Tras días de zozobra por la escalada del dólar y la incertidumbre financiera, el gobierno de Javier Milei logró un respiro con la aprobación del DNU de endeudamiento con el FMI. Este paso, aunque no despeja todas las dudas del mercado, otorga un alivio temporal a una administración que empieza a experimentar los costos de estar en el poder.
Milei sostiene su estrategia en dos pilares: un dólar estable y el superávit fiscal, fundamentales para controlar la inflación. Sin embargo, las tensiones recientes han expuesto las debilidades políticas de su gobierno, donde la falta de experiencia y pericia se hace evidente. A pesar de ello, la torpeza de la oposición, con movilizaciones que derivan en violencia, ha terminado fortaleciendo al presidente, quien sorteó una semana crítica con un delicado equilibrio.
La aprobación del DNU reivindica el trabajo del ministro del Interior, Guillermo Francos, y su equipo, quienes han tendido puentes con los gobernadores a cambio de fondos federales. Este triunfo político destaca a pesar de los constantes errores de los libertarios en el Congreso, donde el clan Menem, que responde a Karina Milei, concentra las críticas por su falta de destreza legislativa.
Aunque la idea del DNU provino del jefe de Gabinete, no reemplaza la necesidad de un proyecto de ley. El tiempo apremia para Milei, quien, detrás de su retórica incendiaria, enfrenta la presión de consolidar resultados antes de las próximas elecciones.
En paralelo, un rumor sobre un posible adelantamiento de las elecciones legislativas a julio circuló con fuerza. Esta maniobra, que se relaciona con la intención de levantar el cepo cambiario, podría ser un globo de ensayo para medir el clima político y evaluar las chances del oficialismo en un eventual comicio anticipado.
El panorama judicial también se agitó con la decisión del gobierno de Estados Unidos de prohibir el ingreso a Cristina Kirchner, sus hijos y Julio De Vido por actos de corrupción comprobados. Esta sanción llegó el mismo día que la Cámara de Casación ratificó la condena de seis años de prisión contra la exmandataria por el caso Vialidad. Detrás de esta medida se perfila la influencia de Marco Rubio, actual secretario de Estado, quien desde hace años presionaba para aplicar sanciones contra la ex presidenta.
Cristina Kirchner no tardó en reaccionar, enarbolando el discurso de la persecución política por parte del “imperio” y recordando la vieja consigna “Braden o Perón” de 1946. Este enfrentamiento binario alimenta la polarización, una estrategia que Milei también aprovecha, tal como lo hizo anteriormente Mauricio Macri.
En el horizonte judicial, la situación de la Corte Suprema también está en vilo. Los nombramientos en comisión de Manuel García-Mansilla y Ariel Lijo por decreto de Milei han generado tensiones. Mientras García-Mansilla ya asumió su cargo, su futuro depende de la aprobación en el Senado, donde no cuenta con los votos necesarios. Lijo, por su parte, mantiene su poder como juez federal y espera la validación de su pliego, aunque el gobierno podría estar reconsiderando su designación.
En este complejo escenario político y judicial, Milei se juega su capital simbólico y pragmático. La incertidumbre persiste, pero el gobierno ha logrado una tregua temporal que le permite seguir adelante mientras redefine su estrategia de poder.