Rodolfo Walsh: vigente e inspirador

odolfo Walsh fue un periodista, escritor y militante peronista, nacido en Río Negro. Es conocido por ser uno de los pioneros de la literatura testimonial o “no-ficción”, género híbrido entre lo literario y lo periodístico que también se define como la escritura de hechos reales pero ficcionados. ¿Quién mató a Rosendo? Es un ejemplo de esto, pero la obra que más se destaca es Operación Masacre, publicada por primera vez en 1957.

La historia comienza a ser ideada por el autor luego de escuchar en un bar, mientras jugaba al ajedrez, a un hombre que murmuraba “hay un fusilado que vive”. Esa frase le generó grandes inquietudes y a partir de ahí comenzó a investigar lo que había ocurrido, lo que lo llevó no solo escribir Operación Masacre sino también a definir su perfil como escritor y militante.

En 1959 viajó a Cuba y fundó la agencia Prensa Latina junto con su colega Jorge Masetti. Después de haber trabajado como periodista y publicar algunas antologías de cuentos, comenzó a definir su posicionamiento político. En busca de comprometerse más con el acontecer del mundo, se volvió Jefe de Servicios Especiales en el Departamento de Informaciones de Prensa Latina, donde usó sus conocimientos de criptógrafo aficionado para descubrir la invasión a Bahía de Cochinos, instrumentada por la CIA.

Más tarde, de vuelta en Argentina, fue parte de Montoneros desde antes de 1976, organización que se enfrentó a la Triple A y luego a la última dictadura cívico-militar argentina (1976-1983). No aceptó salir del país en medio del terrorismo de Estado y el peligro de ser masacrado y desaparecido en manos de la dictadura, como ya había ocurrido con sus compañeros militantes. Eligió vivir oculto y seguir su escritura y trabajos de criptografía en secreto.

Bajo el golpe de Estado de 1976, creó la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA). Allí incitaba a la gente a ser valientes, a iniciar pequeñas revoluciones de la información: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.

Walsh escritor

“Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antigüedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba” cuenta en su propia autobiografía. Pero los trabajos que hicieron que fuera reconocido como un gran intelectual y artista fueron la escritura literaria y el periodismo, trabajos que más tarde él no consideraría por separado sino inevitablemente fusionados.

Perturbado con una frase de Rilke “si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir”, Walsh limitó su escritura por no considerarse lo suficientemente bueno. Su primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, las cuales más tarde le generaron rechazo. Luego se llamó al silencio por cuatro años, por no considerarse a la altura de nadie.

Tras Operación Masacre, además de su estadía en Cuba, sostuvo que la literatura no podía estar separada de la política, ni el periodismo de un compromiso con el pueblo y la verdad, que en ese momento estaba marcada por un contexto de dictadura. Creía que en tiempos difíciles debía tomar la responsabilidad de informar y comunicar con mucha más fuerza.

“En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces”. Escribir para él se volvió un instrumento de cambio, de búsqueda de la verdad, de justicia. Lejos de la frase romántica de Rilke, la literatura para él era un trabajo y oficio necesario.

Operación Masacre

El libro relata el fusilamiento de un grupo de civiles en una madrugada de junio de 1956 a manos de la policía bonaerense, y está basado en una investigación sobre un hecho real, conocido como “fusilamientos de José León Suárez”, cometido durante la dictadura cívico-militar autodenominada Revolución Libertadora ante la sospecha de que se trataba de un levantamiento de inspiración peronista contra ellos. Rodolfo Walsh, al enterarse de la existencia de algunos sobrevivientes, comienza todo un proceso de investigación del caso con la ayuda de la periodista Enriqueta Muñiz, donde dio con un gigantesco crimen organizado y ocultado por el Estado.

Recopiló entrevistas y testimonios de los afectados, de sus familias y autoridades del gobierno. Todo este material fue la base para gestar su libro. Es descrito por otros intelectuales como “un grito de alerta” ya que visibilizó los abusos de poder y terrorismo de Estado. El 23 de diciembre Leónidas Barletta, director de Propósitos, denunció, a pedido de Walsh, la masacre de José León Suárez y la existencia de un sobreviviente, Juan Carlos Livraga.

Huellas de Walsh

Hernán Ronsino publicó Glaxo en 2009. Allí narra la historia de cuatro habitantes distintos en la imaginaria ciudad de Chivilcoy, Buenos Aires, que se corresponden con las cuatro partes del libro que llevan sus nombres. Los relatos de cada personaje, de distintas épocas, parecen no tener conexión pero derivan en un mismo hecho: un “crimen pasional” en los tiempos de la última dictadura. Al comienzo del libro, se encuentra un epígrafe de Operación Masacre: “Fulmínea brota la orden – ¡Dale a ése, que todavía respira! Oye tres explosiones a quemarropa. Con la primera brota un surtidor de polvo junto a su cabeza. Luego siente un dolor lacerante en la cara y la boca se le llena de sangre. Los vigilantes no se agachan a comprobar su muerte. Les basta ver ese rostro partido y ensangrentado. Y se van creyendo que le han dado el tiro de gracia”.

No se trata solo de un homenaje a Walsh ni un mero contexto histórico, es más bien el que da razón a la acción del relato y su desarrollo en la trama. Uno de los personajes de Glaxo es uno de los soldados que participó de aquel fusilamiento. “Cuando pase el tren no voy a fallar como fallé esa noche en el basural de Suárez. Y porque fallé esa noche en el basural de Suárez quedó vivo ese negro peronista. Y ahora hay un libro. En ese libro no me nombran. Cuentan de qué manera se salvó. Se salvó de la masacre. Porque la llaman masacre”. La aparente tranquilidad de un pueblo tensionado y el relato y la construcción de la verdad a través de distintas voces hacen honor a Walsh y la memoria.

El último caso de Rodolfo Walsh de Elsa Drucaroff, publicado en 2010, también es una lectura necesaria para completar la imagen del escritor. En este libro aparece un Walsh ficcionado pero al que reconocemos fácilmente y bien podría ser real. La historia intenta recomponer lo que pasó con Vicki, su hija, quien muere en un combate desigual contra las Fuerzas Armadas según lo que él mismo cuenta en su Carta Abierta. El tono y estilo similares de este libro con Operación Masacre no solo le da verosimilitud al relato sino que también afirma lo que resulta obvio: Walsh sigue vigente e inspirador para intelectuales, tanto como escritor como investigador. Además de recomponer ficticiamente la historia perdida acerca de la hija del periodista, Drucaroff humaniza a Walsh; deja por momentos de ser un “Gran Hombre” para recordarlo como padre, sin dejar nunca de lado su compromiso social y de libertad.

Después de 30 años de trabajar libremente como periodista y escritor, Walsh finalmente elige la clandestinidad para escribir sus últimas palabras. Él no lo supo, pero de todas formas la constante tensión en la que vivía le hacía esperar la muerte a la vuelta de cada esquina. El 24 de marzo de 1977 escribió la “Carta abierta a la Junta Militar”, donde denunciaba la desaparición de personas, la censura, la “miseria planificada” que había gestado el gobierno y el terrorismo de Estado más terrible.

Envió copias a los diarios pero ninguno la publicó. Luego de ser visto repartiendo copias en buzones, al día siguiente Walsh es capturado y desaparecido. La dictadura nunca reveló dónde se encuentran sus restos, por lo que desde entonces forma parte de la lista de detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado en Argentina. Se convirtió en referente para el periodismo comprometido pero también creó y propuso para el pueblo argentino el oficio de buscar la libertad y la libre información.

Por Eliana Cabrera

Fuente: La Opinion, Argentina.

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