La Trágica Metamorfosis de un Pueblo acobardado para Supervivir

“Esta no es una metáfora. Observamos esta realidad en las calles, en el tren, en el trabajo: la gente está al límite. Nos hemos convertido en sobrevivientes de un país que día a día nos obliga a buscar nuevas estrategias para subsistir. El dólar, los plazos fijos, las promociones por aquí y las ventajas por allá, cuotas, descuentos, subsidios; estas son nuestras herramientas para sobrevivir. Cada día nos vemos forzados a reducir gastos, ajustar aquí y recortar allá, hasta que llegamos al punto en que ya no sabemos dónde más achicar.

No hay tiempo para pensar, para razonar y decidir cómo salir de este laberinto. Nos sentimos acorralados y respondemos a estímulos primitivos. Actuamos por impulsos, conscientes de que cualquier decisión que tomemos estará condicionada por una política económica que parece empeñada en llevarnos a los niveles más bajos de la subsistencia. Pero incluso ante ese límite, nuestra dignidad y nuestra capacidad de lucha persisten.

En las urnas, votamos con enojo, pero también con una cierta lógica. Al apoyar a Milei, nos atribuimos un heroísmo: la determinación de romper con todo y comenzar de nuevo. La motosierra se convierte en nuestro símbolo para cortar de raíz nuestras frustraciones. Sentimos que estamos dispuestos a enfrentar lo que venga, como si los costos ya no importaran.

Sin embargo, la realidad es diferente. Ahora, con la segunda vuelta después de superar las PASO, enfrentamos el dilema. Temblorosos escuchamos las amenazas y comprendemos que no estamos preparados para abandonar lo que tenemos, aunque casi no nos quede nada. Votamos por quienes nos han roto las pierna, pero al menos no nos quitan las muletas. Algunos afortunados podrán obtener una silla de ruedas, mientras que otros solo conservan la esperanza de que, con algunas operaciones, puedan volver a caminar algún día.

Hemos devenido en mendigos, sobreviviendo con pequeñas limosnas, conformándonos con promesas vacías que siempre están vigentes. Nos sentimos atrapados, acobardados, escondidos en un rincón, alejados de nuestra limitada existencia. No nos importa que nos roben, que nos engañen, que hayan degradado nuestros salarios y empobrecido nuestra cultura. No nos importa que nos ataquen en las calles, solo miramos, temerosos, esperando, ilusionados con no ser el siguiente objetivo. Somos sobrevivientes, cobardes que saben que todo va de mal en peor, pero estamos contentos porque nos devuelven el IVA, porque eliminan el impuesto a las ganancias, porque amplían los planes sociales, porque postergan los aumentos de los servicios.

Nos cuesta pensar; solo miramos al día siguiente. La inflación crece debido a la emisión descontrolada, el dólar devalúa nuestra moneda, el dinero escasea, y la compra diaria se convierte en una batalla por llevar algo a nuestras mesas. Las modelos abundan en la televisión, mientras los políticos se enriquecen a costa del empobrecimiento del pueblo. Pero no nos importa, como si no quisiéramos ver la conexión evidente. Votamos por aquellos que nos empobrecen, por pura cobardía. Tenemos miedo de perder incluso una pequeña parte de la limosna que recibimos, y tememos que el cambio nunca llegue, que este país no tenga futuro. Sobrevivimos de limosna, pero al menos sobrevivimos. No hay futuro, solo un hoy incierto, mientras la impunidad prevalece y los ladrones ganan. Sí, ellos siempre ganan, porque nosotros los votamos y les damos permiso para saquearnos, empobrecer al pueblo y robar nuestro futuro. Somos cobardes, pero también ingenuos. El ajuste llegará, pero nada cambiará, y los ladrones seguirán liderando municipios, gobernaciones, mientras los empresarios prevendarios amasan fortunas, los ñoquis se multiplican y los jóvenes millonarios de La Cámpora se autodenominan defensores del pueblo sin haber pisado un hospital público o una escuela municipal.

Las modelos seguirán deslumbrando en la televisión, y veremos, inocentes, los dólares en valijas, dinero inalcanzable que solo ellos pueden llevar en sus bolsillos. Nos contentamos con poco, un peso aquí, otro allá, descuentos, planes y cuotas; y eso nos basta. La riqueza es para ellos, y seguramente, en cuatro años, estaremos más empobrecidos y ellos más ricos. . Entonces, nos prometerán que todo mejorará, y volveremos a votarlos. ¿Sabes por qué? Porque nos hemos transformado en mendigos, sin alma, sin ilusiones, sin voluntad de luchar. Nos hemos convertido en un grupo de cobardes.” Nuestros hijos nos observan, nos cuesta prestarles atención, quizás algún día ya consciente de su mundo nos pregunte, “¿Papa como llegamos a esto?”

Osvaldo Gonzalez Iglesias – Editor

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