Las siete semanas y media que estremecerán España

El triunfo de la derecha española no puede analizarse solo desde el ámbito nacional. Lo que ha sucedido en Italia y Francia, entre otros, con el auge de la extrema derecha y de las derechas en general, ahora es una tendencia que se confirma también en el país ibérico.

Y no solo en el continente europeo.

América Latina tampoco escapa a la ola. El buen resultado de las derechas de Brasil y Colombia, el triunfo en Chile y la escalada en Argentina hacen ver que los tiempos conservadores, que se creían superados con el nuevo ciclo progresista de los últimos años, están de vuelta y desde un formato más radical.

Antes que producir un relato efectivo, las derechas están sabiendo entender la coyuntura. Por otro lado, para las izquierdas, el gobierno es un lastre electoral y la coyuntura que le ha tocado administrar quema los votos que se habían cosechado, desde el malestar, para derrotar administraciones conservadoras.

El triunfo de la derecha española no puede resultar sorpresivo, sino que corrobora la tendencia de algunas elecciones pasadas en las que la izquierda radical perdía votos, la derecha “alternativa” de Ciudadanos tendía a la desaparición y el Partido Popular se consolidaba.

Todo ese movimiento ocurría mientras el Partido Socialista Unido Español (PSOE) ya recibía el castigo por estar en el gobierno. Quizá lo novedoso de este resultado del 28 de mayo es que la extrema derecha de Vox, que parecía estancada, ha dado un salto enorme, triplicando sus concejalías en todo el país y poniéndose a punto de derribar cualquier cordón sanitario. 

Quizá lo novedoso de este resultado del 28 de mayo es que la extrema derecha de Vox, que parecía estancada, ha dado un salto enorme, triplicando sus concejalías en todo el país y poniéndose a punto de derribar cualquier cordón sanitario. 

En la Comunidad de Madrid propiamente, que es el paradigma por la forma en que el PP proyecta su triunfo, un resultado muy similar así ya había ocurrido en las elecciones  de 2019 y 2021. En 2021, Isabel Díaz Ayuso obtuvo el 44 % de los votos frente al 17 % del izquierdista Más Madrid (MM) y al 16,8 del PSOE.

Ahora, el PP subió a 47%, MM a 18% y PSOE a 18%. Con una abstención al alza, sin sobresaltos, pero sostenida. Es decir, no hay tanta diferencia entre ambos eventos, sin embargo,  la diferencia existente confirma la tendencia de toda España, salvo excepciones: la derechización general.

La convulsión mundial y las agendas ineficaces

A las claras, la izquierda no supo entender los signos electorales que venían sucediendo, pero no solo en la Comunidad de Madrid, sino tampoco en el de la España profunda.

En especial, las izquierdas no supieron descifrar la incógnita sobre los buenos resultados de gestiones como el de las derechas en Madrid durante la pandemia.

A los electores poco les importaron las consecuencias de la gestión derechista, por el contrario, simpatizó con la forma en que se enfrentó la crisis, y esto es algo muy importante. Lo que generó profunda “indignación” en unos pocos, provocó simpatías en muchos otros.

En ese escenario, la izquierda ha venido haciendo campaña desde una indignación que lució inefectiva para contrarrestar el malestar por la gestión de gobierno que tiene en sus manos.

En especial, las izquierdas no supieron descifrar la incógnita sobre los buenos resultados de gestiones como el de las derechas en Madrid durante la pandemia.

El relato de la derecha se vino desparramando por toda España, hasta llegar al paroxismo del resultado de este domingo, en el que se prefigura un gobierno de ese signo con decisiva participación de la derecha radical.

La izquierda, aferrada a su verdad, logró desarrollar dos políticas de gestión en las escalas nacional, autonómica y municipal: por un lado, una política progresista en relación con la crisis económica europea, que produjo aumentos considerables de sueldos y ayudas sociales indiscutibles. Por el otro, una gestión hacia las identidades, mujeres y trans a través de sendas leyes que, independientemente de sus vaivenes y resultados finales, aclararon al votante español la interpretación de las izquierdas sobre estas identidades.

Lo cierto es que las políticas identitarias no han resultado, ni de lejos, suficientes. Las mujeres, como sujeto de mayorías, no se han movilizado a las urnas a defender los postulados feministas de las fórmulas izquierdistas. No se han sentido convocadas por el actual discurso de género que ha desarrollado el progresismo. Comprender y procesar esta realidad es clave para rehacer la estrategia política. Ha fracasado una agenda cultural que trató de marcar una cancha virtual que se ha quedado muy chica ante la realidad político-electoral. 

En España, a diferencia de EE.UU., estos discursos no suman a las mayorías sino que parecen ahuyentar a las mayorías hacia la derecha, al menos desde el enfoque que se ha producido estos años.

Sin embargo, las izquierdas podrían estar confrontando un problema mayor. Las políticas económicas y sociales que han generado tanto el gobierno español de coalición izquierdista como las administraciones autonómicas y municipales, en medio de la crisis europea, tampoco han convocado a las mayorías. Es posible que la inflación y la precariedad hayan dispersado las fuerzas.

En todo caso, las políticas de contención a la crisis no han sido leídas como algo preponderante que vale la pena defender con el voto, al menos en estas elecciones que acaban de ocurrir. Y este drama es mayor porque pareciera que no es solo asunto de malestar económico sino de avance cultural de la derecha. 

Así, ninguna de las dos políticas de las izquierdas fueron suficientes para parar el ciclón de las derechas, lo que deja a las izquierdas sin mapa. La izquierda, en el gobierno, ni logra movilizar a los sujetos tradicionales de apoyo, ni establecer nuevas alianzas con los sujetos “emergentes”. Deberá entonces rehacer su discurso y delimitar nuevamente su sujeto de apoyo.

La izquierda, en el gobierno, ni logra movilizar a los sujetos tradicionales de apoyo, ni establecer nuevas alianzas con los sujetos “emergentes”. Deberá entonces rehacer su discurso y delimitar el perfil de a quiénes se dirige.

Se prepara, a las claras, un gobierno de coalición conservadora en el que terminará de caer, por su propio peso, cualquier cordón sanitario hacia la extrema derecha.

Elecciones adelantadas: la última apuesta

El sorpresivo adelanto electoral para el 23 de julio que ha hecho el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, trata de evitar este escenario. El panorama nacional no tiene que seguir necesariamente las tendencias del municipal y autonómico.

Por esa razón, Sánchez trata de levantar una respuesta rápida a los resultados, cuya prolongación podría significar la institucionalización de la extrema derecha. Se trata de parar la “italianización” de España.

Un 'sprint' de 8 días para lograr una coalición: el duro reto de la izquierda española

Un ‘sprint’ de 8 días para lograr una coalición: el duro reto de la izquierda española

Ciertamente, lo que sucedió en las municipales evidencia la fuerza movilizadora de la derecha y la extrema derecha. Pero el 23 de julio lo que se medirá es la capacidad de respuesta del votante progresista, una vez que la división de las izquierdas ha perdido toda relevancia.

Acudiremos a un escenario de mayor relevancia cultural en comparación al de este domingo, que podría movilizar al voto progresista contra al pacto de la derecha y la extrema derecha. Una alianza que podría develarse en estos días con la conformación de los gobiernos municipales, en un ambiente de virtual polarización ideológica.

El paso que da Sánchez para convocar elecciones próximas puede parecer reactivo, pero tiene objetivos muy claros: hacer una nueva conceptualización de la derecha, que pasa por denunciar la institucionalización de Vox, y también hacer una redefinición de la izquierda hacia el voto útil (antiderecha) que regrese los caudales al PSOE.

Se vienen intensos días para España. La derecha tradicional del PP tendrá que definir su alianza con la extrema derecha y las izquierdas deberán recomponer sus cargas, en algunos casos, jugándose su supervivencia. Y todo esto en siete semanas y media.

RT

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