La economía argentina ha recibido una inyección inesperada de divisas que fortaleció el escenario cambiario y calmó los temores de devaluación y falta de dólares para afrontar pagos de deuda a corto plazo. A través de un exitoso blanqueo que atrajo cerca de 19.000 millones de dólares al sistema financiero, sumado a la colocación de Obligaciones Negociables de empresas privadas, el Banco Central logró una posición más sólida para mantener el dólar oficial estable y evitar presiones inflacionarias.
Este flujo de capital parece alejar, al menos por el momento, la necesidad de ajustes en el tipo de cambio, y reafirma la apuesta del Gobierno por sostener un esquema de devaluación controlada, reducido en algunos casos a un ritmo de 1% mensual. Además, el ingreso de capitales ha facilitado pagos en dólares en sectores como turismo y gastos de tarjeta, promoviendo un uso más extendido de la moneda estadounidense en transacciones locales.
Consultoras como Quantum, dirigida por el economista Daniel Marx, sugieren que este fenómeno podría indicar una dolarización “de hecho” o endógena. Los depósitos y préstamos en dólares han crecido exponencialmente, acompañando una expectativa de estabilidad en el tipo de cambio y en la inflación.
Por otro lado, el Banco Central logró comprar más de 1.500 millones de dólares en octubre gracias a una liquidación sostenida por los exportadores y al atractivo del “carry trade”, donde inversores obtienen rendimientos en pesos aprovechando la estabilidad cambiaria.
El presidente Javier Milei ha reiterado su compromiso de bajar la inflación, controlando de cerca cuatro variables: el dólar oficial, el dólar CCL, la emisión de pesos y la tasa de interés. Este esquema, sumado al flujo de capital, permite sostener una política de contención inflacionaria sin recurrir a un ajuste abrupto del tipo de cambio.