Con la elección de Robert Francis Prevost como nuevo Pontífice bajo el nombre de León XIV, la Iglesia Católica escribe una página inédita en su historia: por primera vez, un Papa nacido en los Estados Unidos asume el trono de San Pedro. Su nombramiento, aprobado por el Cónclave tras el fallecimiento de Francisco, no solo representa un hito geográfico, sino también una reafirmación de la creciente influencia latinoamericana en el liderazgo eclesiástico global.
Nacido en Chicago en 1955, León XIV se convierte en el cuarto Papa del siglo XXI —tras Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco— y el primero de su país en alcanzar la máxima jerarquía de la Iglesia. Antes de su elección, se desempeñaba como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidía la Pontificia Comisión para América Latina, funciones que lo posicionaron como figura clave en el Vaticano.
Un perfil académico y pastoral
Prevost posee una formación académica sobresaliente. Licenciado en Ciencias Matemáticas por la Universidad Vilanova, obtuvo luego una maestría en Divinidad en la Catholic Theological Union de Chicago y un doctorado en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma. Además, domina seis idiomas —inglés, español, italiano, portugués, latín y alemán—, lo que refuerza su capacidad para conectar con comunidades diversas.
Su historia, sin embargo, no es solo la de un académico. En 1985 fue enviado como misionero a Chulucanas, en el norte del Perú, donde sirvió como vicario parroquial y canciller de la Prelatura. A lo largo de las décadas, consolidó una relación profunda con el país andino, que incluyó su regreso tras una breve estadía en EE.UU. y la obtención de la nacionalidad peruana en 2015. En 2014, fue nombrado obispo de Chiclayo, reforzando aún más su vínculo con la región.
Un liderazgo con acento latinoamericano
León XIV no solo trae consigo una impronta estadounidense. Su larga trayectoria en América Latina, su dominio del español y su sensibilidad pastoral lo convierten en una figura puente entre continentes. Su visión ha sido moldeada por años de trabajo en zonas vulnerables, y su nombramiento ha sido interpretado como una señal de continuidad con el legado latinoamericano de Francisco, aunque con un estilo propio.
El nuevo Papa enfrenta desafíos cruciales: el proceso de reforma interna de la Iglesia, el equilibrio entre tradición y modernidad, y la necesidad de reconectar con los fieles en una época de creciente secularización. Pero llega al cargo con una sólida experiencia pastoral, capacidad administrativa probada y un perfil cultural que trasciende fronteras.