Qué vigencia puede tener un pensador que tres siglos atrás sentó las bases de su filosofía en la existencia de un Dios bondadoso y omnipotente y en la razón, como como el don divino para llegar, precisamente a él? Para nuestros días, si bien podría gozar de cierta atemporalidad —por las crisis de fe y el florecimiento de diversas corrientes espirituales que vivimos—, esta sería más bien reducida; inclusive, podría generar más desencantos que militancias ideológicas; sin embargo, el corte inglés de la filosofía lockeana se mantiene más firme que nunca.
ello, debido a que en el fondo, al basarse en la razón y no en la metafísica (como era habitual entre los filósofos del siglo XVII), Locke exhortaba a la búsqueda de la verdad con cierta gentileza y hasta elegancia, muy al estilo british, como el gentleman que fue y que evidenció al no pretender ‘conocer el conocimiento’ sino al hacer de la filosofía una herramienta de reflexión, en aras de la libre elección de cada ser humano de su lugar en el mundo y el tipo de vida que le corresponderá.
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Que sea, o no, afín a todos los sistemas de valores contemporáneos nuestros es puesto en duda, por su fuerte ortodoxia cristiana, que valga la pena aclararlo, fue fruto de la época en la que este pensador creció: un siglo inmerso en el riguroso puritanismo con pocas (o nulas) oportunidades de tener un amplio marco de referencia para ‘elegir’ un código moral y ético a seguir.
“Esta convicción será compartida o no según exista una afinidad con los valores de Locke”, recalca Sergi Aguilar en ‘Locke. La mente es una ‘tabula rasa’’, entrega numero 30 de la colección Descubrir la Filosofía. Y añade que el rigor intelectual del pensador proviene de su necesidad de ideas sólidas para la vida, algo que “nos es muy necesario a quienes nos hallamos en plena resaca después de la embriaguez relativista de la postmodernidad. Algunas de estas ideas forman parte de nuestros valores más atesorados (el principio de tolerancia, la exigencia de justicia en el sistema político y en la organización social, la implicación comprometida del pensador en la marcha de la historia)”.
John, el versátil
John Locke, en Descubrir la filosofía.
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archivo particular
En medio de la convulsión británica acaecida con el triunfo de la burguesía sobre la nobleza, la reforma de Lutero sobre la iglesia católica romana, las nuevas hipótesis aportadas por la revolución experimental de la ciencia, la expansión del comercio como el germen del mercado capitalista, la evolución del pensamiento aristotélico hacia unos modelos aritméticos y geométricos (transformadores de la astronomía hasta la medicina, sin olvidar la botánica y la óptica), la popularización de la imprenta y el nacimiento de abordajes intelectuales basados en el individuo, John Locke encontró la atmósfera ideal para consagrarse uno de los padres del liberalismo.
Nacido el 29 de agosto de 1632 en Wrington (aldea del sur de Bristol), creció en una familia si bien no adinerada, algo acomodada gracias a la carrera de su padre, un severo y cuadriculado abogado cuyos contactos en las esferas del poder le permitieron formarse en las mejores instituciones, compartiendo aula, primero, con niños y jóvenes de estirpe cortesana en Westminster School y, posteriormente con estudiantes del college de Christ Church, en la Universidad de Oxford, en donde se interesó por seguir una carrera adherida a la naciente y revolucionaria ciencia, formándose en física, química y medicina, antes que en filosofía –aun, estableció amistad con compañeros como Robert Boyle, quien se eregiría posteriormente padre de la química moderna y a quien Locke asistió en su laboratorio—, pues la filosofía de Oxford no salía de la escolástica aristotélica.
De hecho, Locke se sumergió en el estudio del pensamiento cuando encontró los escritos de Descartes, entrado a su treintena, edad considerada avanzada pues ya contaba con experiencia profesional como médico —aunque fue hasta 1674 que se licenció en medicina— y consejero sanitario; lector de griego y retórica y censor de filosofía moral. Inclusive, ejercía en cargos gubernamentales (Locke fue el único filósofo que ocupo puestos de gobierno relevantes), gracias en parte a los contactos legados por su padre y, sobre todo, por su versatilidad intelectual que le merecieron un lugar especial en el séquito del político lord Ashley, su mentor y quien lo introdujo en la carrera política.
Claves conceptuales
Para entender la magnitud del enfoque del pensamiento de Locke, a pesar de haber sido uno de los filósofos más olvidados del empirismo, la política y la divulgación científica.
– Contrato social. Justificar por qué vivimos en sociedad no era novedad en el siglo XVII; el primero en abordar la cuestión fue Aristóteles quien en su zoon politikón abarcó a la vida en comunidad por necesidad humana, innata, de expresarse como un ser cívico y comunicativo.
Posteriormente, Hobbes con su teoría contractualista señaló el sometimiento humano a la ley del Estado para evitar nuestra parte cruel y egoísta, tendencia seguida por Locke quien dista un poco de ella en la medida que su contrato social si bien supone obediencia al poder central, hay chance de transformarlo por los ciudadanos quienes, en últimas, también integran el Estado —haciendo un primer guiño hacia la rebelión.
– Empirismo. Al ser uno de los forjadores de esta corriente del pensamiento, Locke fue un acérrimo creyente y defensor de que el conocimiento de la verdad parte de la experiencia. De ahí que su empirismo fue el caldo de cultivo propicio para la revolución científica que caracterizó a la sociedad británica del siglo XVII –y de la cual él, en su carácter científico y químico, también hizo parte—. De hecho, el filósofo aseguró que “todas las ideas vienen de la sensación o de la reflexión”.
(Además: Foucault y Derrida, el vitalista y el formalista).
– Absolutismo. Fue su gran opositor desde que hizo las veces de ideológico de la Revolución Gloriosa de 1688, que supuso el inicio del fin del absolutismo y, posteriormente (movido por la coyuntura de una corona inglesa débil ante el efecto de la naciente burguesía y el sistema feudal), se reafirmó al definir a una monarquía absolutista a partir de la dinámica de ‘el rey ordena y los súbditos obedecen’.
“En este modelo de Estado, los reyes encarnan una postura paternalista(…) Locke se opone a esta forma de entender la política. Considera que en una monarquía absoluta, por muy bienintencionada que sea, por muy válido y honrado que sea el rey, los súbitos siempre serán esclavos”, sostiene el autor de Locke. La mente es una ‘tabula rasa’.
– Familia. Precisamente, de su crítica al modelo paternalista imperante en sus tiempos (y que se reforzó en en 1640 con la publicación de Patriarcha and other works, de sir Robert Filmer), surgió la apuesta de Locke por por erradicar la comparación de un gobierno civil, con las relaciones familiares.
Los argumentos que encontró el ‘gentleman de la filosofía’ para su oposición a dicho símil, se basaron en la igualdad de poderes existentes, para él, entre el padre y la madre sobre los hijos. al respecto, sostiene Sergi: “empieza por señalar que la figura del padre no es la única que acompaña e influye a los niños, sino que también hay una madre que los cuida, educa y alimenta con el mismo o mayor empeño. Incluso destaca que esa dedicación suele ser superior, pues observa que el padre acostumbra a pasar menos tiempos en casa”, sentando las bases de nuestra actual economía del cuidado de los hijos que se reivindicó durante el tiempo de pandemia por coronavirus, tres (casi cuatro) siglos después.
Locke. La mente es una ‘tabula rasa, entrega número 30 de la colección Descubrir la Filosofía, circulará esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos. Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000 110 990.
Pilar Bolívar
Especial para EL TIEMPO
@lavidaentenis