Completamente a contramano del mundo, el mercado cambiario argentino mostró ayer en la apertura de junio dólares libres todos para abajo, al tiempo que en el exterior ocurrió exactamente todo lo contrario: el billete verde subió en todas partes. La cotización de la moneda norteamericana subió 1,6% en Brasil, 1,1% contra el yen, 1% contra la libra y el mexicano y 0,8% contra el euro, e incluso subió 0,2% contra el yuan, una moneda que Xi Jinping quiere mantener fortalecida para ir consolidando a China como potencia dominante mundial.
En Argentina, sin embargo, la apertura de junio mostró con bajas al dólar blue (hasta $206) y a los dólares MEP y contado con liquidación (con cotizan entre $209 y $210), a pesar de que el arranque de cada mes habilita a muchos pequeños ahorristas a realizar compras de a US$ 200, en un dólar turista que subió 46 centavos, hasta 207,70, con el crawling peg de los dólares oficiales avanzando, pero con una velocidad mucho más lenta que la inflación.
Causas de la diferencia
¿Por qué sube el dólar en el mundo y baja en la Argentina? Fue la pregunta que recibieron de manera repetida ayer los operadores, en una consulta que se viene extendiendo desde hace semanas. “La razón de la debilidad de los dólares libres obedece al cepo ultra recargado de importaciones que realiza el Banco Central pero sobre todo a que la clase media empobrecida debe ir vendiendo dólares del colchón para ir pagando gastos cada vez más altos, y hasta que las cuentas del homebanking no queden completadas, los inicios de mes se ve al dólar tranquilo, veremos qué pasa cuando se paguen los aguinaldos”.
¿Pero por qué subió el dólar en el mundo? Y la respuesta ahí fue absolutamente contundente. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden (que ayer mantuvo una larga conversación con el Alberto Fernández, confirmando que irá a la Cumbre en Los Angeles), y la secretaria del Tesoro norteamericana Janet Yellen tuvieron una reunión a solas con Jerome Powell, reconocieron que se equivocaron con la contundencia de la inflación, le pidieron al titular de la Fed para que utilice toda la munición gruesa necesaria, ya que el principal enemigo para el país (y para la suerte electoral de Biden) es una suba de precios en Estados Unidos que está en los niveles más altos en cuatro décadas, y que comienza a tener efectos secundarios peligrosos.
Durante los últimos días muchos de los analistas bursátiles más renombrados de Wall Street comenzaron a suponer que la inflación global estaba empezando a dar muestras de aplacarse y que, en consecuencia, la Fed no se vería obligada a tener que subir las tasas de interés tanto como se esperaba, e incluso se pensó que quizá no tendría que absorber tantos dólares del mercado con venta de bonos estatales en Wall Street. Pero la suba de precios en Estados Unidos está provocando estragos, subiendo los costos de las empresas, aniquilando utilidades, complicando a muchos deudores hipotecarios, trabando el uso de los autos, con el galón en US$ 7 en algunos estados.
La respuesta de Wall Street
Una vez entendida la gravedad del momento, en Wall Street comenzó a reiterarse la frase que lanzó un analista de Citibank a mediados de marzo, tres semanas después de iniciado el ataque a Ucrania: “Putin está a los tiros, pero la neutrónica saldrá de la Fed“, aludiendo a que una suba en las tasas de la Fed terminará convirtiéndose en una estocada dolorosa para los activos de riesgo, poniéndole final completo a los precios de la Bolsa de Nueva York, incluso afectando aún más a ese mercado por encima de lo que ya sufrió.
En términos concretos, el CEO del Banco de Inversión JPMorgan, Jamie Dimon, hizo una declaración que le hizo girar la cabeza de todos. “Hasta ahora estuve diciendo que había nubes de tormenta sobre el mercado, pero ahora voy a cambiar mi apreciación. No hay una tormenta, hay un huracán”.
Para el alto ejecutivo de JPMorgan, varios elementos se están uniendo en un mismo momento, ampliando las posibilidades de un impacto negativo en la economía y en los mercados.
Por una parte está la guerra de Ucrania, que presiona el precio de los alimentos y la energía, y por el otro están las medidas que en paralelo deben tomar los bancos centrales para restringir la liquidez e intentar controlar la inflación. “No tienen opción porque hay demasiada liquidez en el sistema. Tienen que eliminar parte de la liquidez para detener la especulación”, indicó Dimon desde una conferencia para analistas e inversores.
ustamente ayer la Fed comenzó a vender bonos, para recoger liquidez y aplicar un “ajuste cuantitativo” e ir reduciendo el balance de títulos, el cual amplió durante la pandemia y la política flexible aplicada para estimular la economía. “Nunca habíamos tenido esto, así que estamos viendo algo sobre lo que se podrían estar escribiendo libros de historia durante cincuenta años”, dijo Dimon.
A partir de ayer, la Fed se irá deshaciendo de unos US$ 47.500 millones en títulos por mes, entre bonos del Tesoro, y los papeles respaldados en hipotecas, pero a partir de agosto esa aspiradora será subida a un retiro de US$ 95.000 millones por mes. “Es mejor que se preparen”, advirtió Dimon. “No sé cuál es el efecto de esto, pero estoy preparado para, como mínimo, una gran volatilidad”, describió.
En efecto, el ejecutivo advierte que es posible que el mercado en general no tenga la capacidad o la disposición de absorber tantos bonos estadounidenses esta vez. A la par, el conflicto bélico en Ucrania podría llevar al petróleo incluso a máximos de US$ 150 o US$ 175 el barril, advirtió. Aunado a los efectos que está provocando en el precio del gas y el trigo.
La reunión de Biden con Powell más estos análisis de JP Morgan determinaron que la Bolsa de Nueva York volviera a anotar bajas ayer, nada extraordinarias, con un descenso del 0,6%, después de que las bolsas europeas anotaran bajas similares. Con Brasil cerrando sin cambios, pero México fina
lizando 0,5% abajo.
Al tiempo que la Bolsa de Buenos Aires perdió un poco más: con $896 millones operados en acciones y $2.871 millones en Cedears, el índice S&P Merval bajó 1%. Pero llamó la atención el resultado de los ADR argentinos que operan en Nueva York, donde Telecom pudo subir (gracias a una nueva suba de sus tarifas), pero luego hubo una baja en bloque de hasta el 5% en el resto de los papeles argentinos, con IRSA P, Despegar, Francés, Mercado Libre, Edenor, Bioceres, Supervielle, y Galicia como los papeles más perjudicados. Mientras tanto, los bonos argentinos tuvieron un día prácticamente neutro, tanto que el riesgo país cedió 7 unidades, hasta 1.912 puntos básicos.
Pero el centro de las conversaciones en el mercado argentino no tuvo que ver ni con el dólar, ni con las acciones, ni con los bonos, sino con la ausencia de gasoil y las dificultades del Banco Central para sumar reservas, en el mejor momento del año para poder sumar dólares a sus arcas.
El elemento central fue que aparecieron ocho provincias en alerta rojo por ausencia total del suministro, con la insólita aparición de venta de gasoil blue, es decir, en vez de pagarse unos $140 el litro, se llegó a cobrar hasta $280 para entregar unos pocos litros que permitieran avanzar algunos kilómetros, para hacer cola de hora u hora y media, para conseguir un poco más, y así poder llegar a destino.
La gravedad y la parálisis de actividades llegó a tal punto que en varias provincias se entró en una suerte de alerta rojo: Jujuy, Salta, Tucumán, Formosa, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones. Y en medio de ese reclamo desesperante el jefe de gabinete Juan Manzur tuvo que salir luego de una reunión de gabinete que los dólares están y que la provisión de gasoil se completará pronto.
El gran tema es que en este momento el campo argentino se está apurando por liquidar toda la exportación que se pueda, ya que los productores creen que los precios actuales no se mantendrán. Y entonces entran muchos dólares por esa vía, pero gran parte de los dólares que entran se esfuman por compra de energía, ya sea en GNC a los bancos amarrados en Bahía Blanca, o en la importación directa de gasoil, por no haberles dado a las petroleras un precio competitivo para que desarrollen Vaca Muerta en su momento.
El desafío para el Central
Y ayer, el economista Miguel Kiguel, de Econviews, advirtió que “al BCRA se le está complicando mucho la acumulación de reservas; los mejores meses de ingreso de dólares son marzo, abril y mayo, y en ese trimestre juntaron una cantidad mínima, por lo que ya es utópico pensar que se va a lograr. Por lo que tengo entendido, lo que va a hacer el FMI no va a ser cambiar la meta anual de juntar US$ 8.500 millones, pero si cambiar la velocidad. O sea va a decir que no va a ser necesario que se junte tanto a junio, sino que se le va a dar más tiempo para llegar hasta fin de año. Y se pondrán a soñar que se podrá compensar en el segundo semestre lo que no ganaron en los mejores meses, lo cual será imposible”.
Más allá de todos los cálculos de unos y otros, los mercados de ayer dieron algunas señales contradictorias. El petróleo arrancó junio con una baja del 0,5% y los metales preciosos, que son utilizados como refugio por los más conservadores, lograron subir 1% promedio, a pesar de la suba del dolar y de que las tasas largas de Estados Unidos volvieron a colocarse en alza: 2,9% anual a 5 años, 2,9% a 10 años y 3,1% a 30 años.
Los metales básicos, insumos de las industrias, estuvieron mixtos, no tan débiles como si se esperara una recesión. Pero si hubo dos datos contundentes que también le hicieron girar la cabeza muchos. Hubo un nuevo fuerte descenso en el precio de los granos, tanto en Chicago como en Rosario, con un duro descenso para el trigo. Y con la tasa larga de Estados Unidos en aumento, las criptomonedas volvieron a sentir otra estocada, con más activos del sector siendo vaciados, por lo que hubo un derrumbe del 6,4% para el Bitcoin, con desplome de hasta el 14% para el resto de los valores del panel, sobre todo para el Cardano.
¿Cuál será la tendencia que prevalecerá? El viernes se conocerán los datos del mercado de trabajo estadounidense y en unos días se difundirá el dato del IPC. Si el 8,5% anual de marzo, devenido en 8,3% en abril, no sigue bajando, y rápido, podremos tener a un Powell que ataque más que Vladimir Putin, y que quizás le haga caso a los ocho directores de la Fed que quieren una tasa corta del 5% anual para fin de año, lo cual determinaría un golpe durísimo para el mercado.
Fuente: El Economista, Argentina