La ética de Camus: una alternativa al nihilismo

Albert Camus posee una amplia obra existencialista en torno al sentido y el valor de la existencia humana. Temas como el absurdo, la muerte o el suicidio permiten identificarlo como uno de los principales pensadores del existencialismo francés, junto a autores de la talla de Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir. Pero su pensamiento no puede reducirse a un mero discurrir filosófico y pesimista sobre ideas existenciales. La ética de Camus abarca toda una serie de valores éticos como la solidaridad o la honestidad, necesarios a la hora de tomar conciencia sobre el absurdo.

La ética de Camus, filósofo y novelista francoargelino del siglo XX, muchas veces pasada por alto entre sus lectores, es clave para entender bien su pensamiento. En su escritura subyace un fuerte espíritu crítico con la sociedad de su tiempo, necesitada de una ética compartida para que haga frente a esa indiferencia y actitud nihilista que lleva amenazando a la vida humana desde la muerte de Dios.

Ya no existe ninguna deidad tutelar o padre protector que guíe y motive al individuo por y para un fin, lo que supone un gran peligro para el bienestar de la comunidad. Lejos de cualquier barbarie o nihilismo autodestructivo sin ley como el encarnado por las dos guerras mundiales, en la ética de Camus es solo por medio de valores éticos comunes que el ser humano puede hacer que la vida, aunque absurda, valga la pena ser vivida.

Un contexto bélico sin precedentes

La vida de Camus fue marcada por los estragos de las dos guerras mundiales, así como de la Guerra de Independencia de su tierra natal, Argelia. La muerte temprana de su padre, la pobreza y miseria por la que tuvo que pasar su familia durante su niñez, así como el creciente malestar bélico y sociopolítico de la Europa del siglo XX, condicionaron su pensamiento y filosofía con creces. Y no solo desde el punto de vista existencial, sino también ético.

Esta situación global es lo que podría concebirse como el resultado de esa falta de valores e indiferencia que caracterizan al hombre de la modernidad; una indiferencia emergida de una actitud nihilista hacia la vida, el ser humano y el mundo. Dicha situación es lo que Camus denuncia a través de sus obras, en cuyas historias late un profundo espíritu rebelde y subversivo encarnado por sus protagonistas. Valores como la solidaridad, la hospitalidad o la justicia son defendidos en la ética de Camus a través de los personajes que los encarnan.

Dentro de sus novelas y ensayos más característicos cabe destacar El extranjero (1942), El mito de Sísifo (1942) o El hombre rebelde (1951). Todos con una trama existencial que obliga al lector a inmiscuirse y reflexionar sobre la importancia de valores de este tipo, valores por y para la comunidad, de la que el ser humano precisa para vivir.

La vida de Camus fue marcada por los estragos de las dos guerras mundiales, así como de la Guerra de Independencia de su tierra natal, Argelia

Por otra parte, es imprescindible tener en cuenta cuál es el punto de partida de la ética de Camus, es decir, la toma de conciencia sobre el absurdo. Si bien es cierto que su ética constituye una toma de conciencia y aceptación sobre el absurdo para combatir el nihilismo, también es verdad que sin un conocimiento adecuado del absurdo es imposible plantear una solución efectiva.

Por eso es importante saber a lo que uno se enfrenta. Mirar al abismo y, como decía Nietzsche, que el abismo te devuelva la mirada, sin evitación ni autoengaño. La aceptación de la situación en la que se encuentra el ser humano con respecto a la inmensidad del mundo y el espacio es crucial, pues si no es imposible saber qué actitud y principios pueden ser más fructíferos para encararla.

Una actitud pasiva, nihilista y de absoluta indiferencia; o una actitud rebelde pero responsable, fundamentada en la naturaleza humana y las relaciones de interdependencia que subyacen a los vínculos sociales del ser humano. Ambas opciones tienen consecuencias muy diferentes para la calidad de vida del individuo, lo que Camus trata de hacer ver desde el comienzo en toda su producción filosófica a través de una rebeldía de tipo ética.

«El hombre rebelde actúa, pues, en nombre de un valor, aún confuso, pero del que, al menos, tiene la sensación de que le es común con todos los hombres. Vemos que la afirmación implicada en todo acto de rebeldía se extiende a algo que rebasa al individuo en la medida en que lo saca de su presunta soledad y le proporciona una razón de obrar»1.

La rebeldía: una propuesta ética

Ahora, en qué consiste exactamente esa ética de Camus, una rebelde, cuál es su fundamento y cómo se consigue son preguntas en cuya respuesta reside la clave de su pensamiento. Si bien es cierto que la noción de rebeldía suele asociarse negativamente a la infracción y ruptura con el statu quo de una sociedad, en Camus esto no aparece como algo negativo. Más bien al contrario. El espíritu de lucha es la única alternativa que le queda al ser humano para hacer frente al absurdo sin negarlo, sin dejarse llevar por ese germen del nihilismo que mina la voluntad de vivir tras la toma de conciencia del absurdo.

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El hombre rebelde, de Albert Camus (Debolsillo).

Una vida sin dioses, valores eternos o sentidos vitales universales supone todo un desafío, pues es precisamente esa sensación de absurdo e indiferencia lo que puede funcionar de salvoconducto para la inmoralidad. En la ética de Camus, esta situación compartida es lo que debe empujarnos para seguir adelante; a luchar por una vida sin razón, pero cuyo sentido de rebeldía haga que merezca la pena.

En realidad, la única forma de tratar el problema del absurdo es desde la acción. Y no una acción meramente aislada e individualista, sino pensada por el bien de la comunidad moral a la que se pertenece. La ética de Camus se trata de una ética rebelde en tanto que contraria al orden social establecido de la guerra y el conflicto; una rebeldía que apuesta por la paz y el bien común, en lugar del miedo y el odio. Para ello, los valores éticos son imprescindibles, ya que sin ellos la vida en la Tierra sería un infierno.

Además, si se analizan otras obras como La peste (1947), los valores defendidos por la ética de Camus relucen por sí solos. La novela narra la situación de una ciudad amenazada por la peste que acaba con miles de vidas a diario. Sin pausa ni descanso, justo en el punto más álgido y desesperanzador de la epidemia, el médico que trata a los pacientes —el doctor Rieux— tiene la posibilidad de salir de la ciudad —huir del absurdo— junto a su compañero Rambert, a lo que decide negarse para quedarse a ayudar a los demás.

La actitud del doctor de rebelarse siguiendo esta ética de Camus es una muestra de la rebeldía ética por la que apuesta el autor. Se trata de la potestad del individuo para seguir viviendo conforme a un mismo principio ético de honestidad consigo mismo y con los demás, al margen de la cruel indiferencia absurda con la que se muestra la realidad.

El entorno en el que vive, carente de sentido, no le obliga a quedarse quieto, suicidarse o huir, sino todo lo contrario. Su vida y sus decisiones encarnan esa lucha constante contra cualquier actitud nihilista o abandono ante el absurdo, y la fuerza de voluntad que demuestra para seguir adelante aun sin esperanza es lo único que le permite permanecer en pie.

«Dr. Rieux: Tiene usted razón, Rambert, tiene usted enteramente razón y yo no quería por nada del mundo desviarlo de lo que piensa hacer. Sin embargo, es preciso que le haga comprender que aquí no se trata de heroísmo. Se trata solamente de honestidad. Es una idea que puede que le haga reír, pero el único medio de luchar contra la peste es la honestidad»2.

La actitud del doctor de La peste de no abandonar a sus pacientes es una muestra de la ética de Camus

Fundamentos éticos: naturaleza humana y sociedad

Sin embargo, esos valores de la ética de Camus deben tener un fundamento que los justifique. No es posible profesar un comportamiento justo u honorable partiendo de la nada o el vacío. Por eso la vida humana y su naturaleza son el fundamento de toda la ética de Camus.

Es dentro de la comunidad y no fuera de ella donde el individuo debe fijarse a la hora de guiar su conducta. Si su mirada está perdida en toda esa inmensidad que es el universo y el espacio que le rodea, dominado por una mentalidad de completo nihilismo, será imposible que tome conciencia de aquello que le es más cercano e inmediato: sus semejantes. Desde el nacimiento hasta la muerte, son las personas y sus relaciones aquello que constituye el rasgo más definitorio de la vida humana.

Puede ser verdad que nada tenga sentido por sí mismo, que toda idea y sentido sea una ilusión construida por el intelecto, como si de una película se tratara, pero dicha construcción sí tiene valor para quienes la crean y observan. Por esta razón, Camus incide en esta realidad como punto de apoyo y guía para llevar a cabo su ética y filosofía. En todo caso, se trata de una ética vitalista, no utilitarista ni finalista, que desafía a la vez que acepta al absurdo, apostando por todos aquellos valores humanitarios que brinden una vida buena a través del sentido de la rebeldía.

A diferencia de Sartre, quien afirma que «el hombre está condenado a ser libre»3la ética de Camus no aboga por una libertad radical sin restricciones morales, sino por una ética de rebelión solidaria. Para él, el reconocimiento del absurdo no debe llevar al nihilismo ni a la desesperación, sino a una actitud de resistencia consciente y digna.

En El mito de Sísifo, sostiene que la vida, aunque sin un propósito trascendental, puede y debe ser vivida plenamente, con lucidez y entusiasmo. Esta afirmación ética se complementa en El hombre rebelde, donde Camus plantea que la rebelión genuina no es un acto de destrucción arbitraria, sino un rechazo a la injusticia y un compromiso con los demás. El rebelde, según la ética de Camus, no solo niega su propia opresión, sino que también defiende la dignidad de todos los seres humanos, evitando caer en la violencia que convierte a los oprimidos en opresores.

Es por esta razón que su ética es profundamente humanista, ya que enfatiza la responsabilidad individual y la necesidad de vivir con autenticidad y compasión, incluso en un mundo sin fundamentos absolutos. Su pensamiento se traduce en una moral de la acción inmediata y concreta, basada en la empatía y el compromiso con la justicia sin caer en el nihilismo. En este sentido, su ética se distingue por el equilibrio entre la aceptación de la absurdidad de la existencia y la afirmación de la vida a través de la resistencia moral y la solidaridad con los demás.

A diferencia de Sartre, quien afirma que «el hombre está condenado a ser libre», la ética de Camus no aboga por una libertad radical sin restricciones morales, sino por una ética de rebelión solidaria

El teatro camusiano: absurdo, rebeldía y amor

Más allá de las obras anteriormente mencionadas, cabe destacar también las siguientes piezas de teatro: Calígula (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1949). En estas, Camus desarrolla el problema del absurdo y los valores desde un punto de vista más directo y poético, mostrando la vida y obra de sus personajes como ejemplo. Empezando por Calígula, Camus muestra las consecuencias del nihilismo y la indiferencia a través del despotismo y tiranía del emperador, quien sufre una crisis existencial por la toma de conciencia sobre el absurdo. Hay una cita muy famosa de esta obra en la que el emperador, abrumado por la desdicha y la locura, reclama la Luna como fuente de inspiración y felicidad:

«Calígula: Ahora lo sé. (Siempre con naturalidad.) El mundo, tal como está, no es soportable. Por eso necesito la luna o la dicha, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo»4.

Esta mentalidad, alienada de toda esfera social y política, es lo que termina causando los actos inmorales y violentos profesados por Calígula contra su pueblo, los cuales definen al personaje dentro de un espectro nihilista activo. Se trata de un antagonista desesperado, dominado por el poder de la indiferencia. Sin embargo, en contraste con esta actitud, más adelante Camus presenta al personaje Quereas como alternativa de rebeldía y ética para luchar contra el emperador. En sintonía con el doctor Rieux en La peste, Camus vuelve a subrayar con Quereas la importancia de actuar con valentía y honor ante ese nihilismo suicida que encarnaba el propio Calígula tras su toma de conciencia del absurdo.

«Quereas: No es la primera vez que un hombre dispone en Roma de un poder sin límites, hasta el punto de negar al hombre y al mundo. Eso es lo que me aterra de él y lo que quiero combatir. Perder la vida es cosa nimia y, llegado el momento, no me faltará valor para afrontarlo»5.

En Calígula (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1949), Camus desarrolla el problema del absurdo y los valores desde un punto de vista más directo y poético, mostrando la vida y obra de sus personajes como ejemplo

En lo que respecta a las obras de teatro de Los justos y El estado de sitio, ambas reflejan el rechazo al utilitarismo de la ética de Camus. En la primera, el protagonista llamado Kaliayev debe afrontar una decisión ética tan desafiante como controvertida. En su misión de acabar con el Gran Duque de Rusia, cuyo gobierno totalitario estaba matando de hambre y miseria a su pueblo, la oportunidad que tiene de acabar con él por medio de una bomba se ve truncada por las vidas inocentes que se perderían a su vez.

Según la ética de Camus, la gente debe ser capaz de rebelarse por un ideal de convivencia en un estado justo. Sin embargo, esta lucha no debe realizarse al margen del sentido del honor que comporta la rebeldía, pues se estaría violando el mismo principio por el cual se lleva a cabo. Un ejemplo es el respeto por la dignidad de los niños inocentes que muestra Kaliayev, quien comienza negándose a lanzar la bomba al Gran Duque. Así, actuar con fe y conciencia de las acciones ejercidas es imprescindible, pues solo así será posible una vida buena en sociedad. Si no, se trataría de una derrota, pues significaría el abandono del individuo al absurdo.

«Kaliayev: Matar niños es contrario al honor. Y si alguna vez, en vida mía, la revolución llegara a separarse del honor, yo me apartaría de ella»6.

Por otra parte, dentro de esta misma sintonía de crítica a los estados totalitarios y fascistas a través de la que se despliega la ética de Camus, destaca El estado de sitio. Una obra de teatro alegórica, cuyo antagonista encarna la peste de la ciudad de Cádiz, en la que la libertad y los derechos de los ciudadanos son subordinados a una dictadura.

El miedo, la falta de voluntad, así como el agotamiento de los procesos burocráticos y la manipulación a las que somete la peste a los ciudadanos refleja de nuevo las malas consecuencias del absurdo si no se aborda como es debido. Sin embargo, al igual que pasa con Calígula o Los justos, Camus construye un personaje que sí tiene el valor suficiente para hacer frente a la situación por la que pasa su ciudad.

Según la ética de Camus, la gente debe ser capaz de rebelarse por un ideal de convivencia en un estado justo. Sin embargo, esta lucha no debe realizarse al margen del sentido del honor que comporta la rebeldía, pues se estaría violando el mismo principio por el cual se lleva a cabo

Este personaje, llamado Diego, siempre apoyado sobre los valores éticos y morales que sigue por amor a su comunidad, arriesga su vida enfrentándose a la tiranía que somete a su ciudad. Mas puede que lo más importante no sea su acción como tal, sino las consecuencias derivadas de esta misma, ya que inspiró al resto de conciudadanos a rebelarse de igual manera. En suma, se trata de una lucha por la libertad y la dignidad humanas; una fuente de esperanza e inspiración no nihilista, que muestra cómo comportarse ante cualquier totalitarismo absurdo que regímenes opresivos como el franquismo hizo padecer a la sociedad española.

«Diego: La desesperación es una mordaza. Y son el trueno de la esperanza y el relámpago de la felicidad los que desgarran el silencio de esta ciudad sitiada. ¡De pie, os digo! ¡Si queréis conservar el pan de la esperanza, destruid vuestros certificados, romped los cristales de las oficinas, abandonad las filas del miedo, gritad la libertad a los cuatro rincones del cielo!»7.

La vigencia de la ética de Camus en la actualidad

Los valores defendidos por la ética de Camus también pueden aplicarse a problemas contemporáneos como la crisis de sentido en el mundo moderno, el individualismo o la falta de responsabilidad colectiva. Vivimos un tiempo de carencia, en el que tenemos todo, pero a la vez no tenemos nada. La facilidad de seducción, el consentimiento y la inacción que mostramos hacia los instrumentos que utiliza el mercado para controlar nuestros deseos es lo que termina configurando nuestra propia personalidad.

De esta manera, la crítica al nihilismo refiere también al empobrecimiento del espíritu humano, alejado de toda potestad de acción o rebeldía hacia el mundo en el que se encuentra. Los sueños, ilusiones y aspiraciones que antes podían ser compartidos han sido limitados a la esfera privada de un yo cada vez más estático e idealizado, cuya labor de personalización y distanciamiento de la esfera pública impide un pensamiento fluido, rico en matices y lo suficientemente contrastado para ver más allá de nuestra propia idiosincrasia.

A su vez, la actual indiferencia ante la injusticia y el sufrimiento ajeno es otra de las manifestaciones de ese nihilismo que Camus trató de combatir. Por eso, la ética de Camus, una ética rebelde sigue siendo un llamamiento a la acción, a la construcción de una comunidad basada en la solidaridad, el afecto y el cariño hacia los demás, y no en el abandono y la resignación. Tal como aprendió el doctor Rieux al combatir la peste, «hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio»8.

Notas

1 Camus, A. (2021). El hombre rebelde. En J. Escué (Trad.), El hombre rebelde (1.ª ed., p. 28). Debolsillo.

2 Camus, A. (2010). Parte II. En R. Chacel (Trad.), La peste (1.ª ed., p. 186). Edhasa.

3 El existencialismo es un humanismo, Jean-Paul Sartre (1946).

4 Camus, A. (2021). Acto I, Escena IV. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trads.), Calígula (1.ª ed., p. 26). Debolsillo.

5 Camus, A. (2021). Acto II, Escena II. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trads.), Calígula (1.ª ed., p. 41). Debolsillo.

6 Camus, A. (2021). Acto II. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trad.), Los justos (1.ª ed., pp. 299-300). Debolsillo.

7 Camus, A. (2021). Tercera parte. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trad.), El estado de sitio (1.ª ed., p. 251). Debolsillo.

8 Camus, A. (2010). Parte V. En R. Chacel (Trad.), La peste (1.ª ed., p. 351). Edhasa.

La ética de Camus, filósofo y novelista francoargelino del siglo XX, muchas veces pasada por alto entre sus lectores, es clave para entender bien su pensamiento. En su escritura subyace un fuerte espíritu crítico con la sociedad de su tiempo, necesitada de una ética compartida para que haga frente a esa indiferencia y actitud nihilista que lleva amenazando a la vida humana desde la muerte de Dios. Ya no existe ninguna deidad tutelar o padre protector que guíe y motive al individuo por y para un fin, lo que supone un gran peligro para el bienestar de la comunidad. Lejos de cualquier barbarie o nihilismo autodestructivo sin ley como el encarnado por las dos guerras mundiales, en la ética de Camus es solo por medio de valores éticos comunes que el ser humano puede hacer que la vida, aunque absurda, valga la pena ser vivida. Un contexto bélico sin precedentes La vida de Camus fue marcada por los estragos de las dos guerras mundiales, así como de la Guerra de Independencia de su tierra natal, Argelia. La muerte temprana de su padre, la pobreza y miseria por la que tuvo que pasar su familia durante su niñez, así como el creciente malestar bélico y sociopolítico de la Europa del siglo XX, condicionaron su pensamiento y filosofía con creces. Y no solo desde el punto de vista existencial, sino también ético. Esta situación global es lo que podría concebirse como el resultado de esa falta de valores e indiferencia que caracterizan al hombre de la modernidad; una indiferencia emergida de una actitud nihilista hacia la vida, el ser humano y el mundo. Dicha situación es lo que Camus denuncia a través de sus obras, en cuyas historias late un profundo espíritu rebelde y subversivo encarnado por sus protagonistas. Valores como la solidaridad, la hospitalidad o la justicia son defendidos en la ética de Camus a través de los personajes que los encarnan. Dentro de sus novelas y ensayos más característicos cabe destacar El extranjero (1942), El mito de Sísifo (1942) o El hombre rebelde (1951). Todos con una trama existencial que obliga al lector a inmiscuirse y reflexionar sobre la importancia de valores de este tipo, valores por y para la comunidad, de la que el ser humano precisa para vivir. La vida de Camus fue marcada por los estragos de las dos guerras mundiales, así como de la Guerra de Independencia de su tierra natal, Argelia Por otra parte, es imprescindible tener en cuenta cuál es el punto de partida de la ética de Camus, es decir, la toma de conciencia sobre el absurdo. Si bien es cierto que su ética constituye una toma de conciencia y aceptación sobre el absurdo para combatir el nihilismo, también es verdad que sin un conocimiento adecuado del absurdo es imposible plantear una solución efectiva. Por eso es importante saber a lo que uno se enfrenta. Mirar al abismo y, como decía Nietzsche, que el abismo te devuelva la mirada, sin evitación ni autoengaño. La aceptación de la situación en la que se encuentra el ser humano con respecto a la inmensidad del mundo y el espacio es crucial, pues si no es imposible saber qué actitud y principios pueden ser más fructíferos para encararla. Una actitud pasiva, nihilista y de absoluta indiferencia; o una actitud rebelde pero responsable, fundamentada en la naturaleza humana y las relaciones de interdependencia que subyacen a los vínculos sociales del ser humano. Ambas opciones tienen consecuencias muy diferentes para la calidad de vida del individuo, lo que Camus trata de hacer ver desde el comienzo en toda su producción filosófica a través de una rebeldía de tipo ética. «El hombre rebelde actúa, pues, en nombre de un valor, aún confuso, pero del que, al menos, tiene la sensación de que le es común con todos los hombres. Vemos que la afirmación implicada en todo acto de rebeldía se extiende a algo que rebasa al individuo en la medida en que lo saca de su presunta soledad y le proporciona una razón de obrar»1. La rebeldía: una propuesta ética Ahora, en qué consiste exactamente esa ética de Camus, una rebelde, cuál es su fundamento y cómo se consigue son preguntas en cuya respuesta reside la clave de su pensamiento. Si bien es cierto que la noción de rebeldía suele asociarse negativamente a la infracción y ruptura con el statu quo de una sociedad, en Camus esto no aparece como algo negativo. Más bien al contrario. El espíritu de lucha es la única alternativa que le queda al ser humano para hacer frente al absurdo sin negarlo, sin dejarse llevar por ese germen del nihilismo que mina la voluntad de vivir tras la toma de conciencia del absurdo. FILOSOFÍA&CO – 61xVPhdAUWL. SL1500 El hombre rebelde, de Albert Camus (Debolsillo). Una vida sin dioses, valores eternos o sentidos vitales universales supone todo un desafío, pues es precisamente esa sensación de absurdo e indiferencia lo que puede funcionar de salvoconducto para la inmoralidad. En la ética de Camus, esta situación compartida es lo que debe empujarnos para seguir adelante; a luchar por una vida sin razón, pero cuyo sentido de rebeldía haga que merezca la pena. En realidad, la única forma de tratar el problema del absurdo es desde la acción. Y no una acción meramente aislada e individualista, sino pensada por el bien de la comunidad moral a la que se pertenece. La ética de Camus se trata de una ética rebelde en tanto que contraria al orden social establecido de la guerra y el conflicto; una rebeldía que apuesta por la paz y el bien común, en lugar del miedo y el odio. Para ello, los valores éticos son imprescindibles, ya que sin ellos la vida en la Tierra sería un infierno. Además, si se analizan otras obras como La peste (1947), los valores defendidos por la ética de Camus relucen por sí solos. La novela narra la situación de una ciudad amenazada por la peste que acaba con miles de vidas a diario. Sin pausa ni descanso, justo en el punto más álgido y desesperanzador de la epidemia, el médico que trata a los pacientes —el doctor Rieux— tiene la posibilidad de salir de la ciudad —huir del absurdo— junto a su compañero Rambert, a lo que decide negarse para quedarse a ayudar a los demás. La actitud del doctor de rebelarse siguiendo esta ética de Camus es una muestra de la rebeldía ética por la que apuesta el autor. Se trata de la potestad del individuo para seguir viviendo conforme a un mismo principio ético de honestidad consigo mismo y con los demás, al margen de la cruel indiferencia absurda con la que se muestra la realidad. El entorno en el que vive, carente de sentido, no le obliga a quedarse quieto, suicidarse o huir, sino todo lo contrario. Su vida y sus decisiones encarnan esa lucha constante contra cualquier actitud nihilista o abandono ante el absurdo, y la fuerza de voluntad que demuestra para seguir adelante aun sin esperanza es lo único que le permite permanecer en pie. «Dr. Rieux: Tiene usted razón, Rambert, tiene usted enteramente razón y yo no quería por nada del mundo desviarlo de lo que piensa hacer. Sin embargo, es preciso que le haga comprender que aquí no se trata de heroísmo. Se trata solamente de honestidad. Es una idea que puede que le haga reír, pero el único medio de luchar contra la peste es la honestidad»2. La actitud del doctor de La peste de no abandonar a sus pacientes es una muestra de la ética de Camus Fundamentos éticos: naturaleza humana y sociedad Sin embargo, esos valores de la ética de Camus deben tener un fundamento que los justifique. No es posible profesar un comportamiento justo u honorable partiendo de la nada o el vacío. Por eso la vida humana y su naturaleza son el fundamento de toda la ética de Camus. Es dentro de la comunidad y no fuera de ella donde el individuo debe fijarse a la hora de guiar su conducta. Si su mirada está perdida en toda esa inmensidad que es el universo y el espacio que le rodea, dominado por una mentalidad de completo nihilismo, será imposible que tome conciencia de aquello que le es más cercano e inmediato: sus semejantes. Desde el nacimiento hasta la muerte, son las personas y sus relaciones aquello que constituye el rasgo más definitorio de la vida humana. Puede ser verdad que nada tenga sentido por sí mismo, que toda idea y sentido sea una ilusión construida por el intelecto, como si de una película se tratara, pero dicha construcción sí tiene valor para quienes la crean y observan. Por esta razón, Camus incide en esta realidad como punto de apoyo y guía para llevar a cabo su ética y filosofía. En todo caso, se trata de una ética vitalista, no utilitarista ni finalista, que desafía a la vez que acepta al absurdo, apostando por todos aquellos valores humanitarios que brinden una vida buena a través del sentido de la rebeldía. A diferencia de Sartre, quien afirma que «el hombre está condenado a ser libre»3, la ética de Camus no aboga por una libertad radical sin restricciones morales, sino por una ética de rebelión solidaria. Para él, el reconocimiento del absurdo no debe llevar al nihilismo ni a la desesperación, sino a una actitud de resistencia consciente y digna. En El mito de Sísifo, sostiene que la vida, aunque sin un propósito trascendental, puede y debe ser vivida plenamente, con lucidez y entusiasmo. Esta afirmación ética se complementa en El hombre rebelde, donde Camus plantea que la rebelión genuina no es un acto de destrucción arbitraria, sino un rechazo a la injusticia y un compromiso con los demás. El rebelde, según la ética de Camus, no solo niega su propia opresión, sino que también defiende la dignidad de todos los seres humanos, evitando caer en la violencia que convierte a los oprimidos en opresores. Es por esta razón que su ética es profundamente humanista, ya que enfatiza la responsabilidad individual y la necesidad de vivir con autenticidad y compasión, incluso en un mundo sin fundamentos absolutos. Su pensamiento se traduce en una moral de la acción inmediata y concreta, basada en la empatía y el compromiso con la justicia sin caer en el nihilismo. En este sentido, su ética se distingue por el equilibrio entre la aceptación de la absurdidad de la existencia y la afirmación de la vida a través de la resistencia moral y la solidaridad con los demás. A diferencia de Sartre, quien afirma que «el hombre está condenado a ser libre», la ética de Camus no aboga por una libertad radical sin restricciones morales, sino por una ética de rebelión solidaria El teatro camusiano: absurdo, rebeldía y amor Más allá de las obras anteriormente mencionadas, cabe destacar también las siguientes piezas de teatro: Calígula (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1949). En estas, Camus desarrolla el problema del absurdo y los valores desde un punto de vista más directo y poético, mostrando la vida y obra de sus personajes como ejemplo. Empezando por Calígula, Camus muestra las consecuencias del nihilismo y la indiferencia a través del despotismo y tiranía del emperador, quien sufre una crisis existencial por la toma de conciencia sobre el absurdo. Hay una cita muy famosa de esta obra en la que el emperador, abrumado por la desdicha y la locura, reclama la Luna como fuente de inspiración y felicidad: «Calígula: Ahora lo sé. (Siempre con naturalidad.) El mundo, tal como está, no es soportable. Por eso necesito la luna o la dicha, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo»4. Esta mentalidad, alienada de toda esfera social y política, es lo que termina causando los actos inmorales y violentos profesados por Calígula contra su pueblo, los cuales definen al personaje dentro de un espectro nihilista activo. Se trata de un antagonista desesperado, dominado por el poder de la indiferencia. Sin embargo, en contraste con esta actitud, más adelante Camus presenta al personaje Quereas como alternativa de rebeldía y ética para luchar contra el emperador. En sintonía con el doctor Rieux en La peste, Camus vuelve a subrayar con Quereas la importancia de actuar con valentía y honor ante ese nihilismo suicida que encarnaba el propio Calígula tras su toma de conciencia del absurdo. «Quereas: No es la primera vez que un hombre dispone en Roma de un poder sin límites, hasta el punto de negar al hombre y al mundo. Eso es lo que me aterra de él y lo que quiero combatir. Perder la vida es cosa nimia y, llegado el momento, no me faltará valor para afrontarlo»5. En Calígula (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1949), Camus desarrolla el problema del absurdo y los valores desde un punto de vista más directo y poético, mostrando la vida y obra de sus personajes como ejemplo En lo que respecta a las obras de teatro de Los justos y El estado de sitio, ambas reflejan el rechazo al utilitarismo de la ética de Camus. En la primera, el protagonista llamado Kaliayev debe afrontar una decisión ética tan desafiante como controvertida. En su misión de acabar con el Gran Duque de Rusia, cuyo gobierno totalitario estaba matando de hambre y miseria a su pueblo, la oportunidad que tiene de acabar con él por medio de una bomba se ve truncada por las vidas inocentes que se perderían a su vez. Según la ética de Camus, la gente debe ser capaz de rebelarse por un ideal de convivencia en un estado justo. Sin embargo, esta lucha no debe realizarse al margen del sentido del honor que comporta la rebeldía, pues se estaría violando el mismo principio por el cual se lleva a cabo. Un ejemplo es el respeto por la dignidad de los niños inocentes que muestra Kaliayev, quien comienza negándose a lanzar la bomba al Gran Duque. Así, actuar con fe y conciencia de las acciones ejercidas es imprescindible, pues solo así será posible una vida buena en sociedad. Si no, se trataría de una derrota, pues significaría el abandono del individuo al absurdo. «Kaliayev: Matar niños es contrario al honor. Y si alguna vez, en vida mía, la revolución llegara a separarse del honor, yo me apartaría de ella»6. Por otra parte, dentro de esta misma sintonía de crítica a los estados totalitarios y fascistas a través de la que se despliega la ética de Camus, destaca El estado de sitio. Una obra de teatro alegórica, cuyo antagonista encarna la peste de la ciudad de Cádiz, en la que la libertad y los derechos de los ciudadanos son subordinados a una dictadura. El miedo, la falta de voluntad, así como el agotamiento de los procesos burocráticos y la manipulación a las que somete la peste a los ciudadanos refleja de nuevo las malas consecuencias del absurdo si no se aborda como es debido. Sin embargo, al igual que pasa con Calígula o Los justos, Camus construye un personaje que sí tiene el valor suficiente para hacer frente a la situación por la que pasa su ciudad. Según la ética de Camus, la gente debe ser capaz de rebelarse por un ideal de convivencia en un estado justo. Sin embargo, esta lucha no debe realizarse al margen del sentido del honor que comporta la rebeldía, pues se estaría violando el mismo principio por el cual se lleva a cabo Este personaje, llamado Diego, siempre apoyado sobre los valores éticos y morales que sigue por amor a su comunidad, arriesga su vida enfrentándose a la tiranía que somete a su ciudad. Mas puede que lo más importante no sea su acción como tal, sino las consecuencias derivadas de esta misma, ya que inspiró al resto de conciudadanos a rebelarse de igual manera. En suma, se trata de una lucha por la libertad y la dignidad humanas; una fuente de esperanza e inspiración no nihilista, que muestra cómo comportarse ante cualquier totalitarismo absurdo que regímenes opresivos como el franquismo hizo padecer a la sociedad española. «Diego: La desesperación es una mordaza. Y son el trueno de la esperanza y el relámpago de la felicidad los que desgarran el silencio de esta ciudad sitiada. ¡De pie, os digo! ¡Si queréis conservar el pan de la esperanza, destruid vuestros certificados, romped los cristales de las oficinas, abandonad las filas del miedo, gritad la libertad a los cuatro rincones del cielo!»7. La vigencia de la ética de Camus en la actualidad Los valores defendidos por la ética de Camus también pueden aplicarse a problemas contemporáneos como la crisis de sentido en el mundo moderno, el individualismo o la falta de responsabilidad colectiva. Vivimos un tiempo de carencia, en el que tenemos todo, pero a la vez no tenemos nada. La facilidad de seducción, el consentimiento y la inacción que mostramos hacia los instrumentos que utiliza el mercado para controlar nuestros deseos es lo que termina configurando nuestra propia personalidad. De esta manera, la crítica al nihilismo refiere también al empobrecimiento del espíritu humano, alejado de toda potestad de acción o rebeldía hacia el mundo en el que se encuentra. Los sueños, ilusiones y aspiraciones que antes podían ser compartidos han sido limitados a la esfera privada de un yo cada vez más estático e idealizado, cuya labor de personalización y distanciamiento de la esfera pública impide un pensamiento fluido, rico en matices y lo suficientemente contrastado para ver más allá de nuestra propia idiosincrasia. A su vez, la actual indiferencia ante la injusticia y el sufrimiento ajeno es otra de las manifestaciones de ese nihilismo que Camus trató de combatir. Por eso, la ética de Camus, una ética rebelde sigue siendo un llamamiento a la acción, a la construcción de una comunidad basada en la solidaridad, el afecto y el cariño hacia los demás, y no en el abandono y la resignación. Tal como aprendió el doctor Rieux al combatir la peste, «hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio»8. Notas 1 Camus, A. (2021). El hombre rebelde. En J. Escué (Trad.), El hombre rebelde (1.ª ed., p. 28). Debolsillo. 2 Camus, A. (2010). Parte II. En R. Chacel (Trad.), La peste (1.ª ed., p. 186). Edhasa. 3 El existencialismo es un humanismo, Jean-Paul Sartre (1946). 4 Camus, A. (2021). Acto I, Escena IV. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trads.), Calígula (1.ª ed., p. 26). Debolsillo. 5 Camus, A. (2021). Acto II, Escena II. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trads.), Calígula (1.ª ed., p. 41). Debolsillo. 6 Camus, A. (2021). Acto II. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trad.), Los justos (1.ª ed., pp. 299-300). Debolsillo. 7 Camus, A. (2021). Tercera parte. En J. Albiñana, P. Laín Entralgo, M. Laín Martínez, & M. Armiño (Trad.), El estado de sitio (1.ª ed., p. 251). Debolsillo. 8 Camus, A. (2010). Parte V. En R. Chacel (Trad.), La peste (1.ª ed., p. 351). Edhasa.

Fuente: Filosofía y Com.

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