Veganos, feministas, ecologistas, contrarios al matrimonio, la propiedad privada y libertarios, Monte Verità fue una comuna que prefiguró los grandes movimientos sociales que implosionarían en los 60 con Mayo del 68 y los hippies. Sucedió en la “aburrida Suiza”, en el cantón de Ascona, cerca de la frontera con Italia. La consigna era derribar el orden burgués y crear un mundo nuevo en un tiempo en el que en Israel surgían los primeros kibutz, que tenían un componente más político. Celebridades como el novelista Herman Hesse, el psicoanalista Carl Gustav Jung, el pintor Paul Klee o la bailarina Isadora Duncan fueron asiduos.
La fotógrafa de Monte Verità, dirigida por el suizo Stefan Jäger (Uster, 1970), recupera la historia de esos pioneros dando el protagonismo a Hannah Lietner (Maresi Riegner), una joven burguesa de Viena que huye de un matrimonio desgraciado y un ambiente de represión que no le permite crear en libertad.
“A principios del siglo XX las ciudades estaban superpobladas y sucias, las fábricas eran supercontaminantes, había mucha polución”, explica el director. “En ese contexto surge esa voluntad de retirarse a la naturaleza y comenzar desde el principio. Era muy importante la idea de la igualdad de derechos para hombres y mujeres y querían ser autosuficientes cultivando su propia comida”. https://www.youtube.com/embed/qkoxff8Lz9Y
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En tiempos complejos como los actuales, Jäger cree que el ejemplo de Monte Verità tiene plena vigencia: “Nuestra idea era mostrar esta utopía para decir al mundo que en este momento tan complicado que vivimos existen otras posibilidades. Podemos volver a la naturaleza, aceptar las distintas identidades sexuales… Su verdadera revolución es que se comunicaban, se escuchaban los unos a los otros. Eso es algo que en nuestra sociedad cada día es más difícil. Ahora mismo estamos muy poco dispuestos a cambiar de punto de vista, nos aferramos a nuestras ideas”.
La liberación de Hannah
Estamos a principios del siglo XX, tiempos prósperos en una Europa que poco después sería devastada por sendas guerras mundiales. Cuenta el director: “Eran gente muy moderna. Además de socialistas había también muchos anarquistas, se daba una mezcla de muchas ideas. A partir de los años 30 se llenó de gente rica y construyeron un hotel, pero al principio era muy puro. Su ejemplo tuvo una repercusión muy grande en todo el mundo. En 1905 los periódicos de Estados Unidos ya publicaban noticias sobre Monte Verità”.
En la película, vemos el proceso de transformación personal de Hannah Leitner, una mujer que como explica Jäger “no es capaz de aceptar que se arrepiente de haber sido madre con el hombre con el que se ha casado”. Su psicoanalista, Otto Gross (Max Hubacher), basado en un personaje real, la convence para que se retire a Monte Veritá, donde al principio se siente incómoda.
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“Ella no acepta que debe cambiar”, detalla el director. “Tan solo necesita escapar de la sociedad opresiva de Viena. El nudismo, la comida vegana… todo eso hace que un primer momento se sienta sobrepasada. Gracias al contacto con la naturaleza entiende esa transformación como necesaria. Lo más importante que descubre en Monte Veritá es un sitio en el que se siente escuchada porque es alguien que no se ha escuchado tampoco a sí misma”.
Tal derroche de modernidad, por extraño que parezca, fue bien aceptado en Suiza. Dice Jäger: “Se les veía como esos locos del sur. A partir de 1910 se llenó de artistas y comenzó a ser más conocido, pero al principio casi nadie sabía que existían, era una comunidad muy pequeña, muy pura. Los políticos no se metieron con ellos y la gente del lugar estaba muy contenta porque eran pescadores muy pobres y con ellos ganaban dinero. La Iglesia fue quien más protestó e incluso trataron de cerrarlo. Presionaron al gobierno en Berna quejándose de que se practicaba el nudismo y fiestas “indecentes”, pero la propia policía los defendió. El jefe de la policía local respondió al Gobierno que eran buena gente y que no molestaban a nadie. Hubo pocos conflictos”.
Celebridades de Monte Veritá
La protagonista, un personaje de ficción, no solo se fía del consejo de su psicoanalista para irse a la comuna, también está secretamente enamorada de él. El que sí existió fue su interés amoroso, Otto Gross, uno de los primeros discípulos de Freud. Fue autor de numerosos libros de lo que llamaba “antipsiquiatría” como defensor de la idea de que la represión civilizadora era contraria a la naturaleza del hombre.
Otro fotograma de la película.
Adalid de la liberación sexual, Gross también era un seductor: “Era conocido por estar especializado en tratar a mujeres y se liaba con ellas. Tuvo hasta tres hijos con diferentes pacientes. Fue un hombre complejo porque no era malo, pero no era consciente de lo que necesitaban sus pacientes porque él mismo lo era. Estaba marcado por la figura de su padre y su dominación. No fue consciente de que lo que hacía con esas mujeres era un abuso porque no se enfrentó a ese trauma”.
Premio Nobel en 1946 y escritor aún hoy muy popular, el suizo Herman Hesse fue uno de los primeros invitados de Monte Veritá como vemos en la película. Según Jäger, “Hesse iba allí porque el contacto con la naturaleza le resultaba sanador y también para dejar de beber porque teníaa problemas con el alcohol y allí estaba prohibido. Él mismo contó muchas veces que la naturaleza del lugar le inspiró Siddhartha. Escribió la novela 16 años después pero fue allí donde comenzó a hablar de budismo En muchos aspectos, la historia de Hannah es la historia de Siddhartha. Es una mujer que debe dejarlo todo atrás, su familia, su vida… para alcanzar la iluminación como artista”.
De la fotografía al cine
No solo la naturaleza, el desarrollo de su vocación artística mediante la fotografía, entonces en sus albores, también sirve como catalizador a ese proceso de liberación personal de Hannah. “La situación de la mujer era terrible. Existía un maltrato físico pero también psicológico. Ser artista era una cosa de hombres. En Monte Verità encuentra una libertad que por aquel entonces solo existía allí, un lugar en el que poder desarrollarse de manera plana”, dice Jäger.
Para construir su historia, el director tiró del hilo de un misterio que aun envuelve a la comuna como la identidad de la persona que realizó las fotografías que aún se conservan: “Pusimos mucha energía en esas fotografías. Hannah encuentra un estilo por sí misma tratando de captar el movimiento, lo cual nos acerca también a los orígenes del cine. Las fotos se tomaron con digital y luego hubo un tratamiento muy laborioso para crear ese look único que al mismo tiempo fuera coherente con las fotos que se conservan”.
Fuente: El Cultural, España.