- 21 julio 2025
Los húngaros tienen un dicho popular: «Visszanyal a fagyi». Traducción: «El helado te devuelve la lamida». En otras palabras, cuidado, porque lo que disfrutas devorando podría disfrutar devorándote a ti.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, lleva al menos dos décadas atacando asiduamente la visión liberal del mundo y transformando su país en lo que él mismo ha denominado en diversas ocasiones una «democracia iliberal» y una nación de «libertad cristiana».
Mientras tanto, ha ganado admiradores en todo el mundo, entre ellos el vicepresidente estadounidense JD Vance y el primer ministro georgiano Irakli Kobakhidze. El presidente estadounidense Donald Trump ha descrito a Orbán como «una persona dura» e «inteligente».
«Es uno de los hombres más respetados, lo llaman un hombre fuerte», dijo Trump en septiembre de 2024.
De cara a las próximas elecciones húngaras de abril de 2026, la comunidad LGBTQ parece estar entre los objetivos de Orbán: su partido, Fidesz, aprobó una nueva ley que pretendía prohibir la celebración del Orgullo gay. Y, sin embargo, entre 100.000 y 200.000 personas participaron en la marcha el mes pasado (muchas más que las 35.000 del año pasado) en la capital húngara.
Pero al ver a las multitudes marchar por Budapest para celebrar el Orgullo gay, la libertad de expresión y el derecho de reunión, desafiando la prohibición, muchos se preguntan: ¿podría la visión liberal del mundo recuperar terreno en la nación europea?
Y, en cierto modo, esa pregunta en sí misma es equivocada. El poder de Orbán se encuentra ahora amenazado, pero no de la forma —ni por parte de la gente— que uno podría esperar.
El verdadero desafío no proviene de la izquierda liberal, sino de la centroderecha.

Un rival sorpresa
Peter Magyar, de 44 años y quien anteriormente formaba parte del círculo íntimo de Orbán, surgió como candidato sorpresa en febrero de 2024.
Esto ocurrió tras un escándalo que se produjo por la decisión de indultar a un hombre condenado por encubrir abusos sexuales a menores.
El escándalo provocó la renuncia de la presidenta Katalin Novak en directo por televisión. La ministra de Justicia, Judit Varga (exesposa de Magyar), también dimitió, y el escándalo supuso un duro golpe para la supuesta defensa de Orbán de los valores familiares tradicionales.
Magyar le concedió una larga entrevista a Partizan, el canal de YouTube más importante de la oposición, en la que denunció lo que calificó como nepotismo y corrupción del partido gobernante.

Robert Puzser, un activista de la oposición que encabeza una nueva iniciativa no partidista llamada Resistencia de los Ciudadanos, afirma que Magyar está actuando con cautela, en medio de los intentos de los miembros del Fidesz y de ciertos sectores de los medios de comunicación de presentarlo como un liberal o un izquierdista.
Según él, Magyar está tratando de no alienar a su base conservadora en las zonas rurales, que hasta hace poco eran el bastión indiscutible de Orbán. Y ha creado su propio discurso poderoso: el de una Hungría que se está derrumbando.
La mayoría de las encuestas nacionales sitúan al Tisza, el principal partido de la oposición húngara (liderado por Magyar) entre un 9% y un 18% por delante del partido de Orbán. Solo una, la del centro de estudios progobierno Viewpoint Institute, le sigue dando una ligera ventaja al Fidesz.
El lamentable estado de los hospitales, las escuelas y los ferrocarriles públicos está siendo utilizado como argumento contra Orbán por Magyar y su partido. Ahora, la estrategia de Orbán, tan admirada en el extranjero, está empezando a fallar en su propio país, y deja a Hungría más cerca que nunca de derrocar al hombre que ha gobernado el país durante los últimos 15 años.
La estrategia de Orbán
Orbán ha estado en el poder durante 19 de los 35 años transcurridos desde la caída del comunismo en 1990, lo que lo convierte en uno de los líderes más experimentados de la Unión Europea. A principios de la década de 1990, Fidesz se separó de sus raíces liberales y Orbán le infundió una nueva identidad conservadora, nacionalista y de derecha.
En 2015, mientras miles de personas viajaban a Europa en busca de asilo, Orbán se refirió a ellas como parte de «un movimiento migratorio compuesto por migrantes económicos, refugiados y también combatientes extranjeros». Se ha opuesto al apoyo militar a Ucrania desde la invasión a gran escala de Rusia en febrero de 2022, y también se opone a la solicitud de adhesión de Ucrania a la UE.
Una de las piedras angulares de la estrategia de Orbán ha sido su capacidad para identificar lo que temen sus votantes, algo que se ha visto reflejado en cada una de sus victorias aplastantes, en 2010, 2014, 2018 y 2022.

Una encuesta de opinión pública realizada por la agencia Publicus entre el 23 y el 25 de junio reveló que el 45% de la población estaba a favor de la marcha del Orgullo en Budapest y el 48%, en contra. Sin embargo, solo el 8% de los votantes del Fidesz la aprobaba, es decir, se trataba de una bandera que aglutinaba a su bando.
Desde la marcha, los seguidores del Fidesz han compartido algunas imágenes provocadoras del Orgullo de Budapest, entre ellas desnudos, y la historia de un hombre detenido por la policía por masturbarse en público.
Tras el evento, la cantante de folk Marianna Majorosi, cuya canción se interpretó durante un espectáculo de drag queens en el Orgullo, dijo: «Me molesta profundamente que, como artista, no tenga derecho a impedir que alguien haga esto con mi voz». Orbán expresó su apoyo a la cantante en Facebook.
En 2022, el gobierno organizó un referéndum sobre protección de la infancia el mismo día de las elecciones generales. Las preguntas incluían: «¿Está a favor de que los niños en las escuelas públicas participen en clases sobre orientación sexual sin el consentimiento de sus padres?». Y «¿Está a favor de promover el cambio de sexo para los menores?».
Participaron un total de 3,7 millones de húngaros, y la gran mayoría votó «no». Desde entonces, los funcionarios del gobierno han citado el resultado del referendo como prueba de que los húngaros se oponen a lo que representa el Orgullo.
El ganador se lo lleva todo
Otra clave del manual de Orbán es que el ganador se lo lleva todo. Orban perdió el poder en 2002, volvió al cargo en 2010 y, en una nueva ley electoral de 2011, redujo el Parlamento de 386 escaños a 199 y abolió la segunda vuelta de las elecciones, lo que, en la práctica, canalizó los votos hacia el partido más fuerte.
Mientras los partidos de la oposición, divididos, se peleaban por las migajas, Fidesz se llevó el pastel. En 2014 obtuvo el 45% de los votos, lo que se tradujo en el 67% de los escaños del Parlamento. El antiguo sistema de representación proporcional fue sustituido por otro más parecido al sistema mayoritario, utilizado en Reino Unido.
También ha nombrado jueces afines a su partido, el Fidesz, para el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo.

En 2014, afirmó que el «Estado iliberal» que estaba construyendo «no rechaza los principios fundamentales del liberalismo, como la libertad…, pero no convierte a esta ideología en el elemento central de la organización del Estado».
Orbán sigue luchando por encontrar el nombre adecuado para su invento. András Lánczi, un filósofo considerado de gran influencia para el primer ministro, lo denomina «realismo político… Ideas basadas en la experiencia, en lugar de las utopías y el moralismo que tanto gustan a los izquierdistas».
Cómo conquistó a los líderes mundiales
Orbán gobierna con puntos clave, mensajes sencillos extraídos de encuestas de opinión no publicadas encargadas por su gobierno para averiguar qué preocupa a la ciudadanía. Los medios de comunicación progobierno, las redes sociales y las vallas publicitarias en todo el país actúan como caja de resonancia de estos mensajes.
Algunos líderes extranjeros parecen admirar su estilo, y muchos republicanos MAGA (la facción más trumpista del partido) adoran a Orbán por enfrentarse a la cultura «woke».

Los primeros ministros de Eslovaquia y Georgia son al parecer firmes admiradores de Orbán, al igual que Alice Weidel (Alternativa para Alemania), Geert Wilders (Partido por la Libertad de los Países Bajos) y Herbert Kickl (Partido de la Libertad de Austria).
Orbán ha inculcado a sus compatriotas «una nueva confianza en sí mismos» tras siglos de dominio extranjero, sugiere Lánczi. «Esta nación se ha fortalecido y nos gustaría creer que no somos inferiores a ninguna otra».
Pero justo cuando alcanza la cima de su fama en el extranjero, parece que le están quitando la alfombra en su propio país.
Las grietas
Peter Magyar ha recorrido el país casi sin descanso, atacando al gobierno por las condiciones de los hospitales, una red ferroviaria deficiente y unos salarios en el sector público que se encuentran entre los más bajos de Europa.
Atrae a grandes multitudes y sus visitas a hospitales, escuelas o residencias de ancianos se transmiten en directo por Facebook, donde muchas de ellas atraen a decenas de miles de espectadores.
«Reconstruiremos este país juntos, ladrillo a ladrillo», repite Magyar. «¡Ladrillo a ladrillo!», corea la multitud al unísono.
Los publicistas del Fidesz lo han desestimado tildándolo de «mesías» vacío o de traidor a sus propias filas. Pero Magyar ha ofrecido al público una visión alternativa para reparar la patria.
El propio Orbán ha empezado a cometer algunos errores, como apoyar al candidato ultranacionalista George Simion en las recientes elecciones presidenciales rumanas, a pesar de su largo historial de comentarios antihúngaros. Lo consideraba un aliado útil en el Parlamento Europeo, donde comparte el mensaje de Orbán de que la «Europa cristiana» está siendo amenazada. Simion fue el sorprendente perdedor de la segunda vuelta de esas elecciones.
El fracaso de Orbán a la hora de impedir el Orgullo, después de haber prometido a sus seguidores que no se celebraría, también sugiere un cierto debilitamiento de su poder.

Pero quizás lo más grave es que la economía húngara, muy dependiente del mercado alemán, especialmente de los carros alemanes fabricados en Hungría, se encuentra estancada. Orbán ya no puede ofrecer una mejora del nivel de vida.
Incluso András Lánczi, que cree que Orbán ganará las próximas elecciones, afirma: «Es inevitable que haya muchos conflictos durante un periodo tan largo (en el poder)», conflictos que «erosionan la confianza, erosionan el respeto, erosionan muchas cosas positivas que unen a esa comunidad política».
Batalla por el alma de Hungría
Una derrota de Orbán, que ha gobernado Hungría durante los últimos 15 años, sería monumental.
«Orbán es capaz de movilizar a su electorado principal, que ronda los dos millones de personas, pero eso no es suficiente para ganar las elecciones», afirma Zoltan Kiszelly, analista político cercano a Fidesz.
El partido Tisza (el de Magyar) también cuenta ahora con unos dos millones de seguidores. Más de cinco millones de húngaros votaron en las elecciones de 2022, con una participación del 69 %, por lo que es probable que las elecciones de abril de 2026 las decanten quienes aún no han decidido su voto.
«Buscamos temas que puedan atraer a esos 500.000 o un millón de votantes adicionales que se necesitan para superar a la oposición», explicó Kiszelly.
En 2022, en plena guerra de Ucrania, Orbán se presentó como el candidato de la «paz» y afirmó que la oposición arrastraría a Hungría a la guerra. Fue una táctica exitosa en un país que a lo largo de su historia ha sido invadido en numerosas ocasiones por ejércitos extranjeros. Kiszelly cree que en 2026 Ucrania podría ayudar a Orbán a ganar de nuevo.

Si para entonces la guerra en Ucrania ha terminado, Orbán, «el realista político», podrá atribuirse el mérito de haber sido el líder occidental que advirtió de que Ucrania no podía derrotar al poderío de Rusia. O, si la guerra continúa, Fidesz podría intensificar su campaña contra Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo (PPE), que apoya que se mantenga del envío de ayuda militar occidental a Ucrania.
«Orbán puede presentarse, una vez más, como la paloma de la paz», explica Kiszelly.
Orbán presenta sus buenas relaciones con el presidente ruso, Vladímir Putin, como una garantía de gas y petróleo rusos baratos para los consumidores húngaros, constantemente amenazados por las sanciones de la UE contra Rusia. (Aunque Orbán no ha logrado bloquear ninguno de los 18 paquetes de sanciones de la UE contra Rusia hasta ahora).
Pero sus oponentes esperan que Tisza y Magyar mantengan su ventaja en las encuestas. Puzser, el activista de la oposición, cree que Tisza ganará «tarde o temprano».
Y describe a Hungría como un país en una encrucijada. «Hay un camino que conduce a una transición democrática desde este sistema semiautoritario y semiconstitucional», argumenta, «y hay un camino despótico que conduce a la dictadura».
Orbán afirmó en marzo que se estaba librando una lucha «por el alma del mundo occidental». Algunos ven las elecciones de abril como una batalla por el alma de Hungría.
Fuente: BBC