Si bien esta guerra en Gaza se asemeja a conflictos anteriores, su naturaleza divergente es evidente. No solo se trata de la magnitud de la violencia desencadenada por Hamás y la “venganza poderosa” de Israel en respuesta, como señaló el primer ministro Benjamín Netanyahu.
Esta contienda se distingue debido al contexto en el que emerge: en un momento en el que las divisiones geopolíticas en Medio Oriente están resonando como “fallas tectónicas”. Durante décadas, la brecha más significativa en la región ha sido entre los aliados de Irán y los de Estados Unidos.
El entramado de aliados de Irán, también conocido como el “eje de la resistencia”, incluye a Hezbolá en Líbano, el régimen de Bashar al Assad en Siria, los hutíes en Yemen y varias milicias iraquíes respaldadas por Irán. Este panorama se entrelaza con movimientos de acercamiento de Irán hacia Rusia y China, convirtiéndose en una parte clave de sus dinámicas internacionales.
Sin embargo, la prolongación de la guerra en Gaza y el creciente número de civiles palestinos muertos, así como la destrucción masiva de hogares, plantean un riesgo latente: un conflicto potencial que involucre a facciones de estos dos bloques.
Mientras Israel y Hezbolá intensifican sus enfrentamientos, la frontera entre Israel y Líbano se calienta gradual pero constantemente. Aunque ninguna de las partes anhela una guerra a gran escala, el intercambio de ataques potenciales aumenta el riesgo de una escalada fuera de control.
En paralelo, los hutíes en Yemen han lanzado misiles y drones hacia Israel, los cuales, hasta ahora, han sido interceptados por defensas aéreas israelíes o por buques de guerra estadounidenses en el Mar Rojo.
En Irak, las milicias respaldadas por Irán han atacado bases estadounidenses, generando respuestas por parte de Estados Unidos en Siria. Aunque las partes buscan limitar la escalada, controlar la dinámica militar es desafiante.
La postura de Estados Unidos, respaldando a Israel pero evidenciando incomodidad ante la cantidad de civiles palestinos muertos, refleja una fractura en la cohesión diplomática. Mientras que los aliados árabes condenan las acciones de Israel y abogan por un alto el fuego, la imagen de palestinos huyendo de sus hogares en Gaza evoca recuerdos dolorosos de conflictos pasados, como la Nakba de 1948, cuando más de 700,000 palestinos fueron desplazados por la fuerza.
Las declaraciones provocativas de ultranacionalistas judíos respecto a imponer otra Nakba a los palestinos alarmaron a los aliados árabes de Estados Unidos, especialmente a Jordania y Egipto. Aunque algunos comentarios puedan parecer marginales desde una perspectiva política, su impacto se toma en serio en países como Jordania y Egipto.
El riesgo no radica necesariamente en las armas nucleares, que Israel posee en un arsenal no declarado, sino en la posibilidad de un éxodo masivo de palestinos hacia sus fronteras, lo cual desencadenaría consecuencias impredecibles.
Fuente: BBC