Nuestro cerebro, una maravilla natural que nos ha llevado a conquistar la Luna y explorar los confines del universo, no es perfecto. Aunque ha demostrado su ingenio en la creación de maravillas tecnológicas, también revela curiosas contradicciones. Este órgano, que nos hace la especie más inteligente del planeta, tiene sus propias motivaciones, y a menudo, busca quedar bien en lugar de encontrar la verdad.
El estudio de la mente ha revelado que nuestras decisiones, en su mayoría, son impulsadas por procesos inconscientes. La ilusión del libre albedrío se desvaneció cuando el psicólogo Benjamin Libet descubrió que el cerebro inicia acciones antes de que seamos conscientes de tomar decisiones. Justificamos nuestras elecciones a posteriori, defendiéndolas incluso sin comprender completamente las razones detrás de ellas.
El “intérprete” en nuestro cerebro, según el experto Michael Gazzaniga, busca constantemente interpretar la realidad de manera satisfactoria, más que buscar la verdad objetiva. Este fenómeno se reveló en estudios con pacientes con el cerebro dividido, donde el hemisferio izquierdo inventaba explicaciones para justificar las acciones del hemisferio derecho, aunque fuera completamente ajeno a las razones reales.
El ser humano, en su hipersocialidad, tiende a buscar explicaciones aceptables en lugar de verdades absolutas. Nuestro cerebro evolucionó para persuadir a otros más que para encontrar la verdad, adoptando estrategias de razonamiento que favorecen la autoestima y la aceptación social. En última instancia, la verdad queda subordinada a la necesidad de quedar bien en sociedad, preservando nuestra valiosa autoestima.