusta mucho en España, y llevábamos cuatro o cinco años en los que su nombre sonaba como opción predilecta de escritores y críticos para un eventual Premio Nobel. Ernaux, realmente, tiene tantos lectores en España que sus primeros libros aparecieron entre finales de los 80 y toda la década de los 90 en Seix Barral y, sobre todo, en Tusquets, para luego, durante prácticamente todo el siglo XXI, recalar en la pequeña y delicada editorial Cabaret Voltaire. Se leía tanto, con tanta pura pasión, que, si no fuera por Cabaret Voltaire y sus —supongo— pequeñas tiradas, y, por lo tanto, diminutas ventas, muchos de sus libros no estarían ahora en las librerías.

Quiere decirse que quizás habláis de Annie Ernaux mucho más de lo que la leéis.

Foto: La escritora francesa Annie Ernaux, en 2019. (Getty/Awakening/Simone Padovani)

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Según compruebo, entre 2019 y 2020 Tusquets tuvo una iluminación agradable, como fue reeditar los libros de la autora cuyos derechos ya había adquirido a finales del siglo XX y que constituyen la columna vertebral de su prestigio: ‘El lugar’, ‘La vergüenza’, ‘El acontecimiento’ y ‘Pura pasión’, todos escritos en la década de los 90, salvo el primero, de 1983. Así, debemos subrayar nuevamente, y aplaudir y razonar el mérito de Cabaret Voltaire, una pequeña editorial, al mantener encendida la lectura contemporánea de Annie Ernaux, frente a un gran grupo editorial que dejó de publicarla y que, solo a rebufo de su recalentada popularidad crítica, apostó de nuevo por sus títulos ganadores.

Foto: Annie Ernaux (Reuters)

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Cultura

¿Perderá Cabaret Voltaire a su autora en favor de un gran grupo editorial? Según nos cuentan, y no podemos más que alegrarnos, esta vez es muy posible que no.

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Intimismo

En una entrevista a Miguel Lázaro, realizada el año pasado, el editor de Cabaret Voltaire apuntaba que quizá la viga maestra de su catálogo sea el intimismo, lo que resulta de una coherencia casi carnal con la obra de la nueva premio nobel.

Annie Ernaux es una novelista francesa de textos breves autobiográficos que la Academia Sueca ha comparado con Proust nada más premiarla porque también era francés y escribía sobre sus recuerdos. Yo creo que no tienen nada que ver. Diría que Ernaux es una Marguerite Duras un poco aguada, un poco pretenciosa y un tanto hueca.

Ernaux es una Marguerite Duras un poco aguada, un poco pretenciosa y un tanto hueca

Durante varios años, he ido cayendo en sus libros, en los editados por Cabaret Voltaire, y también en los primeros (vía biblioteca), puestos en circulación por Tusquets, y, siendo tan breves, nunca me acababa ninguno. Para qué les voy a mentir a estar alturas.

Son textos, no solo breves, sino muy troceados, de prosa muy triste (de una tristeza que yo diría sobreactuada) y un cierto ascetismo estilístico que, si en Duras queda doloroso, brillantísimo en esta o aquella epifanía, en Ernaux es moneda muy corriente. Siento que me cuenta su vida, así con mucha pompa en el destrozo, y que eso es todo.

De hecho, volver a Ernaux y disgustarme es, como lector, algo que no he podido evitar durante casi una década. Este mismo verano me compré ‘Mira las luces, amor mío’ (Cabaret Voltaire, claro), un texto en principio interesante. Ernaux cuenta en él sus visitas a un supermercado, cosa esta muy francesa, hacer libros enteros con un único lugar (Perec) o una única acción, al punto de que exprimir esa cotidianidad insignificante pueda arrojar grandes verdades vitales o, cuando menos, un curioso entretenimiento.

Irritante

‘Mira las luces, amor mío’ es el más irritante de los libros de Ernaux que he dejado a la mitad. Mientras que en sus novelas uno puede solo sospechar que hay ahí mucha pose (algo como: mira cómo sufro, qué en serio me lo tomo, cómo afronto las grandes simas del alma humana), en ‘Mira las luces, amor mío’, en tanto que ensayo, la realidad intelectual de la autora no puede ocultarse, sino que campa desnuda por el relato.

De este modo, me iba yo maravillando de la inocencia, simpleza y adolescencia moral de una autora que, al escribirlo, contaba nada menos que 74 años. Por ejemplo, llega a la sección de juguetes, y ve que las niñas solo pueden comprarse muñecas y los niños camiones, y escribe: “Me consume la rabia y la impotencia. Pienso en las Femen, aquí es donde tenéis que venir, al origen del moldeado de nuestros inconscientes, y hacer un buen saqueo de todos estos objetos de transmisión. Podéis contar conmigo”. La revolución empieza en Toys ‘R’ Us, amigas.

Si alguien es malo, es hombre; si es víctima, es mujer; y si pertenece a alguna minoría oprimida, Ernaux solo ve ángeles

En su recorrido por el súper, casualmente comprueba todos los clichés, uno diría que propios de Netflix, y así, si alguien es malo, es hombre (un guardia de seguridad); si es víctima, es mujer (las cajeras); y si pertenece a alguna minoría oprimida, Ernaux solo ve ángeles. En un momento dado, llega a una nueva sección y “un niñito negro juega con una gran caja de cartón que se encuentra tirada en medio del pasillo. He querido hacerle una foto. Luego me he preguntado si no había algo de colonialismo pintoresco en este deseo mío”. Y así todo.

‘Mira las luces, amor mío’ me dio bastante bajón ante una señora de edad que ha vivido cosas terribles y tiempos de posguerra, y que, sin embargo, compartía todo el blandiblú moral de nuestro tiempo, cosa que uno puede entender en una persona nacida a partir de los años 80, pero no en alguien nacido en plena II Guerra Mundial. Más de medio siglo XX en la memoria para acabar “consumida por la rabia” en un supermercado Alcampo, en 2013.

Con todo, debo decir que estas decepciones sucesivas en mis lecturas de Ernaux las doy por buenas desde el momento en que leí (ya sí entero) ‘Pura pasión’ (Tusquets). Ahí tienen ustedes —si preguntan— un libro perfecto para empezar con esta autora. La novela es excelente, la prosa, más Duras que nunca, y además todo va de sexo y de infidelidad, que es un poco más excitante que visitar el Alcampo.

Leemos: “Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida de intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer”.

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