Debate y Convergencia

Rosario: nuestro espejo

La ciudad de Rosario parece haberse transformado en el epicentro de la política argentina, donde se evidencia la fragilidad de nuestro sistema institucional. Entre las fallas estructurales de la justicia, los órganos de control y represión, se encuentra una policía carcomida por la corrupción, reflejo de un gobierno que, desde la cúspide del poder, demuestra ser parte de un andamiaje de inhabilidad, desinterés o complicidad.


En este contexto, la incoherencia y la falta de criterios claros se han convertido en la norma. Ya no existe un criterio unificador de la verdad, de lo que es correcto, de lo más adecuado. Todo parece valer, incluso mentir se ha vuelto el terreno más fértil para la corrupción y el engaño. En este clima, el narcotráfico y otras formas de delincuencia prosperan ante la falta de valores sólidos y parámetros claros de legalidad e ilegalidad.


Las bandas delictivas pululan ante la inestabilidad de valores y la falta de una justicia sólida y reconocida por sus sentencias. Los Canteros, por ejemplo, administran su banda desde la cárcel, lo que sugiere la existencia de una logística interna y externa que no podría funcionar sin la complicidad de muchos funcionarios corruptos.


La impunidad parece anidar en el palacio, donde los hilos del poder se disponen para decir lo que está bien o mal. Esta situación requiere un cambio profundo en los valores y la recuperación de la razón para que alguna vez se vuelva a comprender que sin derecho no hay justicia, y que sin instituciones sólidas no hay nación. Es necesario subvertir los valores y recuperar la razón para restaurar la fortaleza de nuestras instituciones y asegurar un futuro sólido para nuestro país.


Ante la crisis de valores y la decadencia institucional que atraviesa el país, resulta urgente la construcción de un núcleo político que priorice el fortalecimiento de la ley, la valorización de la justicia y la depuración de los organismos represivos. La honestidad y la transparencia deben ser valores primordiales de la clase política, quienes deben ser ejemplos para la sociedad en cada una de sus acciones y gestiones.

Los ciudadanos nos encontramos inmersos en un contexto de lucha de poder, intentando sostenernos en medio del caos y de la incertidumbre. Ser un buen ciudadano se vuelve cada vez más difícil cuando quienes toman decisiones en nuestro nombre están involucrados en mentiras, deslealtades, traiciones y hechos de corrupción evidentes.


En este sentido, se avecina una época bisagra para nuestro país, en la que se diferenciarán aquellos que comprenden la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos y aquellos que se aferran a un pasado que ya no es posible recuperar. Los nostálgicos del pasado lloran lo que no aman y aman lo que están a punto de perder: sus privilegios.


Es momento de construir una nueva política, que tenga como base la honestidad, la transparencia y el compromiso con la sociedad. Solo así podremos recuperar la confianza en las instituciones y construir un futuro mejor para todos.

Osvaldo González Iglesias – Editor

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