Cristiano Rattazzi, figura destacada de FIAT en Argentina, estima que el tipo de cambio oficial de $365 es “una imbecilidad” y sugiere que debería situarse alrededor de los $700 u $800. Esta afirmación, respaldada por economistas, plantea la necesidad de reevaluar la competitividad y reorganizar el sistema de precios.

Para Andrés Reschini de F2 Soluciones Financieras, un dólar a $800 hacia finales de año llevaría el tipo de cambio real a niveles históricamente altos, mientras que un valor de $700 se mantendría relativamente elevado pero en línea con periodos anteriores.

Sin embargo, la situación actual del tipo de cambio real, apreciado desde finales de 2017 y con reservas netas negativas por encima de los 10.500 millones de dólares, señala una fragilidad extrema del Banco Central.

Santiago Manoukian de Ecolatina considera que la corrección del tipo de cambio es inminente, aunque podría situarse ligeramente por debajo de las estimaciones de Rattazzi. Esto dependerá de la credibilidad y consistencia del programa de estabilización, evitando la idea de dolarización.

En este contexto, el economista Gabriel Caamaño de Ledesma señala que el tipo de cambio oficial es testimonial, ya que exportaciones e importaciones se manejan a valores diferentes al oficial. Sugiere que el dólar debería superar los $600, aunque su valor dependerá de múltiples factores.

Además, destaca la necesidad de considerar el impacto en los precios ante una devaluación. Si bien reconoce que un aumento en los precios es probable, resalta que si los sectores exportador e importador no se guían por el tipo de cambio oficial, el traslado a la inflación podría variar considerablemente. En consonancia, plantea que una simplificación del sistema cambiario debería acompañarse de la eliminación de impuestos ligados al dólar para contrarrestar parte del impacto inflacionario.

En resumen, estas opiniones revelan un consenso sobre la necesidad de revisar el tipo de cambio oficial y sus implicaciones en la economía, además de recalcar la importancia de la credibilidad en el programa de estabilización y la urgencia en la toma de medidas para evitar desequilibrios.