Derrida, el filósofo de la Deconstrucción que nos enseñó a desmontar la realidad

A 95 años del nacimiento de Jacques Derrida, recordamos por qué su concepto de deconstrucción sigue siendo un acto radical de lectura frente a un mundo saturado de certezas.

Un día como hoy pero de 1930 nació Jacques Derrida, uno de los filósofos que buscó ir más allá de un pensamiento binario para poder cuestionar la realidad a partir de la deconstrucción. 

Su pensamiento –propio de este tiempo donde todo parece reducirse a etiquetas, opiniones instantáneas y pensamiento binario–, nos recuerda que leer, de verdad leer, puede ser un acto profundamente subversivo. Y es que Derrida no inventó una moda académica, pero sí fue un lector apasionado, obsesivo, incómodo. Su legado es la deconstrucción, un concepto malinterpretado hasta el cansancio, pero que sigue teniendo fuerza, no como técnica, sino como actitud crítica.

¿Qué es deconstruir?

Para el filósofo argelino-francés, la Deconstrucción no es destruir ni negar, sino descomponer, desarmar y analizar los textos —sean filosóficos, políticos o incluso arquitectónicos— y entender que se sostienen en oposiciones binarias que jerarquizan el mundo. Por ejemplo, razón sobre emoción, cultura sobre naturaleza, lo masculino sobre lo femenino. Deconstruir es leer de una forma contraria a la hegemónica y así darle un nuevo sentido a la realidad. 

El resultado no es el caos, sino la evidencia de que nunca hubo un centro firme, solo juegos de diferencia y desplazamiento. 

Por ejemplo, durante mucho tiempo, se impuso la idea de que las mujeres, al llegar a cierta edad, debían casarse, dedicarse al hogar y servir a su pareja masculina. Esa era la narrativa dominante, sobre cómo debía ser una “buena mujer”. Este tipo de discurso, que parecía incuestionable, es un ejemplo de lectura hegemónica, una forma de entender el mundo que se presenta como natural, cuando en realidad responde a estructuras históricas de poder.

Hoy, muchas de esas ideas han perdido fuerza entre las nuevas generaciones, y eso no ocurrió de forma espontánea. Ha sido posible gracias a procesos críticos como los que propone la deconstrucción, una herramienta filosófica que ha permitido desmontar —o al menos problematizar— las formas en que se ha definido tradicionalmente lo femenino.

Aquí conviene hacer una distinción importante, y es que deconstruir tiene una relación paralela con la desnaturalización es decir, cuestionar aquello que se nos presenta como “natural”. Lo que parece dado por la biología, por la tradición o por el sentido común, muchas veces es solo la expresión de un orden que alguien ha decidido conservar. La deconstrucción, en ese sentido, revela que lo natural es una construcción cultural.

Además, hay una dimensión clave de la deconstrucción que tiene que ver con la desidentificación. No se trata de ir en busca de lo que somos, sino más bien de alejarnos de los moldes que nos han asignado. Es dejar de preguntarnos “¿quién soy?” para comenzar a pensar en ¿quién no soy? y deshacer la trama de lo que otros han decidido hacer de nosotros. Se trata de abrir posibilidades, no de cerrar definiciones.

No hay nada fuera del texto 

En sus últimos años escribió sobre la amistad, la muerte, el duelo, la hospitalidad y la animalidad. Siempre con el mismo gesto de hacer que el pensamiento se desplace, que las certezas se disipen y que el lector se vuelva cómplice de la inestabilidad.

Su frase 

“No hay nada fuera del texto.” (Il n’y a pas de hors-texte.)

a menudo es malinterpretada, pues no quiere decir que no exista realidad fuera de los libros, sino que no hay acceso a la realidad sino a través del lenguaje, que ya está estructurado como un texto.

A 95 años de su nacimiento, Jacques Derrida se mantiene como un filósofo incómodo y su pensamiento no puede ser domesticado por un resumen, un tutorial o una cita para redes sociales.

Leerlo es comprender que Deconstruir no es una moda ni un método académico, sino una forma de pensar en el margen, leer en el pliegue, porque a veces, el pensamiento más potente nace cuando dejamos de buscar el origen y comenzamos a rastrear la huella.

Fuente: Pijamasurf

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