La GBU-57/B MOP: el arma estratégica que Estados Unidos desplegó para golpear el núcleo nuclear iraní

El reciente ataque estadounidense contra tres instalaciones nucleares clave de Irán puso bajo la lupa internacional una de las armas más sofisticadas y especializadas del arsenal bélico moderno: la bomba de penetración profunda GBU-57/B Massive Ordnance Penetrator (MOP). Confirmada por el presidente Donald Trump, la ofensiva apuntó a Fordow, Natanz e Isfahan, puntos neurálgicos del programa nuclear iraní, caracterizados por su elevado nivel de protección y, en el caso de Fordow, su emplazamiento a cientos de metros bajo tierra.

La GBU-57/B MOP fue desarrollada para neutralizar amenazas nucleares protegidas en búnkeres subterráneos extremadamente resistentes, diseñados para resistir ataques convencionales. Con un peso cercano a 13,6 toneladas y capacidad para perforar varias decenas de metros de roca y concreto, esta bomba representa el pináculo de la ingeniería estadounidense para desactivar instalaciones fuertemente blindadas, respondiendo a la creciente sofisticación de los refugios nucleares en Irán y Corea del Norte.

Fordow, ubicada bajo una montaña cerca de Qom, fue desde su descubrimiento en 2009 el desafío principal que impulsó la creación de esta munición. Los informes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) que indicaban presencia de uranio enriquecido por encima del 80% en este sitio, aceleraron su desarrollo como arma de último recurso para destruir núcleos críticos del programa nuclear.

El presidente Trump destacó que “se lanzó una carga completa de bombas sobre la instalación principal, Fordow”, asegurando que “todas las instalaciones atacadas fueron destruidas”. Este golpe se inscribe en la estrategia de Estados Unidos para frenar lo que describió como una inminente capacidad atómica iraní, situando la MOP como la herramienta clave para alterar el equilibrio.

La bomba, lanzada desde el bombardero furtivo B-2 Spirit —única plataforma capaz de transportar y disparar la MOP— combina un diseño alargado y sistemas de guía avanzados que le permiten alcanzar y destruir objetivos enterrados sin necesidad de utilizar armamento nuclear. Esta precisión permite minimizar daños colaterales y riesgos, aspectos que se reflejaron en la operación, donde todos los aviones regresaron “sanos y salvos”, según fuentes oficiales.

El caso de Fordow refleja las dificultades operativas y estratégicas de atacar infraestructuras nucleares bajo tierra: capas sucesivas de protección natural y artificial que solo esta bomba puede penetrar con éxito. Ataques anteriores, incluidos los realizados por Israel, solo habían provocado retrasos temporales en el programa iraní, pero el uso de la MOP busca postergar ese avance por años. Natanz, con parte de su infraestructura superficial y subterránea, y la planta de Isfahan, pieza fundamental para la cadena productiva, también sufrieron daños que afectan indirectamente a la capacidad nuclear persa.

Sin embargo, el uso de la MOP enfrenta limitaciones logísticas: el acceso aéreo a territorio hostil requiere planificación rigurosa, coordinación para reabastecimiento en vuelo y esquivar defensas aéreas avanzadas. La escasez de bombarderos B-2 añade una capa más de complejidad a la operación.

A nivel regional, el ataque significó un quiebre en el equilibrio de poder. La respuesta de Irán, con amenazas de represalias y activación de defensas aéreas, anticipa un posible aumento de la tensión y riesgos de escalada militar. Washington sostiene que la acción es una respuesta a décadas de hostilidades iraníes, reforzando una estrategia de disuasión mediante el despliegue de tecnología exclusiva.

El monopolio estadounidense sobre armas como la GBU-57/B MOP, única en su clase y dependiente del exclusivo B-2 Spirit, otorga a Washington una ventaja estratégica significativa para atacar instalaciones protegidas consideradas hasta ahora invulnerables. Esta capacidad redefine los parámetros de defensa y disuasión, pero también impulsa a otros países a invertir en sistemas de protección subterránea cada vez más sofisticados, alimentando una nueva carrera armamentista.

En resumen, el empleo de la MOP en la reciente ofensiva sobre Fordow, Natanz e Isfahan no solo simboliza un salto tecnológico, sino también un giro en la dinámica global de poder y seguridad nuclear, donde la capacidad de penetrar refugios profundos puede inclinar la balanza estratégica, aunque con el riesgo inherente de intensificar la confrontación y proliferación.

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