Son días en los que Sergio Massa está encontrando motivos para festejar: el tema más acuciante de la economía -la falta de dólares- está dando un respiro, al menos temporario, que no sólo se refleja en el destrabe de los créditos de organismos internacionales, sino también en la caída de la demanda por parte del público.
A pesar de que los críticos del Gobierno han calificado en duros términos al “dólar soja” -y algunos pronostican que, además de distorsionar toda la política cambiaria, creará una posibilidad de falta de dólares a mediano plazo- lo cierto es que su arranque ha sido prometedor. De hecho, se está registrando liquidaciones de soja casi diez veces más grandes que las que se observaban hace apenas una semana.
Hablando en plata, el Banco Central está reviviendo la olvidada sensación de comprar hasta u$s300 millones en una sola jornada.
Y, aun con reparos, los analistas creen que no es descabellado pensar en liquidaciones de exportaciones por u$s5.000 millones en el corto plazo.
Tras haber representado uno de los principales rubros de salida de divisas, por fin las compras de gas empezaron a caer
Una primavera en la caja del BCRA
Pero, en un país en el que se vive el día a día, falta mucho para llegar a noviembre. De manera que Massa cuenta los otros motivos que le dan paz de corto plazo, y entre ellos destaca otra cuestión estacional: la llegada de la primavera.
Con las temperaturas más benignas, ocurre un hecho que el Gobierno considera fundamental a la hora de mirar su caja de dólares: disminuirá la gran cuenta de importación de gas, una de las pesadillas que marcaron los últimos meses.
En julio se llegó al punto máximo por ese rubro, con compras de combustibles por u$s2.281 millones, una cifra que triplicó la gastada hace un año, cuando no había llegado el shock internacional en el precio de la energía. En julio, ese rubro representó casi un 28% del total importado.
Pero, de acuerdo a la evolución que estiman en el Banco Central, a partir de ahora todo serán buenas noticias: ya para agosto -cuyas cifras están en pleno procesamiento- se estima que las compras de gas cayeron u$s500 millones y que en septiembre la baja será de hasta u$s900 millones, si es que el clima no da sorpresas desagradables.
El optimismo del Gobierno se basa en que las temperaturas extremas que se esperaban finalmente no ocurrieron, excepto por el mes de junio.
En consecuencia, el consumo hogareño fue inferior al nivel récord que se había proyectado inicialmente. Además, se incrementó la compra de electricidad a Brasil, lo cual también ayudó a bajar la dependencia del gas, algo que se refleja en el hecho de que Enarsa haya suspendido la venida de barcos con cargamentos de gas licuado que ya habían sido licitados.
Y, por cierto, en caso de que el factor climático no ayude, también hay un hecho político que podrá incidir para morigerar la importación de gas: el anuncio del recorte del subsidio -por más que su aplicación plena recién se sienta el año próximo- ya tiene, de por sí, un efecto psicológico. Ante la perspectiva de una factura más abultada, los usuarios tienden a disminuir el consumo hogareño de manera preventiva.
En definitiva, se están alineando los planetas como para que Massa pueda atravesar las próximas semanas sin las violentas turbulencias cambiarias que sufrieron sus antecesores: por el lado de la oferta, aparecieron los ansiados dólares sojeros, además de los anuncios de créditos de organismos internacionales. Y, en la demanda, los números marcan una relativa baja del turismo, junto a una fuerte caída en las compras de energía.
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Para un país cuyas reservas están en u$s36.577 millones, no son datos para despreciar. Como siempre, el interrogante es cuánto durará la tregua, pero si algo se le ha reconocido a Massa es, precisamente, su habilidad para “comprar tiempo”.