No es fácil percibir el curso de los cambios cuando estos están comenzando a suceder. Si observamos las tendencias de ciertos comportamientos en la vida social, cultural, en los hábitos más recurrentes o en los temas de discusión que se imponen en los medios de comunicación, entre la gente, y que la sociedad reclama sean puestos en las agendas públicas, podemos intuir hacia dónde nos dirigimos.
Los padecimientos en la salud mental, las crisis de determinadas corrientes de pensamiento, las consignas agotadas y puestas en cuestionamiento crítico para dar lugar a nuevos conceptos, nuevas interpretaciones o significados a ciertos hechos, nos ayudan a intentar descifrar el rumbo de nuestra sociedad. Los nuevos paradigmas que se imponen como verdaderos nos inducen, a veces, a creer que son conceptos universales y absolutos, que repetimos como si fueran verdades reveladas por algún místico o corriente de pensamiento político construido sobre una gran debilidad ideológica y conceptual. Es como si, en el momento en que lo anterior era considerado un desastre, todo valiera, forzando las ideas hacia los extremos y alejándonos del centro, donde las ideas adquieren un significado más apropiado, realista y acorde con los tiempos. En el desarrollo de una humanidad que no está dispuesta a retroceder en lo alcanzado, tanto en términos de calidad de vida como en integración social, este es un punto crítico.

Estamos viviendo momentos que acentuarán cambios definitivos en nuestras vidas, debido a que son bruscos y profundos. Esto requiere de todos nosotros un análisis meticuloso y desapasionado, sin pensar en respuestas violentas y extremas, observando cómo las cosas se van acomodando en sus casilleros. El mundo, frente a estos cambios, adquiere una instancia superior que normaliza las relaciones humanas y equilibra los pensamientos, recuperando la cordura en el proceso de asimilación de estos cambios sustanciales y profundos que se avecinan.
Nuevos gobiernos, nuevos protagonistas con una fuerte incidencia en las decisiones mundiales sobre el destino de la tecnología, la carrera espacial, la sofisticación de los conductos comerciales y la complejidad de los dispositivos armamentísticos, todo ello sazonado con elementos determinantes: el avance de la virtualidad y de las aplicaciones en nuestra vida rutinaria, y sobre todo la inserción a corto plazo de la Física Cuántica y la Inteligencia Artificial. La conjugación de estos elementos producirá una evolución de la tecnología, y por ende de nuestras vidas, en forma exponencial, más rápido que nuestra propia capacidad de comprensión.

Los electorados de algunos países han asumido posiciones políticas más hacia la derecha que lo habitual. Sin emitir juicio sobre ello, comprendemos que esta reacción es consecuencia del mal uso de un esquema de reivindicaciones que, de forma autoritaria y discriminatoria, pretendía imponer su voluntad al resto sin respetar la disidencia. Este fenómeno ha llevado a cancelar a ciudadanos de la vida cultural, profesional y académica, relegándolos al ostracismo por pensar de manera diferente. Aún peor, algunos intentaron borrar de la historia los libros y documentos de aquellos que, sin considerar el contexto histórico, no pensaban como ellos.
Es momento de detenerse y reflexionar. Si bien no tenemos los recursos para cambiar los acontecimientos, ni la capacidad de preverlos con certeza, podemos ayudar a comprenderlos. La Inteligencia Artificial cambiará nuestros hábitos, y con el tiempo, asumiremos comportamientos que modificarán nuestra cultura. La humanidad no está dispuesta a retroceder en sus derechos, como tampoco tolerará que se les cercene su capacidad de pensar y actuar en consecuencia. Los dueños de las aplicaciones más poderosas, quienes tienen sus redes conectadas a millones de seres humanos en todo el mundo, los que manejan la estructura comunicativa más grande en la historia de la humanidad, los que controlan y manipulan las nuevas herramientas de la Inteligencia Artificial, junto con todos los sensores, detectores y captadores de sentidos humanos, se concentran en pocos ejes de poder. Actualmente, el eje más poderoso es el de EE. UU., en asociación con figuras como Donald Trump y Elon Musk, quienes tienen la capacidad de mejorar o empeorar la existencia humana. No lo sabemos con certeza, pero lo que sí entendemos es que no podemos esquivar la responsabilidad de saber qué sucede y protagonizar los cambios para evitar que estos nos hagan retroceder en lugar de avanzar como humanidad.
A lo largo de la historia, la humanidad ha estado al borde del abismo muchas veces, pero nunca hemos sucumbido. Esto demuestra que, a pesar de nuestros desastres, siempre perdura la razón, la cordura.
Osvaldo González Iglesias – Escritor – Editor