Los días que cambiaron la mirada entre EE.UU. y América Latina

Hace poco más de 100 días, el presidente de EE.UU., Donald Trump, estaba a punto de entrar triunfante a la Casa Blanca por segunda vez. El mundo ya conocía su estilo desenvuelto durante la primera gestión, pero nadie pensó que lograría hacer un cambio tan tajante y rápido.

El magnate ha replanteado la mirada de EE.UU. sobre la región, abriendo nuevos frentes, posicionándose rápidamente en determinados lugares y, quizá lo más importante, en aquellos días nadie imaginaba que los países de América Latina iban a estar, sin exclusiones, penados o amenazados arancelariamente por Washington.

Trump ha logrado, en su breve pero agitado período, aislar a EE.UU. de América Latina, una región que no siempre fue la preocupación central de la clase dirigente de la potencia norteamericana, pero que con mucha fuerza esta administración ha puesto en el ojo del huracán.

Trump ha logrado, en su breve pero agitado período, aislar a EE.UU. de América Latina, una región que no siempre fue la preocupación central de la clase dirigente de la potencia norteamericana.

Si bien durante la campaña presidencial republicana aumentó el grado de criminalización de la migración latina, la forma arbitraria en que Trump comenzó a ejecutar deportaciones masivas generó no solo fricciones con distintos gobiernos como los de Brasil, Colombia y México, sino también la disolución del «sueño americano».

Tampoco se tenía claro el nivel de agresividad con que Washington intentaría «recuperar» el control del Canal de Panamá. Entonces, era difícil imaginar los planes que iba a implementar y la rapidez con que intentaría posicionarse en el territorio.

Los últimos 100 días han cambiado la forma en que ambas regiones se miran mutuamente.

Trump en el poder

Durante su primer trimestre, el magnate ha movido fichas a lo largo y ancho del continente para ejercer su poder y reconfigurar un nuevo mapa de alianzas y adversarios.

Así, ante esta nueva avanzada, el funcionariado republicano trata de aprovechar la ola conservadora apoyando a sus aliados en la región, pero, por otro lado, le resulta difícil establecer una relación fluida con los mismos gobiernos que han sido castigados con aranceles, como Argentina, Paraguay, Guyana, Ecuador y El Salvador.

La tabla de aranceles por países demuestra que no privó el enfoque ideológico: a pesar de las medidas contra Venezuela y Cuba, también se vieron afectados otros tradicionales aliados de Washington, sin establecerse excepciones según el grado de alineación geopolítica.

Varios de estos países están teniendo acuerdos concretos y pragmáticos con Washington. El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, firmó un pacto para el uso de cárceles salvadoreñas donde han sido enviados migrantes.

Al presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, Trump le dio un respaldo decisivo para su reelección, recibiéndolo en Mar-a-Lago. En Argentina, la visita del secretario del Tesoro, Scott Bessent, en abril significó un espaldarazo a las medidas de ajuste del presidente Javier Milei. Guyana, por su parte, fue visitada por el propio secretario de Estado, Marco Rubio, quien firmó junto a su homólogo, Hugh Todd, un Memorando de Entendimiento que incluye cooperación militar. Todos han sido castigados con aranceles.

Es decir, el alto funcionariado se ha desplegado por la región y ha sellado acuerdos rápidos e importantes, pero eso no se ha traducido en eje regional articulado a favor de Washington, como el recordado y extinto Grupo de Lima, que reunió a 17 países y fue fundado durante la primera gestión de Trump.

El alto funcionariado se ha desplegado por la región y ha sellado acuerdos rápidos e importantes, pero eso no se ha traducido en eje regional articulado a favor de Washington, como el recordado y extinto Grupo de Lima.

Aunque no estamos en pleno auge de un nuevo «ciclo derechista», podría haber un desarrollo embrionario. Para que este se concrete, habrá que esperar primero las elecciones presidenciales en Colombia y Brasil en 2026, para saber si la región se mantendrá en el espectro izquierdista o girará hacia la derecha.

Ahora bien, de todas las piezas que ha movido la Casa Blanca, la de Panamá ha sido donde ha conseguido una victoria temprana. El memorando firmado entre el gobierno de EE.UU. y el de Panamá refleja la determinación de Washington en la región. La presión sobre empresas chinas para vender puertos a compañías estadounidenses también representa otro logro del discurso «antichino» esgrimido a lo largo del continente por el trumpismo.

Región andina

Una vez posicionados en Panamá, los estadounidenses atienden otras preocupaciones, especialmente en un antiguo feudo: la región andina.

Esta zona resulta clave para los intereses de EE.UU. Es considerada un eje de articulación entre el norte y Sudamérica, y allí ha tenido aliados de peso, sobre todo en Lima y Bogotá. No obstante, actualmente, algunos de los gobiernos más fieles a Washington, como los de Bogotá y Santiago de Chile, han girado a la izquierda.

Recientemente, el presidente colombiano, Gustavo Petro, anunció un viaje a China como presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), ante lo cual respondió rápidamente el asesor para América Latina de la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, amenazando con sustituir las importaciones de café y flores colombianas.

Pero no solo en Colombia, y a raíz del triunfo izquierdista de Petro, EE.UU. ha tenido problemas en el mundo andino.

La principal preocupación de Washington en esta zona se ubica en Perú, concretamente en el puerto de Chancay. El gobierno peruano, ideológicamente alineado con Washington, ha permitido sin embargo la construcción de un megaproyecto portuario chino, estratégicamente clave para la relación comercial de China con el resto del mundo.

Las grandes economías de América Latina están profundizando, cada una por su cuenta, sus relaciones con un mundo multipolar. Esto obliga a EE.UU. a acelerar sus maniobras.

Región andina

Una vez posicionados en Panamá, los estadounidenses atienden otras preocupaciones, especialmente en un antiguo feudo: la región andina.

Esta zona resulta clave para los intereses de EE.UU. Es considerada un eje de articulación entre el norte y Sudamérica, y allí ha tenido aliados de peso, sobre todo en Lima y Bogotá. No obstante, actualmente, algunos de los gobiernos más fieles a Washington, como los de Bogotá y Santiago de Chile, han girado a la izquierda.

Recientemente, el presidente colombiano, Gustavo Petro, anunció un viaje a China como presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), ante lo cual respondió rápidamente el asesor para América Latina de la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, amenazando con sustituir las importaciones de café y flores colombianas.

Pero no solo en Colombia, y a raíz del triunfo izquierdista de Petro, EE.UU. ha tenido problemas en el mundo andino.

La principal preocupación de Washington en esta zona se ubica en Perú, concretamente en el puerto de Chancay. El gobierno peruano, ideológicamente alineado con Washington, ha permitido sin embargo la construcción de un megaproyecto portuario chino, estratégicamente clave para la relación comercial de China con el resto del mundo.

Las grandes economías de América Latina están profundizando, cada una por su cuenta, sus relaciones con un mundo multipolar. Esto obliga a EE.UU. a acelerar sus maniobras.

El miércoles de esta semana, el ministro peruano de Defensa, Walter Astudillo, y el canciller Elmer Schialer visitaron al secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, quien les pidió reforzar la «interoperabilidad militar» y contrarrestar el avance chino en la región, aunque no se dio a conocer la postura estadounidense sobre el megaproyecto ni sobre los planes colindantes, como la carretera bioceánica.

En otro país andino, Ecuador, su presidente, Daniel Noboa, ofreció durante la campaña presidencial dos bases militares a EE.UU. (en la isla Galápagos y en Manta), ubicadas en puntos clave que podrían servir para vigilar tanto la línea comercial entre China y Chancay como el tráfico de drogas, que se ha expandido en la zona.

Cabe recordar que, desde hace años, Washington ha perdido influencia en otros países andinos como Venezuela y Bolivia. Por tanto, aunque el panorama no es del todo favorable, EE.UU. intentará ejercer presión e influencia sobre los gobiernos que aún están alineados, pero que han abierto amplios canales con China, para tratar de debilitar los intentos de establecer una gran ruta entre el Pacífico asiático y Sudamérica.

La resistencia a Trump

Por otro lado, México y Brasil, afectados por la guerra arancelaria, están ajustando rápidamente sus relaciones comerciales, lo que indica que las grandes economías de América Latina están profundizando, cada una por su cuenta, sus relaciones con un mundo multipolar. Esto obliga a EE.UU. a acelerar sus maniobras.

China mueve ficha en Sudamérica y busca un 'jaque' a Trump con dos alianzas

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Actualmente, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos son de izquierda, pero, lejos de responder con mayor beligerancia al tono duro de Trump, han preferido mantener un perfil bajo y esperar que la nueva gestión comience a cometer errores, tanto en el plano interno como en el exterior. Quizá este tiempo de cautela ante la belicosidad de la Casa Blanca no haya permitido alcanzar mayores acuerdos en la cumbre de la Celac, celebrada en abril en Tegucigalpa.

Así las cosas, poco más de 100 días después de la toma de posesión, las relaciones entre América Latina y Washington son otras. Hay nuevos mapas de alianza y conflicto, así como nuevas zonas de relevancia que estaban totalmente solapadas. Se proyectan tensiones a distintos niveles. El juego de Trump apenas comienza y, a pesar de sus idas y venidas, ha demostrado determinación. Los próximos meses serán cruciales para evaluar su capacidad de avanzar y enfrentar los obstáculos que se le presenten, y para saber si América Latina enfrentará la tempestad unida o dividida.

Fuente: RT

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