En medio de la negociación del Fondo Monetario Internacional (FMI) con Argentina, Alejandro Werner, exdirector del Departamento Hemisferio Occidental del organismo y actual interlocutor en las conversaciones con el país, destacó hoy la dificultad para precisar los números exactos del próximo acuerdo. Según Werner, “a nadie le da muy bien la cuenta” debido a la falta de elementos concretos, ya que el acuerdo se extenderá a cuatro años y los desembolsos se realizarán de forma escalonada, no de manera inmediata.
Werner presentó dos escenarios de cálculo: uno que apoya la posición del gobierno, en el que se prevé que Argentina repague US$14.000 millones de capital en cuatro años, dejando un excedente de US$6.000 millones, gran parte de los cuales se desembolsarían en los próximos cuatro trimestres (2025 y principios de 2026). El otro enfoque, basado en los desembolsos durante los primeros tres años del Acuerdo de Facilidades Extendidas, sitúa el total de repagos (capital e intereses) en US$15.015 millones, lo que implica un “excedente” de alrededor de US$5.000 millones.
El exfuncionario también advirtió sobre el impacto en el mercado cambiario. Según sus estimaciones, la política actual de devaluación del dólar oficial al 1% mensual podría intensificarse en un 6%, lo que obligaría al Banco Central a buscar mayores reservas de dólares para controlar tanto el mercado oficial como el paralelo. “El monto no es espectacular, pero la verdadera preocupación es que sin un anuncio contundente de políticas cambiarias y monetarias consistentes, el mercado no se calmará”, puntualizó Werner.
Además, el contexto internacional añade complicaciones a la negociación. La volatilidad global, la caída de las bolsas en economías desarrolladas y el incremento en la prima de riesgo hacen que conseguir un crédito estructurado y garantizado a un costo razonable resulte cada vez más difícil para Argentina, un país actualmente excluido de los mercados internacionales de capital.
Werner subrayó que, aunque se han implementado medidas para estabilizar la balanza de pagos, el gobierno argentino enfrenta dos desafíos cruciales: primero, reconocer y abordar el problema del atraso cambiario —algo que públicamente niega— y, segundo, posponer los ajustes necesarios en política cambiaria para lograr buenos resultados electorales. Este último enfoque, orientado a llegar a noviembre con cifras favorables y un Congreso más alineado con el programa económico de Milei, podría llevar a una situación de menores reservas pero, potencialmente, a políticas públicas más fuertes en el futuro.
En resumen, mientras Argentina intenta reestructurar su relación con el FMI, la incertidumbre en torno a las cifras y la falta de un cambio en la política cambiaria siguen siendo puntos críticos que podrían definir el éxito o fracaso del acuerdo.