“Estamos luchando por nuestros derechos, por nuestra libertad, por nuestras vidas, por nuestra supervivencia. Pero también estamos luchando para ser miembros de pleno derecho de Europa. Sin ustedes, Ucrania estaría sola. Hemos demostrado nuestra fuerza, que somos como ustedes. No nos dejen solos. Demuestren que están con nosotros, que no nos dejarán caer, demuestren que son de verdad europeos. Si lo hacen, la vida se impondrá a la muerte y la luz a la oscuridad. Gloria a Ucrania”. Con estas palabras, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski se ha dirigido hoy, en vídeo, al pleno del Parlamento Europeo. Ha logrado un silencio atronador, una ronda de ovaciones sentidas y lágrimas entre intérpretes y diputados. Un mensaje sobrio en el tono y la escenografía, emotivo en el fondo, sin épica alguna. Personal, improvisado por momentos, pero apuntando al corazón y al cerebro de los diputados, los medios y los ciudadanos.
Zelenski ha pedido la entrada en la Unión, ha pedido ayuda, ha cargado contra Putin y animado a los suyos. Pero Zelenski, sobre todo, ha dado una lección extraordinaria de diplomacia del siglo XXI, una clase maestra de cómo mover a la opinión pública, y a los líderes continentales, desde un bunker, con una cámara de vídeo, un teléfono y una cuenta de Twitter.
La Eurocámara aprobará hoy una resolución condenando la invasión y pidiendo a las instituciones europeas que aceleren todo lo posible los trabajos para empezar el proceso de adhesión de Ucrania, tal y como pidió Kiev ayer. Es una resolución no vinculante, un símbolo, algo de presión, pero sobre todo un símbolo de apoyo, porque las adhesiones son procesos que llevan una década. Ucrania no está preparada, tendría que cambiar completamente sus leyes, la arquitectura económica, las instituciones, el sistema judicial. No está siquiera preparada para ser candidata formal, pero es posible que reciba algún tipo de espaldarazo. Pero eso no era lo importante. Zelenski lo sabe bien, y su objetivo no es empezar negociaciones sino lograr una cosa muy claro: que los ciudadanos y políticos de la UE entiendan, interioricen y exterioricen, que su causa, la supervivencia, es la causa de todo el continente. Y nadie puede evadirse.
En una semana, el presidente ucraniano se ha convertido en un mito en Europa. Un ídolo, una referencia. Lo sabe y está jugando esa carta, no por ego, sino para cambiar la forma de hacer diplomacia. La semana pasada intervino por videoconferencia durante el Consejo Europeo, hablado a la cara a los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 mientras negociaban las sanciones a Putin. Les dijo que quizás nunca volviera a verlos cara a cara, les pidió firmeza. Y la obtuvo.
A través de su cuenta de Twiter cargó contra Mario Draghi, y horas después el ministro de Exteriores italiano, Luigi di Maio, confirmó a Kiev que su país estaba completamente a favor de excluir a las entidades rusas del sistema Swfit. Escribieron a Elon Musk pidiéndole antenas para mantener conexión a internet, y en menos de 48 horas los camiones con el equipo estaban en el país.
Zelenski está usando esa popularidad para lanzar mensajes y la opinión pública y los dirigentes los están escuchando con atención. “Esta mañana dos misiles han destrozado la Plaza de la Libertad. A pesar de que nuestras ciudades están bloqueadas, cada plaza, da igual su nombre, da igual dónde, es desde hoy plaza de la libertad en todo nuestro país. No nos vamos a romper, somos fuertes. Queremos ver a nuestros niños vivos. Ayer 16 niños murieron y Putin sigue diciendo que es operación a infraestructuras militares”, dijo en su discurso. Para reiterar la petición de entrada. “La UE sería mucho más fuerte con nosotros”.
Sus frases circularon inmediatamente, los diputados están haciendo lobby para empezar las negociaciones. Ha conseguido que sea un tema personal además de político. Y eso muy pocos lo han logrado en las últimas décadas. Cientos de causas llaman a la puerta de la UE cada semana y la mayoría son ignoradas. Pero su mensaje, el de Zelenski, cala en los discursos. En el de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. El del Consejo Europeo, Charles Michel Y sobre todo en el de Josep Borrell, alto representante para la Política Exterior y que en la última semana ha disparado su perfil, su pegada y su tono. Este martes pronunció ante los diputados su discurso más potente, más contundente. En fondo y forma. “Estamos ante el nacimiento de la Europa geopolítica“, aseguró.
El español, duro, sacó su mejor cara hablando en español, cómodo. “Nadie puede mirar de lado cuando un potente agresor agrede sin justificación a un vecino débil, nadie puede invocar la resolución pacífica de conflictos, ni poner en igualdad al agredido y al agresor. Nos acordaremos de quienes en este momento solemne no estén de nuestro lado”, aseguró logrando una gran ovación. “No podemos seguir esperando a que apelar al estado de derecho y desarrollar relaciones comerciales vaya a transformar al mundo en un lugar pacífico donde todo el mundo evolucionará hacia la democracia representativa”, reiteró.
Borrell llevaba meses, años, intentando mover la conversación sobre autonomía estratégica, el “lenguaje del poder”, pero con poco éxito. Malas relaciones con Von der Leyen han minimizando su papel de comisario, y la rivalidad con Michel, que sólo tiene margen para destacar en iniciativas de Política Exterior, ha frenado su labor. Pero estas semanas, con cuatro reuniones de Ministros de Exteriores y una de Defensa, le han revitalizado. Desde hace meses en Bruselas corría el rumor de que el español no acabaría el mandato, pero ahora la sensación es la opuesta.
“Las fuerzas del mal, las fuerzas que pugnan por seguir utilizando la violencia como forma de resolver los conflictos, siguen vivas y debemos demostrar una capacidad de acción más poderosa, consistente y unida de lo hecho hasta ahora. Este puede ser el momento en el que los europeos entiendan que viven en un mundo peligroso y que para hacerle frente hace falta reforzar su unión. Este momento trágico debe impulsarnos para hacer frente a las acciones que amenazan la vida, la seguridad y la prosperidad de todos”, ha concluido su intervención Borrell. Y esta vez, a diferencia de decenas y decenas de ocasiones anteriores, Europa le estaba escuchan.