La sequía provoca una escasez de alimentos que amenaza la vida de las personas refugiadas en Etiopía

Cinco temporadas de lluvias fallidas, el aumento de los precios y la escasez de fondos están llevando a las personas refugiadas del Cuerno de África al borde del abismo.


Samira Abdi observa con preocupación a su hijo de seis años mientras una enfermera lo coloca suavemente en un recipiente para pesarlo en un centro de nutrición del campamento de refugiados de Melkadida, en la región somalí oriental de Etiopía. Samira lo trajo a él y a otro de sus hijos después de que sufrieran dolor de estómago por semanas, pero ella ya sabe lo que les atormenta: el hambre.

“No han comido porque no tenemos suficiente comida”, cuenta Samira. “Me di cuenta de que estaban perdiendo peso, así que vine a buscar ayuda”.

La mujer, de 28 años, acudió al centro un mes antes con sus cinco hijos, todos con los mismos síntomas. Diagnosticados de desnutrición, se les sometió inmediatamente a un régimen de tratamiento que consiste en administrarles un suplemento rico en nutrientes y tratar las infecciones relacionadas. Sin embargo, solo tres de sus hijos se han recuperado.

Hace once años, el conflicto forzó a Samira a huir de su hogar en el sur de Somalia y se convirtió en una de las primeras refugiadas de Melkadida, que ahora alberga a más de 41.000 personas. Hoy se encuentra en otro frente.

“Solo pienso en cómo voy a alimentarlos”.

La sequía y los recortes de raciones hacen que evitar que sus hijos pasen hambre sea una dura batalla. El año pasado, el paquete mensual de alimentos que recibe del Programa Mundial de Alimentos como residente del campamento se redujo a la mitad debido a problemas de financiación. Sin una fuente de ingresos estable, no puede complementar su dieta con alimentos comprados en el mercado.

“Antes, los alimentos que recibíamos eran suficientes para pasar el mes. Pero hace nueve meses, las cantidades se redujeron y empecé a preocuparme”, comenta Samira.

Entonces sus hijos enfermaron. “Solo pienso en cómo voy a alimentarlos”, señala. “Anoche no comieron. Esta mañana, les di un poco de avena. No tengo nada más que darles”.

Desde 2019, cinco temporadas de lluvias fallidas consecutivas en todo el Cuerno de África han creado una sequía devastadora que ha afectado a millones de personas en la región. Las fuentes de agua se han secado, los cultivos y el ganado han quedado diezmados y la capacidad de las personas para mantenerse se ha visto mermada. Para agravar las penurias, los precios de los alimentos se han disparado, en parte como consecuencia de la guerra en Ucrania, lo que hace que sea demasiado caro para la mayoría de las personas refugiadas y las comunidades locales permitirse incluso lo básico.

El resultado inevitable es el aumento de las tasas de desnutrición, sobre todo entre mujeres, niñas y niños, que suelen llevarse la peor parte de la escasez de alimentos.

Ethiopia. UNHCR supports the displaced and host communities in Melkadida
Ethiopia. UNHCR supports the displaced and host communities in Melkadida
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Ethiopia. UNHCR supports the displaced and host communities in Melkadida

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La región somalí de Etiopía es una de las más afectadas. La región, que acoge a unas 205.000 personas refugiadas, principalmente de Somalia, que viven en ocho campamentos, así como a casi 650.000 personas desplazadas internas, lucha por alimentarse.

Adane Tefera es Oficial Asociado de Nutrición de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y ha visto de primera mano el impacto que la grave crisis alimentaria está teniendo en familias vulnerables como la de Samira.

“El costo de los alimentos ha aumentado un 67 por ciento, de acuerdo con nuestra última evaluación. Incluso el alimento más básico, la leche, ha más que duplicado su precio”, afirma. “Como la mayoría de los refugiados ya no puede permitirse comprar alimentos en los mercados, les resulta muy difícil comer lo suficiente, lo que les expone al riesgo de desnutrición y otras enfermedades graves”.

Dahira Mohamed, de 50 años, tiene una pequeña tienda de verduras en el mercado principal de Melkadida, pero últimamente el negocio ha sido difícil porque las ventas han bajado.

“Hace poco compré a crédito medio saco de tomates a mi vecino para poder vender y que mis hijos tengan algo que comer”, cuenta esta madre de cinco hijos. “Pero solo he podido vender tomates por valor de 30 Birr etíopes (0,60 dólares USD), no fue suficiente ni para comprar un paquete de harina de maíz”.

ACNUR colabora con las autoridades regionales y ONG socias para brindar ayuda. La ayuda en efectivo a las familias refugiadas más vulnerables les permite comprar alimentos, mientras que los materiales para construir alojamientos, los artículos domésticos básicos y el agua transportada en camiones ayudan tanto a las personas refugiadas como a las comunidades de acogida.

La ayuda humanitaria es un salvavidas esencial, pero la escasez de fondos ha dejado a miles de personas refugiadas y comunidades de acogida afectadas por la sequía en toda Etiopía al borde del desastre. El año pasado, un llamamiento de ACNUR por 42,6 millones de dólares (USD) para brindar ayuda de emergencia a 1,5 millones de personas afectadas por la sequía en Etiopía, Kenia y Somalia solo recibió la mitad de la financiación. Aunque algunos fondos adicionales a finales de año ayudaron a restablecer las raciones alimentarias al 80 por ciento, la escasez de fondos sigue teniendo repercusiones, incluso en la prestación de apoyo nutricional.

Este año, con el agravamiento de la crisis, se calcula que se necesitan 46 millones de dólares (USD) para cubrir las necesidades de las personas refugiadas y desplazadas internas afectadas por la sequía solo en Etiopía.

“Sabemos que el entorno mundial en estos momentos es difícil, que los donantes están preocupados por otras necesidades urgentes, pero la situación requiere atención urgente”, afirma Adane.

Como se prevé que la sequía continúe, hay que hacer más para garantizar que las personas refugiadas y las comunidades locales puedan satisfacer sus necesidades de forma más sostenible. Además de brindarles asistencia vital, ACNUR apoya actividades generadoras de ingresos para que puedan complementar sus necesidades y depender de sí mismos. A través de la agricultura climáticamente inteligente, también se apoyará a las familias para que adopten formas de producir alimentos adaptadas al cambio climático.

Para Samira, un poco de ayuda extra puede ser todo lo que necesita para dar la vuelta a su situación.

“Si recibiera alguna ayuda, por ejemplo para emprender un negocio, podría ganar algo de dinero para comprar arroz, pasta o azúcar para mis hijos”, señala.

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