La Iglesia defiende a los movimientos sociales y alerta sobre la crisis alimentaria

En respuesta a las acusaciones surgidas tras el escándalo de los alimentos guardados en depósitos del Ministerio de Capital Humano y la denuncia de comedores inexistentes, la Iglesia aclaró: “No son todos chorros”. Sin embargo, la institución religiosa se abstendrá de comentar sobre la judicialización del conflicto, enfocándose en la urgencia en los barrios populares y alertando sobre el aumento de necesidades básicas.

El miércoles 19 de junio, el monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, encabezará una misa en el Santuario de la Virgen de Caacupé en La Matanza, para reconocer el trabajo de las mujeres en los comedores comunitarios. Este gesto llega en un momento de creciente preocupación en la Iglesia por la situación alimentaria, agravada por el hallazgo de millones de kilos de alimentos almacenados en depósitos del gobierno mientras persiste la emergencia alimentaria.

Monseñor Ojea, quien anteriormente expresó su preocupación por la insensibilidad hacia el derecho al alimento, citó al papa Francisco sobre la “globalización de la indiferencia”. La Iglesia y los movimientos sociales, en su labor territorial, observan una ausencia del Estado y la falta de continuidad de los funcionarios encargados del área de Capital Humano.

Dos temas críticos para los referentes eclesiásticos son el aumento de la demanda de alimentos y la generalización de acusaciones. “Lo importante es que los alimentos lleguen. Esa debe ser la prioridad”, insisten.

El informe de Cáritas Argentina y el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA revela un alarmante aumento de la pobreza: del 44,7% al 55,5% entre el tercer trimestre de 2023 y el primer trimestre de 2024, y de la indigencia del 9,6% al 17,5%. Este reporte indica que 24,9 millones de personas en áreas urbanas viven en pobreza, de las cuales 7,8 millones están en indigencia.

El escándalo de los alimentos guardados, denunciado por Juan Grabois, reveló que 5.902.987 kilos de alimentos estaban almacenados, con productos cercanos a vencer. Ante esta crisis, la Iglesia insiste en que la prioridad debe ser la distribución efectiva de estos alimentos a los más necesitados.

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