La desaceleración de los precios comenzó a notarse en algunos indicadores y entusiasma al Gobierno, pero ¿es suficiente para recuperar el poder adquisitivo y dinamizar el mercado laboral? Economistas, empresarios y sindicatos opinan.
Después de años de espiral inflacionaria y deterioro del salario real, Argentina transita —según los últimos datos oficiales— un proceso de desinflación. La inflación mensual, que en diciembre de 2023 había superado el 25%, cerró en mayo de 2025 por debajo del 5%, y el Gobierno proyecta un índice por debajo del 3% para julio.
En los discursos del oficialismo, esta baja en el ritmo de aumento de precios se presenta como el primer síntoma de una economía que “se ordena” tras el ajuste fiscal, la liberalización de precios y la contracción monetaria. Pero surge una pregunta inevitable: ¿una inflación en retroceso implica necesariamente una mejora en los salarios reales y una reactivación del empleo?
Salarios: el rezago de siempre
En términos técnicos, cuando la inflación cede, el poder de compra del salario deja de erosionarse al mismo ritmo. Pero eso no equivale automáticamente a una mejora del ingreso, mucho menos si los sueldos permanecen congelados o crecen por debajo del IPC.
Según datos del INDEC, los salarios privados registrados crecieron 118% interanual en abril, frente a una inflación acumulada de 289% en el mismo período. En la práctica, esto representa una caída interanual del salario real cercana al 30%, uno de los peores registros desde la crisis de 2002.
“Es cierto que la inflación baja, pero también bajó drásticamente el consumo, y los salarios no se están recuperando. Lo que hay es una desaceleración del deterioro, no una mejora sustantiva”, explica la economista Marina Dal Poggetto, directora de EcoGo.
En el sector informal, la situación es aún más crítica. Según la UCA, el 55% de los trabajadores informales perciben ingresos por debajo de la línea de pobreza, y la brecha con los empleados registrados se amplió desde el inicio del actual ciclo económico.
Empleo: señales débiles y segmentadas
En cuanto al empleo, los datos oficiales muestran una foto heterogénea. Mientras algunos sectores, como tecnología, energía o agroindustria, comienzan a registrar contrataciones puntuales, el panorama general sigue siendo frágil.
El último informe del Ministerio de Trabajo indica que, entre marzo de 2024 y marzo de 2025, se perdieron más de 120.000 empleos registrados en el sector privado, concentrados principalmente en la construcción, la industria textil y el comercio minorista.
“Lo que estamos viendo es una ‘recuperación sin empleo’. Es decir, baja la inflación, se estabiliza el dólar, mejora el balance fiscal, pero no hay un rebote en el empleo porque la economía está funcionando a muy baja capacidad”, advierte Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina.
En efecto, la utilización de la capacidad instalada industrial apenas supera el 55%, y muchas pymes siguen operando con mínimos históricos de producción y personal.
El rol de la confianza empresarial
Desde el sector privado, algunos actores destacan que la caída de la inflación genera condiciones de mayor previsibilidad para invertir, aunque todavía con cautela.
“Una economía que deja de estar dominada por la inflación empieza a generar incentivos para contratar y proyectar a mediano plazo. Pero eso necesita estabilidad política y señales claras de reactivación”, sostiene Paula Altavilla, presidenta de la UIA Joven.
Los empresarios industriales, en cambio, siguen denunciando la caída de la demanda interna y el freno al crédito como los principales obstáculos para reincorporar trabajadores.
“Los costos siguen dolarizados, pero las ventas caen. Y no hay financiamiento para sostener nóminas. Eso explica por qué no hay generación masiva de empleo aún con inflación bajando”, resume un empresario pyme del conurbano bonaerense.
Sindicatos: salario, consumo y conflicto
Del lado sindical, la lectura es clara: la baja inflación es un dato positivo, pero no justifica salarios deprimidos. La presión gremial, que se había contenido durante los primeros meses del ajuste, comienza a reactivarse.
“El Gobierno festeja que la inflación es menor al 5%, pero eso no alcanza. Los salarios están destruidos, y los trabajadores no llegan a fin de mes. Necesitamos paritarias libres y un plan para recomponer el ingreso”, declaró Pablo Moyano, líder de Camioneros y miembro de la CGT.
En este contexto, la conflictividad laboral comienza a escalar. Las negociaciones salariales en sectores como sanidad, bancarios y docentes presentan diferencias de más del 30% entre lo ofrecido por las cámaras y lo exigido por los gremios.
¿Desinflación sostenible o espejismo temporal?
Una preocupación compartida por economistas críticos y ortodoxos es la sostenibilidad de la desinflación. Varios advierten que el actual descenso se debe más al freno en la actividad y a la licuación del gasto público que a un proceso estructural de estabilización.
“El salario cayó tanto que dejó de empujar la inflación. Pero si en algún momento se reactiva el consumo y los salarios suben, hay riesgo de un rebrote inflacionario si no se corrigen los desequilibrios de fondo, como el tipo de cambio y la deuda con importadores”, plantea Gabriel Rubinstein, ex secretario de Política Económica.
Conclusión: lo que la baja de la inflación no resuelve por sí sola
La caída de la inflación es una condición necesaria, pero no suficiente para mejorar el ingreso salarial y generar empleo. La experiencia argentina muestra que sin crecimiento económico sostenido, con inclusión productiva y distributiva, la desinflación puede convivir con altos niveles de desigualdad y desempleo.
El gran desafío para los próximos meses será transformar la estabilización nominal en una recuperación real del salario y del trabajo, que se perciba en la vida cotidiana de millones de argentinos. Hasta entonces, el alivio por la menor inflación será, al menos para una parte importante de la población, un alivio a medias.