Jorge Lanata: El Último Actor Político de Primer Grado

nfobae, Clarín y La Nación elevaron un altar a Jorge Lanata, quizás como expiación de sus propias cuitas, o tal vez como un mensaje para Javier Milei, a quien Lanata había demandado. Desde el mileísmo lo recordaron como el gurú de un grupo de periodistas que creyó —o aún cree— que ser de izquierda es sinónimo de inteligencia, para luego abandonarlos. Al respecto, resulta impecable la columna de Carla Castello en LetraP, titulada El Traidor Brillante.

Resulta interesante trazar paralelismos generacionales. Raúl Acosta, nacido en 1944, atravesó redacciones difíciles como la de El Mundo del PRT/ERP y trabajó con plumas brillantes en Noticias de Montoneros, pero también en la revista Gente y en Así. Acosta, con su habitual claridad, aconseja bajar un cambio, y deja su reflexión:

“Voces, solo voces como ecos, como atroces chistes sin gracia… Las nubes no son de algodones, las depresiones son maldiciones… te roba la cara, la sonrisa, la esperanza, la fe en las personas”.

Esta canción, emblema del rock barrial, se conecta con la figura de Lanata: cruda, directa, sin adornos. El periodista fue siempre un actor político desde el inicio de su carrera. Cuando se convirtió en empresario, dejó de ser un simple periodista para ascender a otra categoría: la de un operador político de primer nivel. Jorge Lanata fue eso: un jugador de peso, con la habilidad de moldear el escenario político-mediático.

Lanata vs. Verbitsky: Una Montaña Inalcanzable

Horacio Verbitsky representa el único escollo intelectual que Lanata no pudo sortear. ‘El Perro’, con su historial militante y su aura de oráculo confidencial, siempre fue una figura que Lanata observó con respeto y recelo. Verbitsky es la montaña que Lanata nunca pudo escalar.

Lanata, por su parte, entendió mejor que nadie el poder del periodismo como herramienta política. Sus denuncias durante los gobiernos de Menem y Néstor Kirchner/Cristina Fernández de Kirchner fueron demoledoras. Pero sus alianzas y silencios también hablaron. La izquierda bienpensante lo aplaudió cuando sus revelaciones coincidían con sus intereses y lo abandonó cuando ya no.

“El Gordo nos traicionó”.
“El Gordo se vendió”.
“El Gordo se volvió loco”.

Nada de eso. Lanata fue, simplemente, Lanata.

El Cambio de los Tiempos: De Lanata a L-Gante

El rock barrial, como Callejeros, marcó un punto de quiebre en la Argentina. A su manera, Lanata también lo hizo. Pero las nuevas generaciones, representadas por figuras como L-Gante y Papu DJ, nunca llegaron a escuchar siquiera una frase de ‘el Gordo’. En su lugar, retumban otros versos:

“Comenzamo’ a entona’ y se me calienta el pico… Sube la temperatura, vamo’ a seguirlo ahí afuera”.

Son otros códigos, otro público. A ellos, Lanata nunca llegó.

El Legado de un Actor Político

En los años ’90, Lanata brilló con luz propia. En 1992, mientras Fito Páez cantaba “Te vi, te vi, te vi…”, Lanata escribía su propia canción en el escenario político-mediático.

Su vida fue intensa, marcada por excesos y adicciones, pero también por un compromiso irrefutable con su rol como actor político. Sus denuncias sacudieron gobiernos, cambiaron agendas y revelaron entramados de poder.

Jorge Lanata cantó, finalmente, su última canción. Un Gordo muy especial, que, para bien o para mal, dejó una marca imborrable en la historia argentina.

“El fantasma tuyo, sobre todo, cuando ya me empiece a quedar solo…”.

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