La UE y EE.UU. corren contra el reloj: Von der Leyen admite que será imposible cerrar un acuerdo comercial detallado antes del 9 de julio

La Unión Europea y Estados Unidos enfrentan una cuenta regresiva decisiva. A pocos días de que expire la tregua arancelaria entre ambos bloques —el próximo 9 de julio—, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reconoció públicamente que será “imposible” alcanzar un acuerdo comercial detallado antes de esa fecha. En su lugar, Bruselas trabaja para sellar un “principio de acuerdo” que permita mantener el diálogo abierto y evitar un nuevo capítulo en la guerra comercial.

Durante una conferencia de prensa conjunta con la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, en la ciudad de Aarhus, Von der Leyen explicó que el volumen y la complejidad del comercio transatlántico —valorado en más de 1,5 billones de euros— hacen inviable cerrar un pacto integral en tan corto plazo. “Esta estrategia fue también la adoptada por el Reino Unido en su momento. El objetivo ahora es consolidar avances parciales y preservar la posibilidad de un entendimiento más amplio”, señaló.

Negociaciones en marcha y tensiones latentes

Mientras tanto, el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, se encuentra en Estados Unidos liderando las negociaciones con funcionarios clave de la administración norteamericana, entre ellos el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y los asesores comerciales Jamieson Greer y Howard Lutnick.

Von der Leyen fue tajante al afirmar que “la prioridad sigue siendo una solución negociada”, pero advirtió que el bloque se prepara también para un escenario adverso: “Defenderemos el interés europeo cuando sea necesario”, sentenció.

Pese a la incertidumbre, la presidenta de la Comisión Europea reiteró su esperanza de alcanzar, al menos, un marco preliminar antes del vencimiento de la tregua, lo que evitaría el regreso inmediato de aranceles que podrían escalar el conflicto comercial entre ambos actores.

Aranceles, concesiones y líneas rojas

En medio de estas negociaciones, Bruselas habría manifestado su disposición a aceptar un arancel del 10% sobre algunas exportaciones europeas, según reveló Bloomberg. No obstante, puso como condición que Washington reduzca significativamente otros gravámenes que afectan sectores estratégicos para Europa, como los productos farmacéuticos, el alcohol, los semiconductores y la industria aeronáutica.

La Comisión Europea también reclamó la moderación de los actuales aranceles del 25% que EE.UU. impone a los automóviles y autopartes europeos, así como del 50% sobre el acero y el aluminio. Estas tarifas fueron impulsadas en su momento por la administración Trump bajo el argumento de “seguridad nacional”, y continúan vigentes como uno de los principales puntos de fricción bilateral.

En un movimiento que reavivó las tensiones, el presidente Donald Trump firmó el pasado lunes una directiva que duplica los aranceles al acero y al aluminio de origen europeo a partir del 4 de junio, como parte de su renovada ofensiva proteccionista.

La postura europea: firmeza sin ruptura

La Comisión Europea se mantiene firme en su posición: busca evitar una escalada comercial pero no está dispuesta a firmar un acuerdo que no contemple condiciones justas y equitativas para sus sectores productivos. Según fuentes cercanas a las negociaciones citadas por medios estadounidenses, el acuerdo en discusión podría favorecer en mayor medida a los intereses norteamericanos. Sin embargo, Bruselas evalúa su aceptación siempre que sus demandas clave sean contempladas.

“La defensa del interés común europeo es irrenunciable”, subrayó Von der Leyen. “Una solución negociada es el camino más beneficioso para ambas partes y para los ciudadanos a ambos lados del Atlántico”.

El reloj sigue corriendo

Con las conversaciones aún en curso y sin garantías de éxito, el riesgo de una ruptura comercial vuelve a acechar. La reactivación de los aranceles implicaría un golpe para empresas europeas que exportan a Estados Unidos, pero también afectaría a los consumidores norteamericanos, en forma de productos más caros y cadenas de suministro alteradas.

Por ahora, las negociaciones permanecen bajo estricta reserva, mientras se acerca el 9 de julio. En un mundo tensionado por conflictos geopolíticos y económicas globales en transformación, la relación entre Bruselas y Washington se juega mucho más que un balance comercial: se juega, quizás, el futuro del orden económico transatlántico.

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