En medio del llanto desesperado de un bebé, Yuliana Figueredo, una vecina de Campana de 37 años, escuchó el llamado de emergencia. Las calles de tierra del barrio San Jorge impedían la llegada de una ambulancia, pero Yuliana, formada en primeros auxilios por el Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), no dudó en acudir. Aquel día de 2022, aplicó un procedimiento básico que salvó la vida del bebé que luchaba por respirar. Dos años después, en septiembre de 2024, en medio de una protesta frente al Congreso, Yuliana volvía a intervenir, asistiendo a Fabrizia, una niña de 10 años afectada por gas lacrimógeno arrojado por un policía. Aún no sabía que el gobierno culparía al CEPA por el incidente.
José Parizzia, a punto de retirarse del Ejército tras 34 años de servicio, encontró en el CEPA una nueva misión: ayudar a los más vulnerables en medio de la represión. En la marcha contra el veto de Javier Milei al financiamiento de las universidades públicas, mientras los manifestantes sufrían por los gases lacrimógenos, José se mantuvo sereno, aliviando el dolor de los heridos con una simple botella de leche, símbolo de su vocación de servicio.
Miguel Irrutegui, con más de 20 años como técnico en emergencias médicas, ha sido testigo de las mayores tragedias del país: la voladura de la AMIA, el incendio de Cromañón, y el choque en la estación de Once. Su experiencia lo llevó a liderar al grupo de rescatistas del CEPA en aquella marcha en el Congreso, donde se emocionó al ver cómo nuevos voluntarios, jóvenes y comprometidos, se sumaban al equipo.
Luisina Troncoso, quien vio a sus padres jubilados sufrir los recortes, se unió al CEPA por impotencia y necesidad de ayudar. Ese mismo sentimiento motivó a Cecilia Chirico, en su primer operativo, y a Miguel Palacios, árbitro de fútbol de 26 años, quienes encontraron en el CEPA una forma de canalizar su frustración y vocación de servicio.
Durante la marcha, el CEPA asistió a Carlos Tabulosky, un jubilado que se desplomó entre los manifestantes. Luego de ser atendido por el equipo, la diputada Myriam Bregman elogió la labor de los rescatistas, destacando su importancia en un contexto represivo.
Cuando el caos estalló tras un ataque de gas lacrimógeno perpetrado por un policía infiltrado, los voluntarios del CEPA se mantuvieron firmes. Sin intervenir en el conflicto, se dedicaron a socorrer a los afectados, recordando que su misión es proteger a los heridos y mantenerlos a salvo. A pesar de estar en el ojo del huracán, los rescatistas nunca pierden de vista su deber humanitario.
La jornada terminó con 16 heridos y una denuncia contra los policías infiltrados. Para Miguel Irrutegui, fue “una jornada tranquila”. Mientras los rescatistas se retiraban en silencio, una vez más quedaba claro que, en medio del gas y la represión, son ellos quienes con su humanidad, ofrecen un respiro a los que más lo necesitan.