Una mirada profunda al vínculo bilateral más delicado del siglo XXI: cifras, tensiones, y el futuro de una dependencia mutua cada vez más incómoda
Washington / Pekín – Mayo de 2025
Durante las últimas dos décadas, Estados Unidos y China han sostenido una de las relaciones económicas más complejas del planeta. No solo se trata de las dos economías más grandes del mundo disputándose la supremacía global, sino también de un vínculo financiero donde Washington es deudor y Pekín, acreedor. En el centro de esa relación está un instrumento clave: la deuda soberana estadounidense en manos del gobierno chino.
¿Cuánto debe Estados Unidos a China?
Al cierre de marzo de 2025, China posee alrededor de 775.000 millones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense, de acuerdo a los últimos datos del Departamento del Tesoro. Aunque sigue siendo uno de los mayores tenedores extranjeros, ha venido reduciendo sistemáticamente su exposición en los últimos años. En 2013, ese número superaba el billón de dólares.
A pesar de la reducción, la cifra sigue siendo significativa. China representa aproximadamente el 10% de la deuda externa de EE.UU. en manos extranjeras, en un total que supera los 8,1 billones de dólares. Los mayores tenedores actuales son Japón, China, el Reino Unido, Luxemburgo y Canadá.
¿Por qué China compra deuda estadounidense?
La respuesta se remonta al modelo económico chino. Con una economía exportadora, el país asiático ha acumulado durante años enormes superávits comerciales con Estados Unidos. Para mantener el yuan competitivo y evitar la apreciación de su moneda, el Banco Popular de China ha intervenido recurrentemente en el mercado de divisas, comprando dólares y reciclando esos ingresos en bonos del Tesoro estadounidense, considerados seguros, líquidos y estables.
Además, al comprar deuda estadounidense, China ha ayudado a mantener bajos los tipos de interés en EE.UU., facilitando el consumo y el crédito en la economía norteamericana, lo cual paradójicamente beneficia a las exportaciones chinas.
En términos simples: Pekín financia a Washington para que Washington pueda comprarle a Pekín.
¿Es una relación de dependencia mutua?
Sí, aunque no simétrica.
Por un lado, Estados Unidos se beneficia de la demanda internacional de su deuda para sostener sus déficits fiscales y su gigantesca economía. La confianza global en el dólar y en los bonos del Tesoro es una piedra angular del sistema financiero internacional.
Por otro, China mantiene sus reservas internacionales en dólares y depende de la estabilidad del mercado de deuda estadounidense. Una venta masiva de esos activos —ya sea por razones políticas o económicas— podría perjudicar tanto al valor de esas reservas como al equilibrio financiero global, generando efectos adversos incluso para Pekín.
Este delicado equilibrio ha llevado a muchos analistas a describir la relación como una «mutua destrucción asegurada» financiera: ninguna de las dos partes puede romper el vínculo sin lastimarse a sí misma.
¿Por qué China ha reducido su tenencia de deuda estadounidense?
Desde 2018, coincidiendo con la guerra comercial iniciada durante el gobierno de Donald Trump, China ha comenzado a diversificar sus reservas internacionales. La estrategia incluye:
- Compra de oro (China es hoy uno de los mayores compradores de oro del mundo).
- Inversión en bonos europeos y activos en monedas asiáticas.
- Fortalecimiento del uso del yuan en acuerdos bilaterales con países del Sur Global.
También hay una motivación geopolítica: el uso creciente del dólar como herramienta de sanción financiera por parte de Estados Unidos, como en los casos de Rusia, Irán o Venezuela, ha generado preocupación en Pekín. Si las tensiones con Washington escalan, los activos denominados en dólares podrían ser congelados, restringidos o devaluados por decisiones políticas.
¿Puede China desestabilizar a EE.UU. vendiendo su deuda?
En teoría, sí. En la práctica, es mucho más complejo.
Una venta masiva de bonos del Tesoro por parte de China tendría varias consecuencias:
- Dispararía las tasas de interés estadounidenses, encareciendo el crédito y el financiamiento del déficit.
- Provocaría una caída en los precios de los bonos (y por ende, pérdidas para los propios tenedores chinos).
- Generaría turbulencias en los mercados globales, afectando la estabilidad financiera de países con los que China mantiene vínculos estratégicos y comerciales.
Por eso, si bien el fantasma de una «guerra financiera» aparece cada tanto en la retórica política, pocos analistas creen que China opte por esa vía, salvo en un escenario extremo de confrontación abierta.
¿Qué papel juega la deuda en la rivalidad estratégica?
La relación financiera es uno de los múltiples campos donde se libra la nueva Guerra Fría entre EE.UU. y China. En un escenario de tensiones tecnológicas, militares y diplomáticas, la cuestión de la deuda y la interdependencia financiera aparece como una zona de ambigüedad: ni cooperación plena ni ruptura total.
Mientras tanto, Washington avanza con medidas para reducir su dependencia de China (reshoring industrial, alianzas estratégicas en Asia, estímulo a la producción local de microchips), y Pekín fortalece su posición internacional a través de alianzas con países no alineados, el uso del yuan en acuerdos bilaterales y una creciente inversión en regiones como África y América Latina.
Conclusión: una cuerda tensa pero resistente
La deuda estadounidense en manos chinas no es un mero número: es un símbolo de la globalización, de la vulnerabilidad compartida y de la arquitectura económica internacional posterior a la Guerra Fría. Aunque hoy parece improbable un desenlace abrupto, la tendencia de fondo es clara: ambas potencias buscan reducir su exposición mutua sin provocar una crisis.
Pero como en todo juego de equilibrio, el peligro no está tanto en las intenciones como en los errores de cálculo. Y en un mundo marcado por la volatilidad, ningún vínculo —ni siquiera el financiero entre EE.UU. y China— está garantizado para siempre.