A diferencia de sus predecesores, la política exterior de Donald Trump —ahora en campaña y con serias chances de regresar a la Casa Blanca— rompe con los consensos históricos de Washington: privilegia el unilateralismo, cuestiona alianzas tradicionales y prioriza los intereses económicos inmediatos. ¿Estamos ante un punto de quiebre geopolítico que puede reordenar el mapa global?
I. Introducción: El retorno de una anomalía
Donald Trump no es un político tradicional. Tampoco lo fue su política internacional durante su presidencia entre 2017 y 2021. Ahora, en un contexto global más tenso, polarizado y multipolar, el posible regreso del magnate republicano a la Casa Blanca plantea una pregunta crucial: ¿modificará estructuralmente el orden internacional?
A diferencia de los enfoques pragmáticos pero institucionalistas de presidentes como Barack Obama, George W. Bush o incluso Joe Biden, Trump opera con una lógica transaccional, desconfiada de los compromisos multilaterales, y guiada por una visión nacionalista y económica del poder. Esta diferencia de enfoque no es solo de estilo: podría alterar alianzas históricas y abrir un ciclo de reconfiguración global.
II. Principales diferencias en la política exterior de Trump
- Unilateralismo vs. multilateralismo
Mientras sus predecesores buscaron sostener el liderazgo global de EE. UU. a través de instituciones como la ONU, la OTAN, la OMC o los tratados multilaterales, Trump priorizó el retiro de esos espacios: abandonó el Acuerdo de París, el pacto nuclear con Irán, y puso en duda la utilidad de la OTAN. Su consigna fue clara: “America First”. - Economía como eje de la geopolítica
Trump concibe la política exterior como una extensión del comercio. Impuso aranceles a China y a aliados tradicionales, renegoció tratados como el NAFTA (que se convirtió en el T-MEC), y denunció prácticas “injustas” incluso dentro del bloque occidental. Para él, los aliados no tienen un valor estratégico si no pagan “lo que deben”. - Desconfianza hacia Europa y simpatía por líderes autoritarios
En un giro inédito, Trump mostró afinidad con figuras como Vladimir Putin, Kim Jong-un o Viktor Orbán, mientras tensaba sus relaciones con líderes europeos como Merkel o Macron. Esto fracturó la lógica clásica de la Guerra Fría y el orden liberal construido tras 1945. - Retiro como estrategia
Desde Siria hasta Afganistán, Trump impulsó el repliegue militar estadounidense, desafiando el consenso neoconservador y liberal intervencionista que dominó la política exterior desde la Guerra Fría. La idea de “policía del mundo” le resulta costosa e inútil.
III. ¿Un cambio estructural del sistema internacional?
Si Trump regresa al poder, el efecto no será solo discursivo. A diferencia de su primer mandato —donde las instituciones internas lograron contener parcialmente su ímpetu—, ahora llegaría con una estructura partidaria más leal y un entorno global más fragmentado. Esto podría permitirle avanzar en una verdadera ruptura del orden liberal internacional.
- Fin del orden liberal occidental
Trump podría acelerar la decadencia del sistema de alianzas post-Segunda Guerra Mundial. La OTAN quedaría debilitada. La Unión Europea enfrentaría presiones crecientes para autonomizarse. Los valores de la democracia liberal, promovidos por EE. UU. durante décadas, perderían su promotor más fuerte. - Reconfiguración de alianzas
En ausencia de liderazgo estadounidense, potencias como China, Rusia, India o incluso Turquía podrían ganar influencia. Nuevas alianzas ad hoc, basadas en intereses tácticos más que en principios compartidos, podrían reemplazar al viejo sistema de bloques. El mundo avanzaría hacia un orden más transaccional, competitivo y menos previsible. - Impacto en América Latina
La región, históricamente en la órbita estadounidense, podría ver reducida su importancia estratégica. Trump no parece interesado en promover democracias ni en intervenir activamente en conflictos regionales. Esto abriría la puerta a una mayor presencia china o rusa en países con gobiernos afines, como Venezuela, Nicaragua o Bolivia.
IV. La paradoja Trump: hegemonía sin liderazgo
Una de las grandes paradojas del fenómeno Trump es que, aunque Estados Unidos conserva la mayor capacidad militar, económica y tecnológica del mundo, bajo su liderazgo deja de actuar como potencia hegemónica en el sentido clásico. La hegemonía, como han demostrado teóricos de las relaciones internacionales como Antonio Gramsci o Robert Keohane, implica una mezcla de coerción, liderazgo y consenso. Trump rompe ese equilibrio.
En lugar de construir consensos, los destruye. En lugar de ejercer el “soft power”, desprecia la diplomacia. En lugar de garantizar la estabilidad del sistema, genera incertidumbre. Así, puede que el legado estructural de su política internacional no sea tanto una nueva hegemonía, sino un vacío: un mundo sin centro, sin reglas claras y sin liderazgos globales sólidos.
V. Conclusión: ¿hacia un nuevo mundo o hacia el caos?
La política exterior de Donald Trump no es un accidente. Es una propuesta coherente con su visión del mundo: transaccional, nacionalista, escéptica del multilateralismo. Si logra volver al poder, podría consolidar un giro que ya se insinúa en muchos países: el fin del orden liberal internacional.
No es seguro que lo reemplace un nuevo sistema estable. Podría surgir un mundo multipolar más caótico, con alianzas volátiles y conflictos más difíciles de contener. La pregunta, entonces, no es si Trump cambiará la política internacional, sino si el mundo está preparado para vivir sin el paraguas estadounidense que, con todos sus límites, ofrecía previsibilidad.
OGI – AI