En el ámbito de la salud, el uranio empobrecido plantea un riesgo significativo debido a su toxicidad química, más que a su radioactividad. La ingesta o inhalación de grandes cantidades puede afectar el funcionamiento renal, mientras que la inhalación prolongada de partículas puede aumentar el riesgo de cáncer de pulmón.
Las municiones de uranio empobrecido han sido citadas como una posible causa de problemas de salud en excombatientes de la Guerra del Golfo y en la ciudad iraquí de Faluya, donde se registraron un número elevado de cánceres y malformaciones congénitas. Sin embargo, no se ha demostrado científicamente el papel del uranio empobrecido en estos casos.
Aunque algunos estudios han concluido que no hay pruebas del carácter nocivo del uranio empobrecido, estos resultados siguen siendo objeto de debate. Según estudios respaldados por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el riesgo radiológico para las poblaciones y el medio ambiente no es significativo cuando la presencia de uranio empobrecido ha provocado una contaminación localizada del entorno en forma de pequeñas partículas.
Sin embargo, cuando se encuentran fragmentos o municiones completas de uranio empobrecido, las personas que entren en contacto directo con ellas pueden sufrir efectos radiactivos. Por lo tanto, es importante tomar precauciones adecuadas cuando se manejan estos materiales.
