La posibilidad de un ‘golpe de Estado’ en Israel ya no parece un escenario descabellado. Las tensiones entre las principales instituciones del Estado y el primer ministro Benjamin Netanyahu se intensifican día a día, en un contexto de crisis política y social sin precedentes. Los intentos de Netanyahu de consolidar su poder, las presiones contra la dirigencia del Shin Bet (Agencia de Seguridad de Israel) y las crecientes denuncias de corrupción, como el escándalo conocido como “QatarGate”, agravan las sospechas sobre el futuro de la democracia israelí.
La Agencia Judía de Noticias (AJN) publicó recientemente una columna de Ronen Bergman, periodista e investigador especializado en inteligencia y seguridad, que describe cómo el gobierno de Netanyahu avanza hacia una concentración autoritaria del poder. Bergman advierte que las acciones del primer ministro tienen como objetivo desmantelar el sistema de investigación, juicio y asesoramiento legal del país.
Uno de los episodios más alarmantes es el intento de destitución de Ronen Bar, jefe del Shin Bet, quien cuestionó la gestión gubernamental tras los ataques del 7 de octubre. Netanyahu, tras elogiar durante meses el trabajo de la agencia, cambió abruptamente su postura al recibir un informe interno que pedía una comisión de investigación independiente para esclarecer las fallas en la seguridad nacional. Este informe implicaba, de manera indirecta, la responsabilidad política del propio primer ministro. Ante la negativa de Bar a dimitir, Netanyahu lanzó una campaña pública para desacreditar al Shin Bet.
Según Bergman, el discurso de Netanyahu está plagado de contradicciones y falsedades, diseñadas para justificar sus maniobras políticas y encubrir las verdaderas razones detrás de sus decisiones. “El reino de los ‘decepticons'”, como lo describió un alto funcionario judicial, refleja un gobierno dedicado al engaño sistemático.
El ‘QatarGate’ ha sumado más presión al gobierno de Netanyahu. Este escándalo involucra a colaboradores cercanos del primer ministro, quienes habrían recibido dinero de Qatar, el mismo país que Netanyahu acusaba de financiar a Hamás. Esta revelación ha generado indignación pública y ha fortalecido las demandas de transparencia y rendición de cuentas.
La comparación con el régimen de Recep Tayyip Erdogan en Turquía no es casual. Al igual que Erdogan, Netanyahu parece estar adoptando un modelo de gobierno cada vez más autocrático, respaldado por el Likud y partidos religiosos que abogan por una teocracia. La alianza entre el partido gobernante y estos sectores ultraconservadores ha erosionado los frenos y contrapesos del sistema democrático israelí.
La crisis política en Israel no solo amenaza la estabilidad interna, sino que también tiene implicaciones geopolíticas. La comunidad internacional observa con preocupación cómo uno de los principales aliados de Occidente en Medio Oriente se desliza hacia un autoritarismo que podría reconfigurar el equilibrio de poder en la región.
En este clima de incertidumbre, las próximas semanas serán cruciales para determinar si Israel logrará preservar su democracia o si se encaminará hacia un escenario de concentración de poder inédito en su historia reciente.